Es nuestro turno: desarmemos el odio

Opina - Conflicto

2017-06-28

Es nuestro turno: desarmemos el odio

Tuvieron que pasar 53 años para que la guerrilla de las FARC pudieran (porque una vez lo intentaron y mataron a varios), decidieran defender sus ideas y trabajar por el pueblo desde la palabra y la política y no desde las armas.

7.132 es la nueva cifra de la esperanza. 7.132 es el número de armas que las FARC le entregaron a la ONU en este fin de semana y el martes 27 de junio de 2017, los colombianos sentimos otro paso de gigante en el proceso de paz y en la historia del país.

De Marquetalia, un municipio del departamento del Tolima, pasando por los Llanos Orientales, por el Pacífico Colombiano, por la Región Andina y por la Amazonía, hasta retornar a uno de los municipios que fue protagonista en el fallido proceso de paz con el ex presidente Andrés Pastrana. Al municipio de Mesetas, en el departamento del Meta, han llegado los líderes de las FARC para hacer el pronunciamiento oficial de la entrega de armas y la confirmación de su compromiso por erradicar las balas de su discurso político.

Sí, señores de la oposición. Es un hecho verídico y la misión de la ONU en Colombia así lo confirmó en un comunicado presentado en su página oficial.  No es la Universidad Nacional (ente fundamental en la construcción de paz y responsable de aportar voluntarios y pensadores para la reconciliación en los Diálogos de La Habana y en los procesos de reintegración que inician en las Zonas Veredales) ni son personas disfrazadas ni son montajes del gobierno. Es un hecho real.

¿Si Timochenko, Iván Márquez, Jesús Santrich, entre otros, fueron capaces de dejar su ego y aceptar todo lo pactado con el gobierno, por qué Uribe, la estudiosa Cabal, Paloma Valencia y demás personas de la oposición no son capaces de aceptar que la paz es de todos, no es solo para el presente sino también para el futuro?

Insistamos en que este proceso de paz no convierte a Colombia en una Venezuela, Colombia podrá ser todo menos comunista o, en palabras actuales, castrochavista. Cuando más se acercó fue cuando la UP había logrado imponerse por encima de los partidos tradicionales. Cuando eso pasó, asesinaron a todos sus líderes porque el Partido era considerado el brazo político de las FARC que, para ese entonces, no había dejado las armas como lo está haciendo ahora.

450 observadores hicieron posible un paso que parecía complejo. Pero hay que darles las gracias porque de la mano de ellos se logró hacer historia. Ahora esas armas serán el material para los tres monumentos en nombre del Proceso de Paz en Cuba, New York y aquí en Colombia. Monumentos que demuestran la importancia del arte para hacer memoria.

Por eso también hay que gritar victoria, porque cuando tengamos la oportunidad de verlos de frente, podremos decir que vivimos para contar el momento en que esos monumentos se alzaron en homenaje a la memoria de las víctimas y a la memoria de las tierras que aún tienen manchas de sangre y lágrimas de todos aquellos civiles, soldados y guerrilleros que dejaron la vida por un conflicto que ya no tenía fundamento sino solamente el negocio de quienes veían y ven en la guerra un método para efectuar y mantener el poder político y estatal.

Ya el M-19 y el Quintin Lame o EPL dieron ejemplo en los años 90, por ello considero que en este caso hay que creer con más fuerza. En esa época, donde el terreno político era más inestable, se lograron entregar alrededor de 1000 armas entre los dos movimientos revolucionarios. Hoy son más de 7000 las armas que se descargan del hombro para entregarlas a veedores y garantes que mostraron solidez y veracidad, no solo desde la dejación de armas sino desde el 2012 cuando empezaron los Diálogos en La Habana.

Si las víctimas perdonaron las masacres de Bojayá, de El Salado, del Aro, de Trujillo, si perdonaron el exterminio sistemático de la UP, es porque ellos, que fueron quienes vivieron la guerra, son conscientes del cambio que representa para sus tierras y sus familias, la ausencia de enfrentamientos y de discursos bélicos sin un fundamento ideológico. Es por eso que hay que levantarse de la comodidad del sofá de la casa e ir más allá de los canales de siempre y de los periódicos de siempre. Todos pertenecen a los mismos dueños y esos dueños son amigos de los mismos de siempre en el poder de la política local. Hay que creer en los que dijeron sí y en los que se han desplazado a Bogotá, Medellín, Cali y otras ciudades donde tuvieron que elegir dormir en una calle a ser asesinados por los agentes del conflicto armado.

La esperanza florece. Cuesta creer y reconstruir un nuevo tiempo, pero las bases ya están y la tarea de la sociedad es fundamental. Es momento de asumir una responsabilidad con los que vienen detrás de nosotros. Ya vivimos el rompimiento del tiempo de guerra con el de la paz, ahora nuestra labor, sin importar la profesión, es apostar a la educación y a la pequeña revolución de un lenguaje no retador ni violento, a la pequeña revolución del perdón y del abrazo para generar solidaridad y confianza entre nosotros, pues lo que hemos perdido es la credibilidad en que el otro es bueno así no piense diferente. No todo el que está a mi lado hace el mal.

De nuevo soplan vientos con el mensaje a voces de los líderes de las FARC y del Gobierno de Santos. Esas voces no susurran, esas voces gritan y empuñan las manos de quienes originan el mensaje que resulta contundente: la tarea es de todos. Ya logramos guardar las armas, ahora nosotros desarmemos el odio.

 

 

Andrés Osorio Guillot
Estudiante de filosofía y letras. Interesado en reconstruir historias y narrar al país desde el periodismo. Trabajo temas en cultura, sociedad, memoria, conflicto y literatura.