El ‘No’ al plebiscito es el ‘Sí’ a la guerra

Opina - Conflicto

2016-09-04

El ‘No’ al plebiscito es el ‘Sí’ a la guerra

Quiero imaginar que este país sí tiene salvación, que la razón es más poderosa que los sentimientos de odio de un señor que ha demostrado una y otra vez que le importa un rábano la justicia, que pide a gritos una sábana de impunidad para arropar a los suyos y cree que Colombia es un rebaño de corderos para el sacrificio.

Hasta ahora las FARC han cumplido con el cese al fuego pactado: no han secuestrado ni asesinado más militares ni civiles. Pero para aquellos que se han creído el cuento de que votando ‘No‘ al plebiscito van a obligar a la guerrilla a sentarse nuevamente para renegociar lo ya acordado, háganlo. Es una costumbre humana echar de menos lo que se ha perdido, y en este caso la tranquilidad que ha vivido el país en el último año, donde los niveles de violencia por culpa de la guerra se han reducido en un 98 %, según el Centro de Recursos para Análisis de Conflictos, Cerac.

Para desgracia de esas aves carroñeras que se alimentan del dolor ajeno, que incentivan la discordia con la ayuda de algunos medios de comunicación para que la llama que alimenta la guerra se oxigene, el país empieza a despertar.

Que millones de colombianos hayan seguido por televisión el cierre de las negociaciones en La Habana como si se tratara de un partido de la Selección Colombiana de Fútbol en su camino a Rusia 2018, permite pensar que el país tiene arreglo. Que cientos de artistas (actores, escritores, cantantes y periodistas) se hayan tomado las redes sociales para escribir mensajes de esperanza al resto de los colombianos, permite creer que la razón es más poderosa que el rencor cultivado a lo largo de los años por un encantador de serpientes que empieza a quedarse sin ideas. Que la señora Constanza Turbay Cote, a quien le tocó enterrar uno a uno a los miembros de su familia por la irracionalidad de las FARC, haya expresado su felicidad porque de ahora en adelante habrá más posibilidad de morirse de viejo que de bala, es una muestra de que el país tiene futuro. Que los habitantes de San Vicente del Caguán, una de las poblaciones más golpeada por los desmanes del grupo guerrillero, haya recibido los anuncios de la terminación del conflicto en la plaza del pueblo, es una señal inequívoca de que los que han sufrido en carne propia los estragos de la guerra son los más interesados en que esta termine.

«Me uno a la gente de todo el mundo que hoy celebra el histórico acuerdo de paz en Colombia, que pone fin al conflicto armado interno más largo de América Latina. Aplaudo a los líderes que hicieron posible este acuerdo», escribió Hillary Clinton, candidata del partido Demócrata a la Casa Blanca.

«Mientras se marca el final de una era de guerra reconocemos que la labor de lograr una paz justa y duradera está apenas empezando. Pero así como los Estados Unidos ha sido aliado de Colombia en tiempos de guerra, lo seguirá haciendo en la construcción de la paz», se pronunció el presidente Barack Obama a través de un comunicado difundido por las grandes cadena de televisión del mundo horas después de la noticia de la firma final.

En el mismo sentido, el Secretario de Estado John Kerry, quien se reunió con las delegaciones de las FARC y el gobierno el año pasado en La Habana, no dudó un segundo en expresar su satisfacción por la firma de la terminación de las negociaciones. «Los Estados Unidos apoya enérgicamente este acuerdo que puede ayudar a alcanzar una paz justa y duradera para todos los colombianos», escribió en un comunicado el funcionario del gobierno Obama.

En término similares, el secretario general de las Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, se mostró feliz de que los acuerdos hayan llegado a buen puerto y no dudó en reiterar la disponibilidad de la ONU en seguir ayudando a la construcción de la paz en Colombia.

Los gobiernos de España, Alemania, Inglaterra y Francia, a través de sus respectivas embajadas, le dieron la bienvenida a la terminación de la guerra con las FARC y enfatizaron en la disponibilidad de ayudar en la construcción de la nueva historia que empieza a escribirse después de más de 50 años de guerra interna.

Rafael Correa, el mandatario ecuatoriano, no se ahorró elogios por el triunfo de la razón: «La paz de Colombia es la paz de sus vecinos», aseguró. Lo dijo pensando quizá en esa incursión del Ejército colombiano al territorio de su país durante el gobierno de Álvaro Uribe en el que murieron, entre otros, el entonces número dos de la FARC, alias Raúl Reyes, un compatriota suyo y varios estudiantes universitarios mexicanos que se encontraban de paso en el lugar. No hay que olvidar que esa violación de la soberanía territorial del país vecino les costó a los colombianos una indemnización de varios millones de dólares con la que se buscó la reparación económica de las familias de unos chicos que no eran “terroristas” pero que para Álvaro Uribe sí lo eran por el solo hecho de pernoctar en el campamento del jefe guerrillero.

Pero no todas las declaraciones por la firma del acuerdo final fueron positivas. Los miembros del Centro Democrático no han escatimado palabras desde entonces para descalificar el proceso de paz. No se ahorraron epítetos para definir el asunto de «engaño» y «farsa». El senador Alfredo Rangel afirmó, sin arrugarse, lo siguiente:
«Advertimos desde ya a la opinión nacional e internacional que si llegamos a ganar la Presidencia [de la República] en el años 2018 haremos todo lo posible por desmontar los acuerdos que han sido nocivos para el país”. En el mismo tono amenazante el excandidato a la Casa de Nariño, Óscar Iván Zuluaga, aseguró: «Seguiremos luchando y seguiremos preparándonos para ganar las elecciones presidenciales de 2018 porque queremos ser opción de poder».

Imagen cortesía de: nbcnews.com

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Para el fundador del Centro Democrático el ‘No‘ al plebiscito sigue siendo el camino para renegociar la firma del acuerdo final. Asegurar, como lo afirmó, que las negociaciones puedan mejorarse –es decir, evitar que los miembros de las FARC lleguen al Congreso y vayan a una mazmorra– es en realidad una falacia. Ya lo dijo en alguna oportunidad el Nobel de Paz Adolfo Pérez Esquivel: «Ninguna negociación de este tipo en el mundo ha tenido hasta ahora como fin la cárcel del adversario».

Ya lo ha dicho hasta la saciedad el presidente Juan Manuel Santos: «Una eventual derrota del plebiscito es el regreso inevitable de las FARC a la lucha armada». Y aunque los máximos comandantes del grupo subversivo no lo han expresado de esa manera, no se necesita ser adivino ni tener una bola de cristal para saber que sin el triunfo del ‘Sí‘ no habrá garantías en ningún aspecto para la guerrilla. Por lo tanto no habrá entrega de armas y el río de sangre seguirá su curso.

Para Uribe y sus seguidores el triunfo del ‘No‘ es un cheque en blanco para que todo siga igual. Es decir, ‘No‘ a la restitución de tierras, ‘No‘ a la investigación por parapolítica, ‘No‘ al juzgamiento de sus exfuncionarios por delitos graves y libertad para los militares encarcelados por los asesinatos sistemáticos de civiles no combatientes.

Un comandante del Bloque Oriental, una de las facciones militares más fuertes de esa guerrilla, acaba de asegurar para una agencia internacional de noticias que si el gobierno no cumple con lo pactado en La Habana, no hay duda de que volverán al monte. Estas declaraciones, por supuesto, son las que hacen feliz a los miembros del CD porque lo consideran una muestra de que debajo de las cenizas están aún candentes los tizones de la guerra que puede revivir la llama que se ha buscado apagar en los últimos cuatro años.

El texto fue publicado originalmente en Semana.com y se republica con autorización expresa del autor.

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Joaquín Robles Zabala
Profesor universitario, columnista de varios medios. Residente en París, Francia.