Columnista:
Álvarez Cristian
Chris Rock, es uno de los cómicos más importantes en la historia reciente de Estados Unidos, tal vez porque sabe conjugar muy bien eso de hacer reír a la gente con la dura y negra realidad que viven muchos de quienes habitan ese país.
Hace poco pude ver un aparte de su más reciente stand up en el que se refiere a las tan reconocidas en Colombia “pocas manzanas podridas”.
«Manzanas podridas… es un adorable nombre para un asesino. He probado manzanas podridas, estaban agrias, pero no me asfixiaron», dijo Rock.
En su stand up, Chris Rock, lanzó una lapidaria reflexión: algunos trabajos —como el de policía— no pueden tener «manzanas podridas».
«En algunos empleos todo el mundo debe ser bueno. American Airlines no puede decir: a la mayoría de nuestros pilotos les gusta aterrizar, pero tenemos algunas «manzanas podridas» que les gusta estrellarse contra las montañas».
Y ya sabemos a lo que se refería el cómico, y lo sabemos porque eso que él retrata tan jocosamente es lo que nos toca vivir a nosotros a diario en este país del «realismo trágico». Porque, como dicen en las redes sociales, ser negro y pobre en Estados Unidos es como ser colombiano en Colombia.
Así quedó demostrado al ver que «algunas manzanas podridas» decidieron activar sus armas de fuego de dotación contra los manifestantes que protestaban por el asesinato de Javier Ordoñez—contradiciendo a la alcaldesa Claudia López— para cometer graves abusos, robos y violaciones contra los ciudadanos.
Ya saben, lo habitual entre semana en esta republiqueta.
Pese a los esfuerzos de la prensa por desviar la responsabilidad en esas fatídicas noches hacia los «vándalos pagados por ‘La FAR’, el ELN y cualquier agrupación de izquierda», la confianza entre la Policía y los ciudadanos no está comprometida, simplemente está rota por culpa de «unas cuantas manzanas podridas» vestidas de verde oliva.
En un esfuerzo vano por tratar de compensar la situación y demostrar que ella es quien tiene las riendas de la institución, la alcaldesa Claudia López se reunió con el procurador Fernando Carrillo y el (¿presidente?) Iván Duque para determinar los alcances y soluciones de la actual crisis (que no es nueva y no es la última) en la fuerza pública.
A la vez, la alcaldesa les entregó las 119 denuncias de abuso policial que había recogido el distrito junto a hora y medio de video donde se muestra con claridad a «las pocas manzanas podridas» de la Policía disparando indiscriminadamente y haciendo toda clase de desmanes.
¿Y saben que pasó tras varias horas de reunión para ver cómo se arreglaba la crisis provocada por las «pocas manzanas podridas» y sus implicaciones en el país? Lo que siempre pasa en Colombia: absolutamente nada.
Duque se desentendió de la solicitud de López para retirar de la institución a las «manzanas podridas» que dispararon diciendo que había «ordenado» cotejar qué miembros de la Policía habían usados sus armas y en qué circunstancias, con el fin de dar a conocer esta información.
Pero, eso sí fue tajante en afirmar que, para él, Iván Duque Márquez (de los peores presidentes que ha tenido este país), pese a todo lo que estaba pasando en Polombia no consideraba necesaria la reforma estructural de la Policía Nacional.
¿Se puede ser más cínico en esta vida?
Con Carrillo la cosa tampoco fue del todo bien pues, el procurador se limitó a señalar que va a examinar la posibilidad de convocar una reforma interinstitucional liderada por este ente para proponerla al Congreso. Lo de siempre, lo normal.
Por ahora, como ya dije antes no va a pasar nada con las «poquísisisimas manzanas podridas» que con sus actos pusieron patas arriba a Bogotá porque tal parece que tienen unos poderosos padrinos que les acolitan su accionar e incluso les dicen lo que tienen que hacer desde un humilde ranchito en un municipio de Córdoba.
Tampoco se va a saber a ciencia cierta quien contradijo a la alcaldesa Claudia López y ordenó dispararles a los manifestantes, orden que causó 14 muertos por arma de fuego y más de 72 heridos y contando. Aunque, muchos que andamos pendientes de Twitter ya tenemos nuestras sospechas.
Menos aún nos vamos a enterar en qué van a quedar las investigaciones internas sobre actos criminales como vandalismo, robo y violaciones cometidas por el «reducido número de manzanas podridas» en esas noches de terror.
Y es que seamos honestos pues, si en ocho meses no se ha sabido cuál fue la «manzana podrida» que gritó: “¡vaya a grabar a esa alcaldesa hijueputa!”; ¿ustedes creen que vamos a saber quién ordenó sembrar la ciudad de caos, sangre y muerte la semana pasada? ¡Aterricemos pues!
En síntesis, queda claro que no va a pasar nada porque la Policía tiene padrinos poderosos a los que les hace el trabajo sucio y estos en compensación harán lo que sea para que las cosas sigan así.
Son muchos —desde el comandante corrupto hasta el delincuente y el paramilitar— los que les resulta útil el estado actual de esa institución tan desprestigiada.
Y harán lo que sea para mantener a la Policía bajo la égida del «Dios y Patria» que tantos réditos ilegales les deja; así tengan que pasar por encima de quienes buscan darle algo de orden a ese caos vestido de color verde oliva.
Mejor dicho, como apareció escrito hace ya tantos siglos en una pared de la antigua Roma: ¿quién vigila a los vigilantes?