Que frustración constante en la que viven muchos colombianos, que ni siquiera en un día patrio que debería ser cuando menos la excusa para ensanchar el pecho por Colombia, se dedicaron a criticar todo del país. Como si sentirse orgulloso de vivir en esta tierra fuera para muchos, motivo de vergüenza y lastre.
A estos “realistas” es importante recordarles que aunque tengamos problemas, no quiere decir que no podamos disfrutar de lo bueno que tenemos en nuestro bello país. Sorprende por ejemplo la incapacidad de sentir gozo por los triunfos de nuestros hermanos por el mundo. Que Rigoberto Urán sea el colombiano que más cerca ha estado de ganar el Tour de Francia poco les importa, pues hasta en el deporte prefieren concentrarse en que Nairo no rindió en la carrera y en que seguramente la culpa es del gobierno que no lo apoyó.
A este grupo de colombianos nada les sirve, todo es malo, y todo tiene un lunar que destacar y que para ellos debe ser mencionado. Los comentarios del tipo «¿Qué es lo que celebran?»»¿Cuál independencia?» «Seguimos siendo esclavos del imperio», estuvieron a la orden del día empañando la fiesta nacional en un país donde nos gusta leer poco y hablar mucho.
Tal vez sea simple desconocimiento, o tal vez, es la necesidad imperiosa de llamar la atención que en ocasiones nos mueve a llevar la contraria solo por posar de intelectuales alternativos.
La celebración de Independencia es un homenaje en conmemoración a los 207 años de la firma del Acta de la Revolución en 1810, fecha que el Congreso de Estados Unidos de Colombia decretó oficialmente como aniversario de la proclamación de la independencia nacional en 1873. Es decir, 63 años después de dicha firma.
El 20 de julio se celebra como día de la independencia porque ese día se gestó lo que luego nos llevaría a emanciparnos del imperio Español y a dejar de ser una colonia. Es una fecha para celebrar el orgullo de ser colombiano, para por un día dejar de concentrarnos en lo malo y gritarle al mundo que a pesar de todas las dificultades seguimos luchando, seguimos caminando.
En fin, es cierto que tenemos un millón de problemas que debemos mejorar: corrupción, violencia, fallas en el sistema de salud, desempleo, falta de educación. Pero ni todos los problemas del mundo son suficientes para hacer que un verdadero patriota despotrique de su nación en vez de ponerse a trabajar por ella, y peor aún, que sea incapaz de reconocer en las fechas importantes, su grandeza.
Evidenciar los problemas es necesario pero no suficiente, y al final no sirve de nada cuando no se es capaz de aportar desde la individualidad a ese proyecto de país.
Esos que tanto se quejan y dicen que somos una colonia gringa, son los mismos que critican todos los productos colombianos; que prefieren un Starbucks a un Juan Valdez, o que les parece muy lobo tomarse un tinto de 500 en un parque. Que se las tiran de radicales conscientes, pero toda la ropa que compran es norte americana.
Los mismos que tiran basura en la calle aquí pero si fueran a Europa no serían capaces de hacerlo; que se pasan los semáforos en rojo; los que dicen que viven en un basurero mientras bajan la ventana para tirar el papel; no pagan impuestos y se las dan de los más avispados aplicando cada que pueden la mal llamada “malicia indígena”, pero se ofenden si les dicen indios o indígenas porque se creen europeos del retiro y se avergüenzan de LO QUE SOMOS.
Cuanta razón tenía el gran Jaime Garzón cuando decía que el problema de los colombianos era la falta de conciencia colectiva, esa carencia total de una cultura de la propiedad frente a nuestro país: «porque como esto no es mío, por eso bajo la ventana y tiró el papel».
Afortunadamente vivimos en un mundo bastante grande, por lo que si a usted no le gusta este hermoso país debería empacar maletas e irse a otro, o de lo contrario deje de buscar siempre el rayón en el cristal y haga algo para transformar esa realidad que tanto le molesta trabajando como muchos por tener un mejor país, en vez de sentarse a criticar todo lo que ve como un «Nini» al que nada lo satisface, pero no hace absolutamente nada por cambiarlo.
Recuerde que cada problema es una oportunidad de hacer las cosas mejor, y antes de criticar a su país, tenga presente al Residente y lo que le enseñó su padre: “El que no quiere a su patria, no quiere a su madre”.