Con la llegada nuevamente de la ultraderecha al poder en Colombia se ha desatado una cruzada en búsqueda del silencio: ha sido evidente el afán, casi desespero, de la bancada de gobierno en cabeza de Álvaro Uribe por acallar las voces en la orilla contraria.
Parece resultar incómodo para los miembros y afines al gobierno, las diferentes voces alternativas que lograron posicionarse después de los comicios anteriores, así como las nuevas ciudadanías que tomaron un nuevo aliento desde la firma del proceso de paz.
Sus desmedidos intentos de sabotaje a la Justicia Especial para la Paz, se muestran en la ya conocida estrategia de artimañas y mentiras insertadas en la opinión pública para el descrédito de su función y conformantes. Además, se han dado rápidas aperturas de investigación a la presidenta de la jurisdicción, Patricia Linares y al magistrado Ramelli, en una comisión de acusaciones que se ha caracterizado por su pasividad ante otros tipos de denuncias graves y/o personajes afines a la casa de gobierno y las élites en el poder.
Han torpedeado con objeciones, emanadas por el presidente Duque, para impedir el pleno funcionamiento de la JEP y así devolver lo que ya es cosa juzgada por la Corte Constitucional, que dio vía libre a la implementación del estatuto que dará vida total a su funcionamiento.
Se busca, por medio de la extradición, repetir la fórmula de callar las voces de los actores del conflicto, llevándose la verdad a calabozos en Estados Unidos, donde se diluirá y silenciará la voz de la verdad del conflicto -así como ocurrió en la desmovilización paramilitar durante el gobierno de Uribe-.
Desde otro frente, en el Senado, se han hecho varios ataques al libre trámite y votación de las objeciones al estatuto de la JEP. Hasta la fecha de esta columna, es evidente la intención de las bancadas defensoras del acuerdo de derrotar las objeciones hechas por presidencia, así como ya sucedió en la cámara.
El bachiller Macías, presidente del Senado, busca por medio de una infundada tutela, tumbar la derrota sufrida por el gobierno en Cámara, así como enlodaron y ralentizaron el debate de forma grotesca en el Senado, a pesar de haber sido impuesto en el orden del día por medio del estatuto de oposición.
De forma evidente y sin escrúpulos, se llevó a cabo un debate que duró más de 4 horas con diferentes intervenciones con ánimo dilatorio, esto derivó en el aplazamiento de la votación en una semana, con el fin de buscar comprar las conciencias en el senado para dar un revés (probablemente a punta de mermelada) a la inminente derrota.
Durante la última sesión plenaria en senado se vio un bochornoso y agresivo espectáculo por parte de miembros del Centro Democrático, quienes desviaron el sentido del debate con ataques y descalificaciones personales, como se evidenció en la nefasta intervención del senador Mejía, que dejó de lado el razonamiento lógico y la decencia para tratar de terroristas y asesinos a sus contradictores (esto con una generosa cantidad de tiempo otorgado por su copartidario conductor del debate, el presidente del senado Macías), en una exposición cargada de odio y falta de inteligencia.
En el debate cargado de violencia en el lenguaje, se desnudó la motivación de Uribe y su Centro Democrático, con expresiones como: “yo prefiero 80 veces al guerrillero en armas que al sicariato moral difamando”.
Uribe mostró su deseo de ver nuevamente correr sangre en los campos de la confrontación política ya que, refiriéndose ex combatientes e instigando a los líderes de la oposición a tomar las armas, tiende una trampa para justificar el asesinato y posterior silencio de las incómodas voces alternativas, que en el Senado han mostrado coherencia en la defensa de la paz y la férrea oposición a las triquiñuelas, que quieren ser impuestas desde el legislativo para retornarnos a la guerra, profundizar la inequidad y mantener el estatus quo de las élites tradicionales en el poder.
Durante su intervención en este último debate, Uribe – tal vez pensando que no iba a ser escuchado en los micrófonos- remata con los insultos “sicario, sicario, sicario”, en un ataque verbal hacia el Senador Petro.
Estas palabras con tinte acusador, viniendo de un personaje como Uribe, son casi una motivación para la estigmatización y posible atentado a la integridad a las personas señaladas, por parte de fuerzas oscuras.
Ya en el pasado, cuando el ahora senador ha dado calificativos como guerrilleros, pro FARC, aliado del terrorismo, desteñido militante del ELN entre otros; han resultado amenazas, atentados e incluso la muerte de quienes reciben estos adjetivos o declaran en su contra, otra situación que resulta en el silencio.
Posteriormente en el debate se dio en una de las tantas épicas replicas (peinadas) de Gustavo Petro al uribismo: con un lenguaje sosegado e inteligente, demostró el miedo que inspira la verdad en el expresidente Uribe y su séquito, como lo enunció con frases como: “les daña más que la violencia bélica de las montañas, la verdad en el parlamento”, “por eso nosotros defendemos la JEP, porque permite la verdad, y sobre la base de la verdad nos permite la reconciliación”.
A esta nueva trama se suman las destituciones de Antanas Mockus del Partido Verde y Angela María Robledo del movimiento Colombia Humana, quienes hacen una notable representación de millones de votantes que eligieron fuerzas de centro izquierda en el país y que se han convertido en voces críticas resonantes en la escena política nacional.
Sus procesos de nulidad electoral, aunque se dan por causas diferentes, resultan en el mismo efecto: el silencio de las voces de oposición como es característicos de los regímenes totalitarios.
Llama la atención la celeridad con que se dan estos procesos y el consecuente resultado adverso, a diferencia de procesos que, con el mismo efecto final, duermen durante años en las cortes, como por ejemplo la lentitud en procesos de perdida de investidura de Sara Piedrahita, quien es una notable ausentista -como lo demostró el equipo de #TrabajenVagos- la servidora pública debería estar en diálisis por presentar tantas infecciones urinarias como motivo de excusa para faltar a las sesiones.
O qué decir del caso de la actual vicepresidenta de la nación, quien obtuvo un rápido resultado favorable para mantenerse en su cargo a pesar de tener un caso similar por doble militancia como la representante Robledo.
De la misma forma, múltiples procesos anteriores con características similares han resultado favorables a figuras poderosas como Viviane Morales, Vargas Lleras y otros. El doble rasero deja mucho qué pensar.
El proceso contra la curul de la representante Ángela María Robledo muestra un evidente afán para silenciar a la oposición. Se basa en la idea de que incurre en doble militancia, porque se inscribió a como fórmula vicepresidencial sin haber tenido en cuenta el tiempo suficiente para renunciar a su curul anterior y a su partido Verde, para la siguiente elección.
Este aspecto debe analizarse: la norma, que habla de la siguiente elección, debería ser interpretada como la siguiente elección de Senado y Cámara. En ese caso, ella no se inscribió para ser representante a la Cámara, sino como fórmula del candidato de Colombia Humana, que por cierto, no es oficialmente un partido puesto que le fue negada su personería jurídica a pesar de los 8 millones de votos obtenidos. Robledo tampoco es militante del MAIS, otro de los partidos participantes de esta coalición.
Esta decisión conforma un ataque al recientemente puesto en marcha, Estatuto de la Oposición, que hace parte de nuestra constitución: esta curul es el producto de la aplicación de esa norma. La decisión en única instancia y la imposibilidad de reemplazar la curul con el siguiente de la lista (no existe reemplazo), parece lapidar y sellar una baja sensible a la oposición, cerrando el paso a política decente, de representantes como Ángela Robledo.
Como terrible adenda, se presenta la muerte de Dimar Torres, un eslabón más de una cadena de muertes de líderes sociales y excombatientes desmovilizados de las extintas FARC, que se ha acrecentado de forma paralela desde la llegada del gobierno Duque.
En este dantesco capítulo, el desmovilizado es asesinado, violado, castrado y mutilado por miembros del Ejército Nacional, según las imágenes y evidencias recopiladas por la comunidad a la cual pertenecía Dimar.
En la estrategia del silencio, el ministro de defensa busca convencer a la opinión pública de que se trata de una muerte accidental por un forcejeo que resultó en la muerte del exguerrillero, pero todo esto está en contravía de las evidentes imágenes que circulan en redes que muestran el horrible asesinato e intento de ocultamiento (desaparición) por parte de los miembros de la fuerza pública.
Este último suceso refleja el posible regreso de prácticas de eliminación, como los asesinatos cometidos por agentes estatales, conocidos como falsos positivos, y se demuestra el aparente afán encubridor del ministro, quien debería renunciar de forma inmediata por este episodio.
La búsqueda del silencio está en marcha, su estrategia está montada en múltiples frentes de acción, la oposición y las nuevas ciudadanías resultan incomodas al establecimiento, no les sirve perder el caudal electoral que motiva la guerra y les destruye que se conozca la verdad del conflicto desde todas las aristas.
Como ciudadanos debemos defender la democracia y la paz, una motivación colectiva puede desnudar a las fuerzas retardatarias de nuestro país y derrotarlas para vencer el silencio y por fin conocer la verdad, sanar y avanzar como nación.
Posdata: No olvidar la estrategia de silencio alrededor de Avalbrecht y la Fiscalía de Martínez, ¿para cuándo tendremos investigaciones como las de Perú y otros países?
Foto cortesía de: KienyKe
Ese señor Dimar Torres no era mas que un guerrillero, no hagan tanto escándalo por eso.
Tristemente, la historia del terrorismo de Estado se repite en todas las épocas con el silencio cómplice de las élites, funcionarios cobardes y cipayos de este país de criminales y bandidos.