Columnista:
Mauricio Galindo Santofimio
Me duele como periodista escribir esta columna. Me duele el estado de la profesión, me duele verla en una Unidad de Cuidados Intensivos. El periodismo está pasando por uno de sus peores momentos, pero, aunque me duela plasmar estas palabras en este texto, hay que hacerlo para salvarlo y para que quienes tengan deudas pendientes con él, vayan pensando en cómo saldarlas.
El aporte para la salvación del periodismo no debe ser solo mío. Es crucial que mis colegas hagan un acto de contrición, se evalúen y empiecen a actuar en consecuencia para darle la altura y el reconocimiento que merece.
Los periodistas somos objeto de críticas y de aplausos. Los primeros hay que recibirlos con humildad y entereza para cambiar; y los segundos, con alegría para continuar, sin que los elogios envilezcan. Está en nuestras manos demostrar que, aunque no esté escrito, somos servidores públicos que nos debemos a la gente, que es esa la razón de ser del oficio y que de ninguna forma podemos defraudar esa inmensa responsabilidad que tenemos de mantener informada y orientada a la ciudadanía.
Pero sucede que todo eso se está metiendo en el baúl de los recuerdos. Sucede que los periodistas nos estamos dejando llevar por los reconocimientos y por la fama, que estamos siendo protagonistas de las noticias cuando lo que se debe priorizar es el suceso y sus verdaderos actores. Cosas simples que enseñamos y nos enseñaron en la universidad, pero que hoy parecen olvidadas.
Tendremos que recordar los asuntos dolorosos para poder darles cura. Tendremos que decir que cuando un medio o un periodista se entrega a una causa política, a un partido, a un presidente o a un Gobierno, no solo está irrespetando la profesión sino a sus audiencias.
Debemos decir que, si algún comunicador tiene cercanías familiares con los poderosos, no puede ejercer la profesión, debe declarase impedido y dar un paso al costado mientras aquellos dejan el poder.
Es menester insistir en que no se puede coger la profesión como trampolín para ostentar posteriormente, cargos de ningún tipo ni que es ético estar usando las redes para descalificar a quienes nos hacen críticas. Tampoco para decir mentiras o para ensalzar a nuestros ídolos. El periodista, el buen periodista, no los tiene, no los debe tener. El ídolo al que hay que rendirle pleitesía es el pueblo.
Es de vital importancia recordar a muchos colegas que levitan porque aparecen en televisión o en radio o porque tienen la posibilidad de escribir una columna, un reportaje o una crónica, como, por fortuna, la tengo yo, que no por eso somos dioses o tenemos la verdad en nuestras manos. Trabajé en televisión, en radio, en prensa y entendí que la fama, como lo dijo Fernando Vallejo, es solo “estatua que cagan las palomas”.
No hay que trabajar por ser famosos. Si eso se busca, la fama llega por nuestra honradez, por nuestra vocación de servicio, por nuestra entrega a una profesión que requiere sinceridad, valentía y coraje para denunciar lo que está mal, para criticar las malas acciones de gobernantes y ciudadanos, o para elogiar y destacar los enormes aportes de muchos anónimos y conocidos que en realidad trabajan por el bienestar del país.
Hay que recordar también que la solidaridad cuerpo o la solidaridad de gremio no puede ser para todo. A los colegas que están mancillando el periodismo hay que decírselo. Hay que hacerles caer en la cuenta de que no están enalteciendo la labor, sino sacrificándola y mandándola a un hospital en condiciones lamentables. Son esos colegas los que la tienen a punto de una intubación.
¿Por qué un periodista es criticado por la gente? ¿Por qué un profesional de la comunicación tiene el rechazo de su público? Porque no informa, no opina, no orienta pensando en el bien común, sino en sus propios intereses.
Porque está constantemente abocado a rectificar, a ofrecer excusas. Porque hace entrevistas desequilibradas. Porque protege a los de su preferencia y golpea con saña los que odian. Por eso, porque odian, en últimas. Y nadie puede ser periodista de esa forma. Como lo dijo Ryszard Kapuściński: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.
A este maestro del periodismo habrá que leerlo constantemente. Habrá que entender sus frases y ponerlas en práctica. Decía, también:
“Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Ahora el mundo de los medios de comunicación ha cambiado radicalmente. La revolución tecnológica ha creado una nueva clase de periodista. En Estados Unidos les llaman media worker. Los periodistas al estilo clásico son ahora una minoría. La mayoría no sabe ni escribir, en sentido profesional, claro. Este tipo de periodistas no tiene problemas éticos ni profesionales, ya no se hace preguntas. Antes, ser periodista era una manera de vivir, una profesión para toda la vida, una razón para vivir, una identidad. Ahora la mayoría de estos media workers cambian constantemente de trabajo; durante un tiempo hacen de periodistas, luego trabajan en otro oficio, luego en una emisora de radio… No se identifican con su profesión.
Decía, además, el maestro Kapuściński:
“El verdadero periodismo es intencional… Se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio del vocabulario en los medios.
Es vital recomendarles a algunos colegas este artículo de Clases de Periodismo escrito hace siete años y que hoy está más vigente que nunca.
Ahora, ¿Qué dijo Álex Grijelmo sobre el buen periodista? Esto:
“Un buen periodista debe ser humilde para reconocer de inmediato sus errores sin tapujos, para saber que no está en posesión de la verdad, para no dejar de aprender y para no conformarse con lo que cree que sabe sobre una información. Desde ese punto de vista, sí: la humildad forma parte de la ética”. También es bueno recordárselo a ciertos colegas.
Recordémosles también este texto de la Fundación Gabo.
Deberíamos inmortalizar estas cosas y muchas más, porque, por desgracia, y otra vez, como al principio, me duele lo que está pasando con mucha gente que conocí, con muchos con los que trabajé, con colegas que hicieron buen periodismo pero que hoy olvidaron cómo hacerlo.
Ellos saben quiénes son y tienen en sus propias manos sacar a la mejor profesión del mundo de esa cama de cuidaos intensivos o sepultarla para siempre.
Adenda. Hace unos años era impensable, inconcebible, absurdo, ver a un presidente de los Estados Unidos sumido en el fanatismo, desconociendo su derrota y manipulando a quien fuera para atornillarse en el poder. Aquí la democracia la tienen al borde del abismo los fanáticos de izquierda y derecha, pero allá, que eso pase, resulta escalofriante.
Eso un Buen periodista debe se Sencillo, Imparcial y con muy buena Intención, lo demás es que fluya la Verdad !!