Columnista:
Laura Ruíz Córdoba
Estamos locos, Lucas, imaginando por enésima vez que esta violencia nos va a salvar de la barbarie de nuestra propia historia. El relato que tenemos de nación está ensangrentado, los caudales de nuestros ríos son fosas de desaparecidos; desde la sobrecogedora cordillera en la montaña silenciosa, el ruido de los fusiles y los cilindros ha sido ensordecedor.
Hoy las calles de las ciudades estallan en el joven grito de la digna rabia sin precedentes. Nos dimos cuenta los hijos del dolor, por fin, que merecemos un mejor presente. Ninguna voz quiere callar. Por el poder de expresarnos, estamos locos, Lucas. Figúrate que en la edad media prohibieron la danza y fue la época más oscura de la humanidad.
La danza es el idioma del cuerpo, cada movimiento es una palabra porque andamos gritando con todo lo que tenemos. Los videos tuyos, Lucas —parece que estamos locos— y lo estamos. Tu corporalidad nos dijo más que el discurso que nos echamos en cualquier asamblea, espacio de debate y conversaciones entre panas. Parece que sí estamos locos, Lucas.
Lucas es cualquiera de los amigos míos con sus saberes y aficiones, cada uno de esos seres contagia el espíritu de otro con una alegría sin razón; celebramos la tragedia. Lucas también soy yo bailando toda una tarde en todos los sitios que habito, haciendo monerías para mirarme con cualquiera de mis amigas y reírnos con los ojos.
Estamos locos, Lucas, si creemos que podemos seguir resistiendo con el cuerpo a las balas de la dictadura. No necesitamos un mártir más y Lucas también son las 46 vidas que nos han quitado en estos escasos días, seres humanos con nombre propio e historia, los dos mil cuerpos violentados y la presencia de las almas desaparecidas.
Nos rompieron desde adentro, nos sobrepasaron y quedó un vacío interno muy parecido a la nada. Con vos morimos todos un poco. Nos mataron algo por dentro; pero seguimos luchando y bailando. ¿Sabes por qué? Porque estamos locos, Lucas.
