A propósito de lo que sucedió la semana pasada en el Metro de Medellín, donde un usuario llamado Edwin Mejía Cuartas denunció, en un vídeo a través de su Facebook acoso por parte de una mujer en un viaje dentro del sistema, se abre un debate sobre lo que es un hombre o debe ser un hombre en sociedad.
Un verdadero hombre en nuestra cultura jamás habría denunciado algo así «¿Acaso es marica?» «¿Qué tiene de malo que una mujer manosee a un hombre?» «¿Por qué no aprovechó?» «¡Más bobo él que ni le pidió el número!» Esas y muchas más, son algunas de las expresiones que uno se encuentra en los comentarios del vídeo en artículos que relatan lo ocurrido.
Edwin justifica la incomodidad que sintió en el momento en que percibía a la mujer con gestos sugerentes, diciendo que se sintió extraño dado que la sociedad nos ha enseñado que suelen ser los hombres quienes acosan a las mujeres, no al contrario y somos precisamente nosotros los juzgados y señalados ante este tipo de actos.
Ciertamente, como apuntan algunos, la “victima” en cuestión debió haber cortado la interacción de raíz en el momento en que sintió que eso lo estaba incomodando y no esperar a que, como él mismo lo dice, su miembro reaccionara en contra de su voluntad; y para dar fin a ese momento no era necesario hacer un escándalo, ni agredir a la agresora, bastaba con voltearse (para que su miembro no rosara las nalgas de la acosadora), correrse de sitio o, si las condiciones no lo permitían, abandonar el tren en la siguiente estación (y no pasar más de cinco estaciones soportando la misma situación).
Sin embargo, a ninguno debería preocuparnos tanto esos posibles escenarios ya que no sucedieron y, en segunda instancia, porque en este caso se hace presente un asunto de fondo aún más importante que evidencia el profundo embargo en el que nos tiene sumidos una sociedad patriarcal.
A los hombres siempre se nos ha enseñado ser “verdaderos machos”. El verdadero macho es el hombre que no puede preocuparse por su apariencia, el dominante que se cree el rey de la selva y mantiene una carátula agresiva con la que se exhibe como valiente, exitoso, promiscuo, fuerte y que esté en la constante comprobación de que no es “marica”. No hay nada que desdibuje más al macho alfa que cualquier expresión que remita a lo femenino.
Es por eso que, bajo esas premisas, no cabría en la mente de un macho alfa rechazar la sugerencia de una mujer o, mucho menos, sentirse incomodo porque una de ellas toque su miembro, pues ella es la dominada y él es el dominante.
El hombre que se atreva a rechazar a una sola mujer es tildado por ella misma de “marica”. A un hombre de verdad le gustan todas las mujeres –como a una mujer de verdad le gustan todos los hombres, supongo, o a un homosexual le gustan todos los heterosexuales y todos los homosexuales- muy lógico. La sociedad patriarcal no sólo se ha impuesto a manos de los hombres: ha ganado legitimidad con la aprobación de todas las mujeres que están convencidas de que lo que necesitan a su lado no es un compañero sino un macho posesivo, porque necesitan sentirse propiedad del otro, eso les da seguridad (las mismas ideas que les han introducido las ha hecho creer que sin eso su vida tal vez carezca de sentido).
Para algunos, desde luego, Edwin no representa la figura del macho alfa en sociedad, pues sólo los que le piden el número de contacto a la dama, le siguen la corriente y la manosean (los que de alguna manera aprovechan la situación) son los machos alfa. También son muchos los casos de violencia por parte de mujeres a hombres, pero no son casos que generen escándalo porque, ciertamente, si una mujer golpea a un hombre es porque se lo merece; sería un abuso que él respondiera con la misma medida ya que a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa (a un hombre sí, con sillas, palos, navajas, etc.).
No hay duda de que la mujer que pueda dominar a un hombre con puños, patadas y gritos ofensivos es una heroína en nuestra cultura; ¿qué sucede cuando es al contrario?
Invito entonces a algunos sujetos, mujeres y hombres, a que sigan pregonando esa “crisis de la masculinidad”. Sigan preocupándose porque el hombre “ya no es caballeroso” -¿por qué debería seguir siéndolo? ¿Eso no va en contravía de la igualdad-equidad que tanto reclaman? -pregúntense por qué es tan común que un hombre acose a una dama o, aún peor, por qué pareciera que todo mundo es “marica”.
Tanto la feminidad como la masculinidad deben reformularse y esa reformulación debe ser susceptible tanto a la renuncia de privilegios de género, como a roles y conductas determinadas que nos alejan de la verdadera igualdad. Por lo pronto, déjenme decirles que lo masculino no está en “crisis”; en crisis están los que creen que el modelo del macho alfa es el único admisible para considerar a un hombre, precisamente, un verdadero hombre.
Me identifico mucho con su comentario parcero, buena esa ¡
Estoy sorprendido, una parte de mi sabía que no estaba deliarndo cuando pienso en esas locas ideas que tratabillan en lo que es definido como modelo de macho o dama y he aquí la definición de mis ideas más claras, más definidas. Una realidad incomprensible a los ojos de quienes pretenden escudarse bajo sábanas de arquetipos. Excelente columna.
Carlos te felicito muy buen punto de vista, claro, conciso, contundente, me quitaste las palabras de la boca jeje…
Me gusta su columna muy acertada. Ideal para esta sociedad que todo lo tergiversa
De echo si es un marica y más si la mujer que lo toco es hermosa, con gusto que me toquen.