Columnista:
Gyhid Jeswen Rojas Cardozo
Todos hemos tenido un vecino o una vecina que está llena de problemas y, aun así, está todo el día en la ventana viendo lo que hacemos para contarle a quienes viven con él o ella lo que pasa con los otros habitantes de la zona; en el contexto latinoamericano esa vecina es la nación colombiana. Siempre es importante y útil saber que quien vive junto a nosotros no enloquecerá y nos atacará cuando menos lo esperemos, pero también es indispensable saber qué pasa dentro de la casa; si solo miro para afuera no sabré qué se quema en la cocina, si se inunda el baño o qué se entierra en el patio.
Colombia y algunos de sus gobernantes advierten al mundo qué pasa constantemente en Venezuela y va a diversas conferencias a contar las violaciones de derechos humanos, democracia, economía y demás problemas que tiene el país de al lado, como cuando en una tarde, tomando tinto, la vecina habla de los hijos de la familia de la casa siguiente y se queja del exceso con que los padres someten a los niños vecinos a golpes y humillaciones.
Hace campaña en Estados Unidos y Perú anunciado a gritos que lo mejor es elegir a personajes como Trump o Fujimori pues solo al escogerlos a ellos no se correrá el peligro de ser como Venezuela. Como esa vecina que detesta tener niños cerca y, aun así, les dice a todos los de la manzana la mejor forma de criarlos.
Critica y pelea con Nicaragua por San Andrés y le dice al mundo entero: «ese departamento isleño es muy importante para nosotros» cuando ni siquiera los voltea a mirar en el momento en el que más necesita de su Gobierno. Es esa misma vecina que jamás rocía los árboles del sector; pero tampoco permite que otros lo rieguen con la excusa de que es suyo y solo ella podría hacerlo (aunque realmente no quiera).
Es esa nación que grita, se toma fotos, hace análisis semanales y recolecta ayudas para las víctimas de violaciones de los derechos en Chile, pero deja morir de hambre miles de niños en el Chocó y la Guajira. Cuando Argentina se veía sometida en las crisis económicas y sociales, Colombia ya decía que el monstruo comunista se tomaría el país del Río de la Plata, pero dejaba, en su interior, cada vez más pobres y endeudados a los ciudadanos colombianos de estratos 1, 2 y 3 dejando al país en un importante ranking: el de los países más desiguales del mundo; es la típica vecina que no tiene para darle de comer a su familia, pero va a comprar ropa a los mejores almacenes y no duda en endeudarse para gastar gran parte en fiestas con sus amigas.
La nación que critica la intromisión de Rusia en Cuba y Venezuela, pero invadió el cielo y suelo de Ecuador y Venezuela con la excusa de hacer frente a grupos al margen de la ley. Estuvo en contra de la falta de división de poderes en Venezuela, pero hace reformas y pone puestos a dedo con lo que une cada vez más las ramas de poder haciendo lo mismo que critica; así como esa persona que ama el chisme, pero critica a los chismosos.
Así, los gobernantes de Colombia están siempre atentos a lo que pasa en y con los países vecinos e involucran en todo a quienes no son de su selecto grupo, con la eterna y repetida idea del castrochavismo, pero no ven el problema interno, los miles de muertes por abandono estatal, los abusos de poder y corrupción que hacen cada vez más insostenible la vida para el colombiano promedio.
Sin embargo, lo más preocupante es la fuerza de sus rumores en los habitantes de Colombia, quienes solo tienen acceso a la información que las amigas de la nación comparten y creen ciegamente que estos rumores que quieren esparcir miedo y odio por los vecinos, son reales, y logran enfrentar a unos con otros; es ahí donde entra ese criterio propio, usted cómo lector, ciudadano y humano tiene la misión de ir más allá y no dejarse llenar con los odios de un país engañoso que nos muestra las desgracias ajenas para que ignoremos por completo las nuestras.