Columnista
Germán Ayala Osorio
Con la aparición pública de Germán Vargas Lleras, radicando en el Congreso su propuesta de reforma al sistema de salud, se da por sentado que regresa a la política electoral. Por los menos, hubo en algunos medios del Establecimiento reacciones positivas en torno al posible regreso de este político. El jefe natural de Cambio Radical (desde 2004) es una vieja ficha del Establecimiento colombiano. A esa colectividad la asocia la opinión pública con la sempiterna corrupción. En su momento, el analista Ariel Ávila, hoy congresista, se cuestionó:
«Son tal la cantidad de miembros de ese partido condenados o investigados que la pregunta es si ingresaron a ese partido ya corruptos o se convirtieron en corruptos en su paso como integrantes».
Vargas Lleras es un político sin carisma. Aunque puede considerar que por su linaje debe, sí o sí, ocupar la Presidencia, la verdad es que su imagen pública es negativa. Además de que se asocia al clientelismo y a las prácticas corruptas de varios miembros de su partido, su mal carácter genera resistencia en el electorado. Los votantes en Colombia prefieren votar por políticos carismáticos como Uribe Vélez, antes de que el país sintiera los rigores de su política de seguridad democrática y los efectos de sus decisiones en política económica, asociadas a la doctrina neoliberal, esto es, a la captura corporativa del Estado y el debilitamiento de la institucionalidad estatal, frente a grandes conglomerados económicos. Otro político carismático es el actual presidente, Gustavo Petro.
Si bien el talante autoritario de Uribe Vélez gustó en sectores tradicionales (godos) de la sociedad, el lenguaje sencillo y procaz del hoy sub judice ciudadano le sirvió para esconder ese talante arbitrario y violento. El asunto con Vargas Lleras es que su fama de ser un hombre de mal genio, no tiene con qué matizarla. En los encuentros con la gente, en especial con los más humildes, el líder de Cambio Radical deja ver su molestia, algo de aporofobia y su poca empatía con los que sufren o piden soluciones a sus problemas.
Es posible que se dé el regreso de Vargas Lleras a la competencia electoral. El 2026 no está tan lejos. El problema hoy de la derecha y la ultraderecha colombiana es que no tienen una figura descollante para ese escenario de futuro inmediato. Por ahora, le van a apostar a las elecciones regionales, no para consolidar un proyecto político distinto al que hoy ejecuta el Gobierno actual. No. La apuesta de la derecha colombiana es a ganar en las regionales para torpedear e impedir la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo de Petro y sus polémicas reformas.