Elogio de la facilidad

Opina - Política

2017-08-01

Elogio de la facilidad

La política colombiana –en su mayoría- es una constante regresión al huevo. Si alguien me llegase a preguntar cuál es el rasgo que define, en su totalidad, sin reduccionismos, a la gran mayoría de la política colombiana, diría que es su constante inclinación a la facilidad.

La facilidad es una mirilla que da cuenta de la forma de hacer política por parte de muchos en el País del Sagrado Corazón. Políticos, política, todo es fácil: recibir dinero –a las espaldas- allí, mentir acá, exagerar ahí, tergiversar por aquí, esconderse allá, etc. Las anteriores acciones son fáciles ya que su historial devela que han construido redes y alianzas de descomposición política y corrupción que les permiten –a muchos- accionar de forma cómoda, sencilla e impune.

La facilidad nos caracteriza: ante un desencuentro, una guerra mediática. Ante un conflicto, una guerra . Ante una crítica, una guerra. Así nos sirve, así nos funciona: no creemos en esos petulantes, engreídos y presuntuosos procesos –difíciles- del diálogo, la educación y el respeto; esos solo sirven en otros países “lejanos” y “distintos” que se esfuerzan por procesos de mayor alcance y complejidad. No, nosotros no, nosotros sí sabemos resolver nuestros problemas. Más de 27,000 víctimas de violencia son sólo datos, números y cifras aisladas que lo confirman.

Somos siempre ejemplo, con una cuenta de Twitter y 4,8 millones de seguidores establecemos un nuevo orden comunicativo: fácil, sencillo y “resultón”, y así huimos de la pesada dificultad, de la inoportuna rigurosidad. Se confundía el Maestro Estanislao Zuleta cuando decía: “Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. No se quiere saber nada del respeto”.

No nos ha visto –ni nos verá- el Maestro Estanislao resolviendo problemas con facilidad y excesiva elegancia –obviamente, sin respeto, eso para qué- :sobornos, trinos, relaciones aberrantes entre legalidad e ilegalidad, muertos, matoneo moral, estigmas, amenazas y muchas más estrategias, todo bajo nuestra intachable institucionalidad. Somos una oda a la facilidad.

Vamos por partes…

Parte uno: los embajadores.

Hay dos personajes que son embajadores de la inclinación constante a la facilidad, nos representan en toda su extensión, nos dan cátedra de cómo no complicarse y de cómo ganar elecciones desdeñando los procesos y desdibujando la verdad.

La primera, hace apología a la facilidad desde su discurso, ella no investiga, no hace ciencia, no lo necesita, ella no se enreda –o sí, pero a sus seguidores no les importa-, ella solamente ha dicho: “si uno pone a los negros a trabajar, se agarran de las greñas”, o mejor aún; según ella, los grandes terratenientes de Colombia han sido los afrodescendientes y los indígenas, fácil, sencillo, “resultón”. No hay detrás un análisis histórico (¿para qué?), es más fácil decirlo, que lo crean y que se construyan relatos con esa mentira, es más fácil, más directo, sin esfuerzo.

El segundo, es un político mayor, el jefe, el capataz, y él sí sabe cómo hacer un elogio de la facilidad en cada oportunidad: él está por encima de la ley –o eso cree-, la ley lo complica, entonces la deja sin temor a un lado, y listo: “amigo del terrorismo”, “extraditable”, “castrochavismo”, “Pro FAR”, y lo nuevo: “violador de niños”. Él sabe construir historias simples, sin núcleos, sin catálisis, es un maestro de los relatos planos; dice el nombre de una vereda, pueblo o corregimiento, una situación y un hecho sin comprobar, y claro, unos enemigos identificables, y luego todos sus seguidores empiezan con su eco:

“ELN grupo que controla el municipio de Rafael Urdaneta, Delicias. Frontera con el Norte de Santander, con los pueblos de Erran y Regonbaila. Controló hoy el proceso electoral para la Constituyente de Maduro”. (Ver)

“Comunidad del Cauca denuncia invasión de tierra por parte de grupos armados a consecuencia de falta de seguridad por parte del gobierno (Ver).

“Gbno adjudicó ilegalmente la vía Ocaña-Gamarra, fuente de sobornos llegados también a campaña 2014 pero Santos niega responsabilidad” (Ver)

Parte dos: la facilidad necesita unos presupuestos.

La inclinación constante por la facilidad sólo resulta en algunas circunstancias: todavía hay 5,7% de personas que no saben leer ni escribir en Colombia, todavía hay una de las mayores desigualdades del mundo, todavía hay déficit de vivienda, todavía el gasto total en salud por habitante sigue siendo de los más bajos de América Latina, y todavía en las cárceles hay más procesados que condenado; sabemos mucho de delitos pero no de sus causas. Parece ser que todo coincide para la facilidad.

Se equivocaba el Maestro Estanislao Zuleta cuando decía “Así cómo se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad”.

En nuestro caso el odio por lo extraño se llama Venezuela y el amor por lo propio le llamamos “Antioqueñidad” o “Antioquia Federal”. Igualmente, la facilidad no es del todo espantosa, es más bien una forma de operar –en su mayoría- en la política colombiana, es una lógica de acción, es un principio: no hacer política con esfuerzo, dividir y sacar ganancia.

En este sentido, es fácil legislar sobre el salario mínimo ganando más de 20 millones al mes. Es fácil pedir la guerra y el exterminio cuando sus hijos no son actores del conflicto –son empresarios-. Es fácil abordar el tema de la salud cuando tienen un plan de cobertura total -sin tutelas-. Es fácil hacer política del campo cuando sólo cohabitan con la ciudad, es fácil y simple. Es fácil legislar en la exclusión. Es fácil legislar sobre la familia desde la biblia. Es fácil hacer política en Colombia. Es fácil renunciar al naciente Proceso de Paz con el ELN.

 

Parte tres: la profundidad

La profundidad de la facilidad tiene que ver con una aversión a los procesos. En Colombia los políticos huyen de los procesos, huyen de la larga duración. No les gustan –contando excepciones- los procesos, porque es más simple destruir, es más simple detener.

Por esta razón, el Proceso de Paz con las FARC es antagonista a la forma clásica de operar en la política de nuestro país, por esto hay tanto ruido, tanta molestia, tanto desdén, porque habían apostado a resolverlo por lo simple: matando, pero no se pudo, no se puede y no se va a poder, y entonces, la facilidad a la que nos habíamos acostumbrado de repente exige esfuerzos, tolerancia y aceptación: que los ex guerrilleros estudien, que los ex guerrilleros hagan política de partido, que los ex guerrilleros ya no tengan armas, que los ex guerrilleros vayan al médico, todo eso hay que admitirlo con la grandeza que convoca romper con los presupuestos de la facilidad.

La política en Colombia tiene muchas deudas: históricas, morales y participativas, pero la mayor deuda es salir del fango de la facilidad, con entrega, esfuerzo, y transparencia, asuntos que hasta el momento nos parecen excesivamente difíciles.

Por último, también nos parece difícil tomar, a nosotros los vecinos de las ciudades y los pueblos, de una vez por todas –sin engaños de “independientes”- la política. A la política hay que tomarla y no abusar de ella, hay que tomarla y devolverla a las calles, a las plazas, a los balcones, y a la vida cotidiana. Lo fácil es denigrar, escindir, generalizar, lo difícil es educar y transformar.

 

 

Juan Pablo Duque
Soy un migrante empedernido. Colombiano. Joven (1992) psicólogo social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), magíster en Investigación Psicosocial de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y estudiante de la especialidad en Políticas Públicas para la Igualdad de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso Brasil).