La última novela del periodista Enrique Patiño Ni un paso atrás, es una crónica reveladora sobre el último día de vida de Luis Carlos Galán. Está llena de nombres y señalamientos, un ejercicio arriesgado en un país como el nuestro que no le tiembla la voz para juzgar ni la mano para disparar. Sin embargo, su autor a pensar de todo, no ha recibido ni una sola amenaza, ni él ni yo sabemos el por qué no ha sucedido, pero que bueno que sea así.
“De nada le servirá usted al país cubierto por una bandera y enterrado con todos los honores; ni siquiera de ejemplo, porque a los colombianos acostumbrados ya a la cuota diaria de muerte, de dolor, de sacrificio, no les merece este ningún respeto…”. Este fragmento del libro de Patiño tiene tanta relación con lo que sucede en la actualidad, nosotros los colombianos que hemos visto las atrocidades de la guerra, los dolores de los que aún siguen buscando a sus seres queridos que alguna vez fueron secuestrados, no es más que una muestra clara que ya la guerra no es un honor, que combatir en las montañas contra la guerrilla no es un asunto de salvar o liberar un país, el conflicto colombiano hace años se convirtió en intereses económicos y políticos, en una justificación para infundir el miedo y la rabia, dos gérmenes que hoy en día, cuando más necesitamos de solidaridad, comprensión y crítica, no se puede brindar porque el pasado se desborda en las palabras de los que dicen NO a la paz.
Pienso en Luis Carlos Galán, en su lucha contra el narcotráfico, en su afán porque los medios difundieran su preocupación de que lo iban a matar, que contaran al país que algo se estaba cocinando en su contra y que eso cambiaría a Colombia. Ese 18 de agosto de 1989 ya cuando el sol se había escondido, todo el país pudo ver con sus propios ojos cómo caía uno de los líderes más importantes del partido liberal, todos los ciudadanos pudieron sentir con fuerza el poder de la injusticia, del terror, de la prepotencia que se genera al saber que no hay un Dios que nos salve y que nosotros, fuimos los forjadores de eso.
También es claro decir que somos nosotros en este momento los que deciden qué camino tomar y yo, junto a Claudia Morales en su columna en El Espectador, digo que sí a pesar de todo, porque aunque haya un fanatismo descomunal por los “héroes” de la patria como el senador Uribe, Paloma Valencia, Andrés Pastrana, entre otros, es importante entender que el camino lo forjamos nosotros mismos y tengo la leve sensación, que es más el SÍ que el NO, porque ese NO es una batalla por el interés propio, por la ambición del poder y porque quieren seguir envolviendo a un país con promesas que ellos mismo no pueden creer.
La política colombiana ha sufrido todos las problemáticas posibles, pero siempre ha prevalecido el afán por acabar con los ideales de cambio, por los nuevos caminos que buscan abrir una nueva forma de mirar, por exponer un enfoque nuevo para generar la inclusión de todos y cada uno de los ciudadanos.
Esta vez, vale apostar por el SÍ, porque debemos pensar en los demás, en los que ponen el pecho en las montañas, en los que ponen los muertos, en los que salieron corriendo de sus tierras, en todos nosotros que hemos pagado cada bala que sale de esos atropellados y ruidosos fusiles, es hora de pensar en que después de la guerra puede existir otra forma de vivir.
“Tal vez sobre los cuerpos de los valientes caídos se erija una nación de nuevos valientes. Tantos caídos harán una montaña y desde allí se verá el horizonte”. Creo que del libro esta son las líneas que más profundo calan en nosotros, es solo un llamado de atención para que por fin, podamos darle el respeto, los honores y sobre todo, las gracias a todos los que ofrecieron su vida por buscar una salida a esta Colombia sofocante.