Qué escenario pintoresco nos brinda la realidad
cuando vemos el Gobierno, con esa fiesta animal
entre ratas y viejos zorros, que guían a este platanal
nos espera un desenlace, que vale la pena contar.
Los odios y las discordias, son hoy la cuota inicial
de aquellos que solo buscan un interés personal
mientras el pueblo jodido, anhela la oportunidad
de ver por fin realizado su sueño de humanidad.
Columnista:
Juan Macías Pabón
Si entre ratas y viejos zorros pretendemos obtener para nuestro país y sus habitantes una política que propenda por los menos favorecidos y que cree las condiciones necesarias para que cada colombiano tenga una realización personal, económica, espiritual y social; entonces el chiste se cuenta solo.
La idea de nación, de estabilidad, protección e igualdad, no puede estar en el corazón (si es que tienen) de aquellos que solo luchan por un interés personal. Esos que quieren crecer, crecer y crecer, sin importarles cómo o por encima de quiénes deban sobrepasar.
Es ahí donde surgen cuestionamientos como ¿qué debemos hacer para cambiar nuestra realidad, y poner en la primera línea a las personas que realmente tengan el interés de unirnos y transformarnos como país? Somos nosotros como pueblo quienes decidimos; está en nuestras manos no elegir a los viejos zorros ni a todas esas ratas, que como dije arriba, guían a esta nación.
Y entonces, porque somos nosotros quienes decidimos, debemos ser esos pilares en los que se construya una nueva forma de hacer y de ver la política de Colombia. Es ahí donde entran a escena algunas consideraciones puntuales y fundamentales:
- Es posible elegir a los candidatos sin que estos tengan que costear sus campañas con grandes maquinarias o elevados gastos en publicidad y compromisos; maquinarias que solo les generan una responsabilidad económica con particulares y ven mermadas las oportunidades de trabajar por un bien general.
- Podemos como pueblo, creer en las propuestas de los candidatos y apoyarlos sin tener estos que darnos un incentivo, ayuda, caridad, antes de ser elegidos; si no, exigirles cuando hayan llegado a la posición política que aspiraban llegar.
- Es posible recuperar la confianza en las instituciones y crear una política fuerte e inclusiva, alejada de las dañinas pretensiones, los amiguismos, las elecciones dedocráticas y los intereses de unos pocos.
- Pueden ser parte de un mismo gobierno las diferentes opiniones y pensamientos, si lo que se quiere buscar es un beneficio general.
Las anteriores consideraciones serían la fórmula ideal para corregir el rumbo de este país, ya que, si miramos un momento hacia atrás notaremos que en Colombia todas las cosas en materia política las hacemos mal: acá gana el candidato con mayor maquinaria, a la gente la tienen que contentar con un voto comprado, las instituciones están repletas de elecciones dedocráticas y de amiguismos, y las diferentes opiniones no tienen cabida en los gobiernos de turno. Por eso vivimos entre ratas y viejos zorros.
Hoy, somos dueños de lo que hemos sembrado —corrupción—. Desde el presidente hasta el concejal del municipio más pequeño, pasando por congresistas, gobernadores, diputados, alcaldes y miembros de los demás entes gubernamentales. Los actos de corrupción son el pan de cada día y sin importar la ideología, aquellos que nos gobiernan, tienen el rabo de paja.
Resultará poco creíble, por lo que acabo de mencionar, que tenga esperanza alguna en el que es posible corregir nuestro rumbo y hacer de Colombia un país de oportunidades para todos sus hijos, pero no es así; les confieso que creo y veo posible que esa transformación se puede llevar a cabo.
Remando para el mismo lado, la vaina se hace más fácil. Trabajando en equipo, respetando las diferencias y potenciando las similitudes, podremos construir una mejor Colombia. Acá tenemos todo para vivir bien, tan solo debemos corregir las formas.
Puede que sea necesario un cambio desde la base, y muchos dirán que ya esto no tiene «componte», que los cambios no serán posibles. Yo les diré que las grandes transformaciones se hacen desde los pequeños pasos, visualizados desde un enfoque común. Dando cada quien un poco de sí para lograr un todo para todos.