Póngase usted a reflexionar: cuando salimos a la calle miramos de manera automática a la persona que se tropezó, al accidente que hubo, al que está haciendo el ridículo, a quien tiene alguna discapacidad o defecto físico saltante a la vista, al que sale con cuadros y rayas, al que usa gafas oscuras en la noche y miles de etc. Nosotros miramos con tal prontitud cualquier cosa que nos dé derecho a criticar o burlar, que las carteleras con información cultural o el periódico que tengamos en mano pasan automáticamente a un segundo plano; ¿cómo nos vamos a perder la pelea de esa pareja sentada al lado de nosotros en el bus o en el metro?
Quien no haya actuado al menos una vez de la manera descrita en lugar de tirar la primera piedra, sálgase de este escrito. Este artículo no le interesa porque usted no ha querido mirar quiénes son los protagonistas de un escándalo, ni ha querido escuchar los insultos de uno a otro, ni se ha inmutado ante la caída por un tropezón de alguien en la calle. Este texto está dirigido a todos aquellos cuyo instinto curioso nos ha hecho mirar la caída, la discusión, el accidente o el escándalo; una curiosidad que se ha encargado de conducir la atención de muchas personas a un hecho sin trascendencia alguna.
Es justamente esa curiosidad de ver la discusión y saber quién tiene la razón (o para tener nosotros la postestad de dar el veredicto), lo que ha virilizado muchos momentos de la vida cotidiana. Infortunadamente, ese fenómeno no fue indiferente a las redes sociales y al internet general tras su surgimiento, por lo que hoy no se vuelve viral la programación cultural del Museo de Arte Moderno, ni la última obra de Teatro presentada en el Matacandelas; como tampoco se vuelve viral un YouTuber que hable de política (a menos que hubiese cosechado fama antes a partir de otras cosas como es el caso de Daniel Samper).
Se vuelven virales las cosas por las que la gente no tenga que pensar, porque pensar agota, exige, pone a prueba; es por eso que lo viral tiene como principales características que la gente pueda ser juez o que se pueda burlar. Ese es justamente el motivo por el cual para la mayoría es más fácil dar click en un video de alguien haciendo el ridículo y por el cuál ese video ridículo se vuelve exitoso.
Muchos se han quejado de que la culpa es de las nuevas generaciones y de los productores de contenido para la web y no, no es sólo su culpa. Si conociéramos muchos casos virales donde se enseñe o eduque, se fomente el pensamiento, se cuestione la vida etc., entonces partiríamos de la idea de que para que algo sea viral, no se necesita hacer algo estúpido.
Y, tal como mencioné algunos ejemplos al principio, lo que pasa en redes es sólo un reflejo de lo que pasa en la vida real: ¿es más fácil para usted detenerse a ver una obra de arte o a ver una pelea? ¿Es más fácil para usted detenerse a escuchar a alguien que tiene algo para decir acerca del sistema, o a alguien que esté diciendo o haciendo estupideces para causar risa? Y aun así, criticamos la parrilla de programación de nuestros canales nacionales porque no enseñan o educan, pero ¿cómo podrían atreverse a hacer un programa educativo o cultural en horario prime time? Su fracaso sería equiparable al de los blogs de personas que escriben poesía en internet o los canales de YouTube de personas que no hacen retos estúpidos ¿la culpa es entonces de los productores o de los consumidores de ese contenido? Si hay demanda ¿cómo no va a haber oferta?
Esta semana ha saltado a la fama inmediata una mujer que, en un video con el ánimo de apoyar a la selección Colombia en la Copa América, canta en tono jocoso “epa Colombia, rico, rico” y dice algunas cosas igual de irrelevantes. Sin embargo el video se volvió más viral que la noticia de que, esta misma semana, se hundió la sanción por ausentismo en el Congreso (justamente por no haber quórum) Por fortuna dos días después prosperó, pero el ejemplo es para que comprendamos que por pereza dejamos de prestar atención a cosas importantes y viralizamos cualquier bobada.
Todos tenemos claro que el video se volvió viral porque genera risa, burlas y todo tipo de críticas, muchos y muchas lo han compartido en sus propios perfiles de Facebook y se ha vuelto un hit de proporciones gigantes (tanto que hasta canción mezclada con Dj sacaron). Si nos quejamos tanto de la basura de contenido, ¡Epa, epa! ¡Sí que sería rico, rico, rico que compartiéramos con la misma facilidad contenidos de calidad!
Publicada el: 19 Jun de 2016
Me gusta lo que ha escrito, me alegra ver y leer a gente como usted que no necesita insultar, ni perder los rieles para explicar y presentar su punto de vista.