El Estado es la organización política más importante de la sociedad y puede tener muchas formas. En la sociedad moderna es fundamental la participación democrática porque los ciudadanos pueden elegir y ser elegidos, hacerse parte de los asuntos que competen a todos, decidir sobre el rumbo de la nación e incidir en las políticas del Estado.
Producto del descrédito de la clase política, la población manifiesta que no gusta ni se mete en cosas políticas, sin embargo, la política afecta todos las esferas de la vida, impacta todo y a todos, de manera que es iluso pensar en tener buenas políticas públicas cuando elegimos a las personas menos indicadas.
No eran unas elecciones más, el futuro de Colombia estuvo en juego este 11 de marzo. Al elegir los cuerpos legislativos, le estábamos delegando la potestad a otra persona que decidiera por nosotros, por lo tanto debíamos conocer sus planteamientos, trayectoria política, e inclusive su vida personal, porque esa persona es una figura pública, sus actos deben ser de conocimiento público.
Si te iban a representar, debías tener unos requisitos mínimos para merecer tu apoyo, por lo menos: Haber demostrado ser una persona honesta, transparente, responsable, que verdaderamente luchará por el bien común y no por el bien propio, que no se haya apropiado de los recursos del Estado para su beneficio particular, que si había desempeñado cargos públicos lo haya hecho con altura y transparencia política, que no esté investigado por nexos con algún grupo armado delincuencial (o a actos de masacres, terrorismo, etc.), que su vida sea un ejemplo a seguir, etc.
Es decir, se debía saber a quién elegías, y que esa persona te representara bien, que representará los intereses de todos y no los tuyos en particular, porque después no deberías tener derecho a lamentarte si el presupuesto nacional, departamental o municipal se lo apropian para satisfacer sus intereses particulares, si la educación es de mala calidad (y no sigas creyendo que es por los maestros), si el derecho a la salud no es un derecho sino un lamento, si las obras de infraestructura de tu municipalidad son una vena rota por la que se desangra el presupuesto, si la corrupción campea, si no hay empleo digno ni para ti ni para tus hijos, si los recursos naturales se ferian a las multinacionales, si la pobreza es un mal que te aqueja, si no hay oportunidades, si la persona es un fin y no un medio o herramienta para los fines de los demás, etc. etc.
Si no tuviste en cuenta estos elementos mínimos a la hora de votar y pensante que Colombia se modernizaría por obra y gracia del espíritu santo y que el statu quo mejoraría, que tus condiciones socioeconómicas cambiarían porque las estadísticas mostraban que la riqueza cada vez más se concentra en pocas manos y que lo que se distribuye entre todos es la pobreza, te equivocaste.
Ahora bien, que la mitad del país se crea falacias como que «nos vamos a volver como Venezuela», “la amenaza castro-chavista”, o “el inminente gobierno de las Farc” y salga a votar despavorido, emberracado y con miedo colectivo demuestra el inmenso poder de los aparatos ideológicos del estado (religión, escuela, familia, justicia, política, medios de información, cultura, etc), ampliamente tratados por Louis Althusser, hoy son más vigentes que nunca.
El caso de la escuela es fundamental, interpela por el tipo de ciudadano que está formando, ¿Se está formando con espíritu crítico, autonomía y pensamiento libre? o ¿Se está formando en estandarización y adoctrinamiento dócil para “sujetar” el pensamiento, la voluntad y los sentimientos?
Sí queremos espantar estos fantasmas debemos seguir apostándoles a la educación emancipadora, a la escuela como maestra de la vida, al fortalecimiento de los valores que no permita quebrantar nuestro pensar, ser y actuar, a la enseñanza de la historia para no cometer tantos errores y a la unidad de los casi dos millones quinientos mil indignados de Colombia que tenemos la tarea de tender puentes hacia nuestros propios hermanos, aquellos sectores sociales anestesiados, adormecidos y desinformados por el establecimiento al crear por ficción enemigos y culpables.
Son nuestras principales herramientas, las razones, los argumentos, la evidencia histórica y el discernimiento. Sólo así podremos develar los verdaderos fantasmas, los reales, los cotidianos, ya está bueno de creer que el “Armagedón” de Colombia está más allá de nuestras fronteras, falso, lo tenemos enquistados en nuestros propios tuétanos.
Muy pertinente el mensaje con influencia reflexiva que dejas. La invitación a educarnos es de inmediata urgencia, me gusta cuando te refieres a crear puentes entre nosotros mismos, hay quienes conocemos que pueden incidir en el pensamiento o mentalidad del otro pero de algún modo, intentarlo es lo mas sencillo aunque en el ejercicio, influir en cambiar un imaginario cultural y social arraigado por la religión e influencia por una doctrina conversadora es bastante complejo. Puedo decir que con mí madre funciono, la convencí pero ahora será mas complejo, teme que Colombia de venezonalise….
El cambio y el progreso de un país, comprende directamente desde la calidad de nuestros pensamientos, ver mas allá de la simple apariencia, la escuela es ese puntos de partida, es el escenario propicios, para nuestro niños y jóvenes desarrollen sus habilidades y capacidades criticas, analíticas y cuestionar verdades absolutas,..excelente articulo de verdad, señala realidades de nuestra sociedad con respecto al presente de nuestro país.