El 18 de diciembre se cumplirán 18 años de la desaparición de Hermey Mejía, hijo de Teresa Gómez, quien aún se sienta en su balcón ubicado en la parte noroccidental de la Comuna 13 de Medellín a recordar la última vez que vio a su «niño» subir por las escaleras, que a la fecha de hoy, aún parecen no tener ese último peldaño que lo haría regresar nuevamente a los brazos de su madre, así sea para darle su descanso eterno en santa sepultura.
Entrar en aquel hogar es parecido a vivir en un constante déjà vu, las fotos de Hermey se arraigan fuertemente de la punta de un poco más de ocho clavos de acero que sostienen lo que para su familia fue su vida y su historia; como si estos retratos, un poco manchados por el rodar del tiempo, alimentarán nuevamente esos espacios que la mente va borrando cada vez que las manecillas del reloj dan un giro de 360° para aumentar un segundo más a su eterno viaje. Con 15, con 17, con 18 y con 22 años, estas imágenes de Hermey son los recuerdos que padecen en la pared, la última hecha en un telón que acompaña a ‘Tere’, como la conocen las personas más allegadas, a los plantones organizados por los colectivos de desaparecidos de la ciudad de Medellín.
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