¿Es la izquierda el verdadero enemigo a derrotar en Colombia?

La opinión pública es y seguirá siendo moldeada por medios de comunicación al servicio de conglomerados empresariales que no les interesa un desarrollo equitativo, sino seguir profundizando brechas para radicalizar su dominio y poder.

Opina - Política

2018-05-27

¿Es la izquierda el verdadero enemigo a derrotar en Colombia?

Pareciese paradójico y, sacado de la más sarcástica tragedia griega, la aberrante fobia que en Colombia se le tiene a todo lo que se asemeje o sea común a la izquierda, o en su defecto al comunitarismo (ojo que no digo comunismo), progresismo, socialdemocracia, política alternativa, lucha por los derechos de los menos favorecidos, o búsqueda de la inclusión y la equidad.

Y es aberrante no por el hecho de que pase en Colombia, pues lo cierto es que es una postura bien extendida en diversas latitudes, como una moda o una tendencia en auge en todas las clases sociales; sino por el hecho de que en esta patria, no boba, sino pendeja, nunca ha gobernado la izquierda, ni nada que se le parezca.

Ni siquiera los gobiernos liberales en el denominado Frente Nacional, se acercaron a lo que en Europa o incluso países vecinos como Ecuador, Uruguay, Chile, Brasil o Argentina, han sido los gobiernos de izquierda o socialdemócratas, que con sus aciertos y desaciertos, han ofrecido una alternativa distinta a sus sociedades gobernadas en demasía por los partidos políticos tradicionales.

Todos los males posibles que Colombia puede tener en el futuro, según este sesgo, se conjugarán sí y solo sí un gobierno de izquierda, como por ejemplo el de Gustavo Petro llegase al poder. Lo peor de todo es que si aplicamos un poco de método científico a tal aseveración, no se le encuentra asidero o fundamento razonable alguno. Pues no existe una base o un supuesto sobre el cual contrastar tan afirmada y difundida postura.

Escucha uno hablar con tal seguridad a los ciudadanos de a pie que si Petro o incluso Fajardo llegan al poder, vamos derechito a ser una Venezuela bajo la argucia del castrochavismo. Sorprende la certeza con que la gente afirma tal absurdo, pero sorprende aún más, el poco enfoque revisionista aplicado a este sofisma por quienes lo difunden, pues si fuésemos mínimamente sensatos, sabríamos que durante muchos años y en muchos aspectos, hemos adolecido igual o aún peor, de las desdichas sociales, económicas y culturales que hoy en día padece nuestro vecino oriental. Claro está que lo hecho por Nicolás Maduro en Venezuela, es un adefesio de descomunales proporciones, cuyo análisis merece un acápite aparte.

Firmado el acuerdo de paz con las FARC, en respuesta al anhelo de millones de colombianos que por décadas fuimos testigos e incluso víctimas de la sangrienta guerra entre este grupo insurgente y el Estado colombiano, pareciese que al establishment o statu quo nacional, se le acabaron los argumentos para sostener su evidente manipulación ideológica a los millones de colombianos que aún piensan que es mucho más lo que tienen para agradecerle a los gobiernos de turno, que el reproche y aborrecimiento que en verdad merecen por sumir al país en el atraso, la ignorancia, la violencia y el subdesarrollo, llevándonos incluso a ocupar los primeros lugares en desafortunados rankings internacionales, como por ejemplo, uno de los países más desiguales del mundo, o con peor distribución de la tierra y riqueza, o con mayor índice de pobreza en América Latina y el mundo; eso sin mencionar otros desventurados honores recibidos a lo largo de los años por instituciones tan serias como CEPAL y la ONU.

Incluso fuimos declarados como un estado fracasado en el año 2005, según el índice Global de Estados Fallidos de la revista Foreign Policy y el Fondo para la Paz. “El tránsito de Colombia por el muro de la vergüenza en materia de precariedad estatal ha tenido otros dramáticos momentos, en lo que va del siglo se le ha catalogado de Estado “en vías de fracaso” (Mason, 2000), “débil” (McLean, 2002) y “parcialmente colapsado” (Pizarro 2004)”.

Pero la pregunta es, si en Colombia no hemos tenido en décadas, incluso siglos, un gobierno de izquierda ¿de dónde proviene tan acentuada animadversión a todo lo que huela a tal corriente política? Lo primero que uno piensa es en el encostrado odio a las guerrillas, el cual se entiende perfectamente, pero en un escenario como el actual donde estas han perdido su capacidad militar e incluso carecen de poder político, legitimidad y alianzas reales con movimientos políticos alternativos, no pareciera un argumento de mucho peso.

Revisemos por otro lado. El maestro Umberto Eco sostenía que “desde el principio se construyen como enemigos no tanto a los que son diferentes y que nos amenazan directamente, sino a aquellos que alguien tiene interés en representar como amenazadores aunque no nos amenacen directamente, de modo que lo que ponga de relieve su diversidad no sea su carácter de amenaza, sino que sea su diversidad misma la que se convierta en señal de amenaza”. E allí un indicio, una pista, una señal de lo que en nuestro desafortunado destino como nación ha venido sucediendo. Y Continúa Eco “Una nueva forma de enemigo será, más tarde, con el desarrollo de los contactos entre los pueblos, no solo el que está fuera y exhibe su extrañeza desde lejos, sino el que está dentro, entre nosotros. Hoy lo llamaríamos el inmigrado extracomunitario, que, de alguna manera, actúa de forma distinta…”.

Esto, para agregar que asociado a la representación social de la izquierda está el concepto del pobre, del marginado, del desprotegido, del vulnerado, del diferente, que delinea una amenaza constante a nuestra “pureza”, no racial porque no existe en este país de mestizos, sino social e imaginaria. Lo pobre, lo marginal o lo diferente se opone a la representación de ciudadano de bien, religioso, buen cristiano, cívico, patriota, que trabaja duro, que va a la iglesia, representación que ha sido extendida como ejercicio de poder y control social en lo que Foucault ha llegado a denominar como proceso de normalización.

La clase media emergente en Colombia ha venido creciendo en número y voz y ha sido cooptada por el discurso del statu quo a través de narrativas diversas emanadas de la historia oral y difuminadas por los medios que respaldan el poder, dígase iglesia, fuerzas militares, empresariado y medios de comunicación, dejando prácticamente sin margen discursivo a las construcciones simbólicas alternativas, representadas en otras fuerzas sociales como las ONGs, organizaciones comunitarias, sindicatos entre otras. Esta clase social emergente ha sacrificado su juicio crítico en contraprestación a ocupar un lugar en el escenario de desarrollo y progreso neoliberal, cayendo en un simplismo que le posibilita una fácil adaptación al discurso dominante.  

No deja de asombrar que precisamente ese imaginario y narrativas dominantes sobre la izquierda, calculadamente construidas, provengan en su mayoría de élites o grupos de poder que aglutinan el 80% de las tierras productivas y restringen las posibilidades de desarrollo de millones de colombianos sumidos en la pobreza.

Esas élites que han impedido a toda costa una reforma agraria necesaria, que además ha sido la base de buena parte de los conflictos del país. Aquí cabe recordar la famosa frase de Simone de Beauvoire “El opresor no sería tan fuerte, sino encontrara cómplices entre los propios oprimidos”.

Tal desfachatez de sociedad, es esa misma que adora a Popeye, como una leyenda merecedora de toda la admiración del pueblo colombiano, pero al mismo tiempo, desconoce a sus grandes figuras académicas, científicas y literarias, que permanecen en el olvido y anonimato, especialmente, entre los más jóvenes. Esa sociedad que rechaza un proceso de paz, pero que legitima prácticas corruptas y delictivas en su cotidianidad sin ningún asomo de repudio.

La opinión pública colombiana es y seguirá siendo moldeada por medios de comunicación masivos al servicio de conglomerados empresariales que no les interesa un desarrollo equitativo, sino por el contrario, seguir profundizando brechas para radicalizar su dominio y poder económico, social, cultural y político. Mucho menos les interesa una sociedad bien informada y con un alto nivel educativo, porque bien claro tienen cuál sería la consecuencia de ello.

La lucha de clases no la promueve la izquierda, no la promueve un candidato como Gustavo Petro, ni como Sergio Fajardo; la lucha de clases existe como fenómeno socio-histórico dinámico y en evolución, radicalizada precisamente por quienes estigmatizan cualquier iniciativa política alternativa con la intención de perpetuar su dominio. La movilidad social en Colombia es escasa.

Tal como lo señaló el Premio Nobel Joseph Stigliz: “el 90% de los que nacen pobres, mueren pobres por inteligentes y trabajadores que sean, y el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, por idiotas y haraganes que sean”.

El discurso de los medios de comunicación que es difuminado y repetido sin fundamento por millones de ciudadanos, desacredita el papel de los sindicatos, los movimientos comunitarios el papel de los líderes sociales y los defensores de derechos humanos. Los presentan como una amenaza a una estabilidad artificiosa que oculta los verdaderos males del país y que solo beneficia a una minoría.

Frecuentemente los relacionan de manera arbitraria y elaborada a la guerrilla de las FARC con tal de desacreditar su función social. Aún peor, en tales discursos se sataniza al indígena, al afrodescendiente, a la comunidad LGBTI, sobre todo si están organizados, frecuentemente se les llama colaboradores de la guerrilla o desadaptados sociales.

¿Por qué? por la única razón que tienen una idea diferente de nación y sociedad, porque conviven con otros valores diferentes a los impuestos durante siglos por los grupos hegemónicos de poder, porque se organizan en movimientos para reivindicar derechos de personas y colectivos que frecuentemente son vulnerados, bien sea por el estado, los grupos armados o las multinacionales.

Para concluir, vale la pena formularse un par de preguntas y máxime en un escenario de elecciones tan cercano ¿Es la izquierda el verdadero enemigo a derrotar en Colombia? ¿O precisamente la representación social de la izquierda es la excusa para ocultar los verdaderos problemas que merecen nuestra atención como ciudadanos?

 

Fotografía cortesía de Semana.com

( 1 ) Comentario

  1. Excelente columna, seguiré atento a sus siguientes escritos. Muy buena manera de descifrar la oligarquía colombiana y siempre habrá o existirán los pobres que se creen ricos que alimentan la oligarquía.

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Diego Jaramillo
Comunicador Social y Periodista, Especialista en Estudios Políticos y Magíster en Comunicación. Me apasiona la literatura y la escritura en todas sus formas.