Es tal la ansiedad y el fervor por lo que viene para el país que en las redes sociales y en los medios de comunicación se denota la puya y puya de quién será el protoganista en el futuro gobierno. Algo que a algunos ni siquiera los deja dormir. Todavía más teniendo en cuenta la abstención y el ausentismo electoral, debido a ciertos factores de riesgo. Según la Misión de Observación Electoral (MOE), el porcentaje de abstencionismo fue del 46 % en las últimas elecciones presidenciales y conforme al censo electoral para votar, que rondaba, para 2018, en más de 36 millones, de los cuales, los votantes correspondieron a 19 643 676. Lo anterior, de acuerdo con el informe de Resultados electorales elecciones presidenciales primera y segunda vuelta 2018.
Ahora bien, puede que Duque haya hecho una que otra cosa bien y podrá hacerlo de aquí a lo que le falta de su mandato; aun así, nada de lo que haga le gustará a una mayoría de ciudadanos, incluyendo a algunos de los de su partido y a quienes han cambiado su opinión frente a las acciones del político, como así lo han dejado ver con sus opiniones. De lo que tengo memoria es que no había observado tanta burla a un mandatario. Ni siquiera con el que dicen fue el peor presidente de la historia colombiana, Andrés Pastrana, que a su favor tiene que para aquella época no existían las redes sociales y demás. Ello debió servir al expresidente a fin de que, en este mandato quedara relegado al segundo puesto, superado por el otro señor de los memes.
Sea como fuere, el problema del presidente es su cuestionada y poco creíble elección, sus relaciones sospechosas, su poca empatía con muchos de los colombianos y lo peor, el hecho de ser «el que dijo Uribe»: el subpresidente, la marioneta, la inspiración para los mejores memes y las caricaturas más creativas y ahora último, el ignorado por Biden.
Duque es objeto de un sinfín de burlas que hasta le ha ganado el puesto al protagonista y que todos conocemos: el señor de los memes; el tipo calvo y mono que da tanta risa. Ese, bien podría ser el meollo del asunto, al presidente no lo toman en serio, y él ni cuenta se da. Podrá tratar de posar con aparente seriedad: enviando indirectas en cada alocución, que dan miedo; pagar millonadas con la finalidad de mejorar su imagen; perfilar a periodistas, políticos y tuiteros; seguir con su programa, en el que se nota que hace un esfuerzo enorme por caer bien, y no lo logrará, porque además y con el objetivo de recalcar, Álvaro Uribe está ahí, detrás del telón, y muchos, detrás de Uribe, aunque no vale desgastarse para hacerles entender a los que todavía lo siguen, que «Por más que una abeja le explique a un mosca que una flor es mejor que la mierda, no podrá entenderlo porque es de lo único que ha vivido siempre…».
Pero por encima de los inventos y triquiñuelas usadas, como las peores bajezas, quedamos todavía individuos con criterio que no nos dejamos llevar por el cuento del castrochavismo ni en 2018 y menos ahora. Tampoco nos dejaremos influenciar por otras artimañas (de incomunicación) que ciertos partidos (incluido el Centro Democrático) han utilizado y utilizarán para hacerse elegir.
De ese modo, y una vez cumplidos los cuatro años, en las próximas elecciones de 2022 seremos incluso más los aportantes en la reducción de la terrible estadística que nos ha dejado más que mal parados frente a cualquier país y por tantos años de elecciones, lo que de cierta manera, ayudará a dejar a un lado el fraude electoral del que somos víctimas hace décadas y por el que 166 municipios estuvieron en riesgo electoral en las pasadas elecciones, según la MOE.
Si superamos la abstención y el ausentismo electoral, derrotaremos, no solo al que diga Uribe o próximo señor de los memes, sino a todos los subyugados que designe, el que muchos llaman «presidente», como estrategia para hacer de las suyas. Esa superación la lograremos por encima del fraude electoral, que de seguro, intentarán hacer.
Robándose las elecciones va ser la única forma posible de que ganen los uribestias, por eso hay que estar muy atentos con esta manada de picaros.