¿Qué es la felicidad? ¿Cómo es? ¿De qué color se viste? ¿En qué lugar se encuentra? ¿Cómo baila? ¿Qué tono de voz tiene? ¿Contra quién se enfrenta?; ¿Qué es la felicidad para un niño en San Onofre, en Sucre o en El Tambo, en Nariño? ¿Qué es la felicidad para un niño tayrona que en la espalda de su madre recorre la Sierra?, para el hijo del soldado qué no ve a diario a su padre, para el hijo del desmovilizado que apenas conoce a su padre. ¿Con qué se come la felicidad un niño wayuu en La Guajira? ¿Cómo recorre la selva amazónica?
La felicidad se viste de todos los colores, la felicidad se esconde en el sonido de un arpa y en las melodías de las cantadoras del Caribe, se mueve con el viento que sopla sobre las casitas en San Andrés, se mueve con el viento que sopla sobre la sabana, camina con los indígenas del Cauca, entona los cánticos de la movilización estudiantil, llora con las madres de los jóvenes de Soacha, la Felicidad está en cada lucha, en cada sendero que camina el campesino, la felicidad está en cada hoja que se cae de un árbol de mango en una calle en Valledupar.
Hay pedacitos de Felicidad flotando en cada rincón del país, hay pedacitos de felicidad en Putumayo, en Vichada, en Vaupés, en las melodías que salen de la Marimba a orillas del rio Guapi, en los sabores y olores de Palenque, hay pedacitos de felicidad en la fuerza que nos mantiene en pie.
La fuerza que mueve los pies de los campesinos que se “paran” por la igualdad, por derechos arrebatados a manos de un Estado que pone por encima de su gente un modelo extractivo, excluyente, empobrecedor. La actividad extractivista que es una bofetada al campo, a nuestros recursos naturales, especialmente a nuestro futuro.
La fuerza de aquellos colombianos que caminan por nuestro bienestar, que son hostigados, ajusticiados, asesinados por la represión de otros colombianos; sin embargo, siguen caminando o están de pie, porque entienden el valor de lo nuestro, de la equidad que promueve el verdadero progreso; equidad no solo en términos de tierras o riqueza, sino en oportunidades, equidad que está en la capacidad de tomar el camino que deseen porque en cualquier sentido al que se muevan tendrán las mismas oportunidades que cualquier otro colombiano.
Sólo en la medida en que miremos el campo y la ciudad como una unidad, en la medida en que el estándar de vida con el que deseo vivir sea el mismo por el que trabaje para garantizarlo a los demás, sólo cuando entendamos que no necesitamos seguir esquemas foráneos para conseguir el bienestar que deseamos, cuando entendamos que nuestra piedra angular, nuestro soporte es lo rural, y que el desarrollo debe empezar por suplir la deuda histórica que tenemos con el campo, cuando a pesar de nuestras particularidades, nos miremos como uno solo, encontraremos la fórmula de la Paz, estable y duradera.
¿Cómo nos entrelazamos, nos entretejemos? ¿Cómo hilamos cada pedacito de felicidad y la convertimos en una sola sabana de colores, sabores, olores, que nos arrope completos? ¿Qué es eso que tenemos en cada célula, que nos hace mover los pies, poner la piel contra la espada de los opresores y resistir?
¿Qué tiene en común la madre de Soacha, el indígena del Cauca, el campesino en Boyacá? ¿Qué tiene en común el indígena de la Sierra, el luchador del Catatumbo, la trabajadora del Guaviare, el pescador de la Ciénaga? es el amor, el amor es indiscutible, es irremplazable, es imprescindible, el amor nos mueve, nos hace llorar por la injusticia, nos hace cantar por la verdad.
Hilando cada pedacito de felicidad con la fuerza del amor, nos moveremos, nos moveremos al ritmo de tambores, de gaitas, de arpas, de marimbas, de acordeones; nos moveremos por las luchas ajenas como nuestras, nos moveremos por la felicidad de hacer realidad lo que soñamos, lo que sueña el otro y lo que sueño yo, que no es el mismo sueño, pero el sueño de los otros será nuestro sueño porque nos arropamos bajo la misma sabana, esa que de colores se viste y nos protege.
Esta sábana debe ser la sábana de la dignidad, desde lo humano, desde el amor y la sonrisa hacia el otro, la dignidad que empieza por el respeto a la vida. En la medida en que respeto la vida del ser humano, le respeto sus libertades y lucharé por su dignidad; en la medida en que respeto la vida de la madre tierra, respeto sus ríos, sus páramos, sus recursos y lucharé por su conservación, en la medida en que respeto la vida de los animales, lucharé por su protección.
La vida del campesino, la vida del pescador, la vida de los trabajadores, la vida de los estudiantes, la vida del soldado, la del desmovilizado, entretejidos por el amor, con el hilo de la dignidad; “¡Parándonos duro!” esa es la Paz estable y duradera.
Publicada el: 9 Jun de 2016