¿Estás ahí, coronavirus?

Tu llegada, tan prevista como dice el presidente cada vez que abre su boca, se puede transformar en el símbolo de la esperanza, pero también en el de una gran tragedia.

Opina - Sátira

2020-03-25

¿Estás ahí, coronavirus?

Columnista: 

Norvey Echeverry Orozco

 

Así como recibieron al papa Francisco cuando vino a Colombia, yo también te quiero dar la bienvenida a este país, porque me da lástima ver que llegas a andar por las calles sin ser recibido por multitudes que elogian tu nombre. ¿Cómo te va con la cuenta en Twitter? Una celebridad. Mirando de paso, me gustaron estas tres publicaciones tuyas: “Hay que ser positivo”, “La tos es psicológica”, “¡Soy pandemia global! No sé ni qué decir”. Más de medio millón de seguidores en semanas.

En Colombia vas a encontrar formas rápidas de propagación, porque a muchos citadinos en las ciudades capitales, como Medellín o Bogotá, con sus actos de estupidez, por ejemplo en el último fin de semana, les dio por irse a pasear a los municipios vecinos de Santa Fe de Antioquia, Sopetrán, Girardot, Cajicá y Villeta. ¿Unos hijue***as, cierto? Municipios con hospitales de quinta y cuarta categoría, que no están preparados, en caso de tú llegar, para aislar a los infectados y evitar la propagación en sus habitantes. Claro, coronavirus, pero cómo olvidar los contagios de Madrid. Pensaron que eran vacaciones y se fueron de la ciudad en manada para las playas a encontrarse contigo. Ahí están aislados, saliendo a las ocho de la noche a sus balcones con sus aplausos para los médicos.

Acá un contagiado, hace una semana, viajó en un avión comercial desde Bogotá hasta Cartagena, expulsándote desde lo más adentro de sus pulmones a las personas que solo te habían escuchado en la radio o en Internet. Ayer, por medio de una de esas cadenas falsas de WhatsApp, que envían las tías camanduleras, se propagó una información: que en algunas alcaldías del país los venezolanos iban a recibir sesenta mil pesos. En esos lugares, mientras hacían la fila para cobrar la plata, se debió infectar más de uno contigo.

¿Qué me cuentas? ¿Y dónde estás? ¿Acaso en la manija de la puerta, en el teclado del computador donde te escribo, en la mano del hombre que vende por necesidad aguacates en la catedral, en el estornudo del conductor del autobús, o en el mostrador de una droguería que ya no tiene tapabocas? Cosas malas y buenas por igual contigo en este país católico, que desborda la doble moral. Tan irónico, como me lo repetían cuando era niño, tener que decirles a mis padres que se deben entrar y no pueden salir más.

Las malas noticias serán los muertos, sin duda, que ni siquiera podrán ser despedidos por sus seres queridos. ¿Las buenas? Las calles andan solas y los pájaros, con ese silencio de cementerio, han vuelto a cantar. Ayer vi una zarigüeya en las calles de Neiva andando con sus crías en el lomo sin miedo a ser atropellada por algún animal que fuera manejando un automóvil, los pescados regresaron al Canal de Venecia, la contaminación en el aire del mundo entero ha mejorado —menos en Medellín, que tiene la maldición, para no dejar escapar la contaminación, y bendición, para contemplar el valle— de sus altas montañas, los lobos se pasean por los conjuntos residenciales de ricos donde antes estaban sus bosques, los venados corren libres por algunas calles de Japón.

Me detengo a mirar fijamente a esos que usan los tapabocas por moda, lástima que no lo hubieran hecho en igual medida con los condones para evitar así la propagación de ese otro virus nocivo llamado ser humano. Un alemán, en Bucaramanga, regaló un millón de pesos a las personas que trabajan como venteros ambulantes. Tu llegada, tan prevista como dice el presidente cada vez que abre su boca, se puede transformar en el símbolo de la esperanza, pero también en el de una gran tragedia, porque el país, con su sistema de salud, no tiene la suficiente capacidad de camas para recibirte y detenerte a tiempo como lo hicieron en Corea del Sur.

Posdata: ¿pensaron los gobernantes que la gente se iba a quedar en sus casas el resto del mes jugando play, chateando y viendo películas en Netflix? Se enteraron de que en departamentos como el Chocó no hay luz ni hospitales ni electrodomésticos. Quédense en casa, es muy fácil decirlo cuando en la cuenta del banco del alcalde hay millones de sobra, pero es muy difícil entenderlo cuando en el estómago del vendedor ambulante hay hambre y en su mente están las deudas de un pagadiario que lo tiene amenazado.

 

Fotografía: cortesía de Noor Islam Kazi.

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Norvey Echeverry Orozco
Estudiante de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad de Antioquia. Ama el periodismo tanto como a su vieja.