El 11 de marzo del presente año fue reelegido como senador de Colombia, obteniendo la votación más alta de la jornada democrática. Con 875.554 votos según lo reportado por la Registraduría Nacional, el representante del Centro Democrático se convirtió en el candidato más votado de los comicios electorales. Hecho que ratifica que las investigaciones en las que ha estado vinculado no tienen ningún peso en la ciudadanía al momento de elegir a sus gobernantes, en este caso a quien les representará en la instancia legislativa.
Uribe, obsesionado por el poder y el control de un país que fuera de sus manos va para el mal llamado Castrochavismo, un híbrido entre la ideología de los fallecidos Fidel Castro y Hugo Rafael Chávez Frías, líder de la Revolución Bolivariana; de acuerdo al cual Colombia está a punto de caer en la misma situación en la que actualmente se encuentra Venezuela. Se han preguntado alguna vez cuáles son las razones por las que el senador Álvaro Uribe Vélez habla de este fenómeno ideológico en nuestro país.
A simple vista su descontento hacia el acuerdo firmado entre el gobierno y la FARC, convertida en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común gracias al mismo, es una de las causas por las que este concepto ha sido introducido en el ámbito político del país. No obstante, la incursión de la FARC como movimiento político no es argumento suficiente para que se hable de Castrochavismo en un país de derecha, o sea un Estado capitalista que no solo tiene como sistema económico la explotación del hombre por el hombre, sino en el que la lucha de clases, la propiedad privada o la privatización de empresas públicas como Isagén reducen considerablemente cualquier posibilidad de un modelo económico como el socialista o el comunista.
Otra de las razones por las que el expresidente habla de Castrochavismo es por la presencia de candidatos a la Presidencia como Gustavo Petro, quien abiertamente se declara como candidato de izquierda y cuyas propuestas de campaña han desatado un miedo no solo en los políticos de derecha, sino en parte considerable de la ciudadanía colombiana, especialmente de terratenientes y habitantes del común que se atemorizan ante la supuesta expropiación de terrenos o la posibilidad de la Venezolanización de Colombia.
Para llegar a la crisis social, política y económica en la que actualmente se encuentra el país vecino, se necesitarán de años de deterioro de un Estado en todas sus esferas, la estatalización de la economía y el establecimiento de un petroestado o monopolización de dicha economía, es decir depender de la explotación de un único recurso energético o minero e incluso de la implementación de una sola actividad económica como generador de divisas; además del establecimiento de una dictadura o de otorgarle participación en política al poder militar, así como de un Congreso de mayoría de izquierda. Para ser una segunda Venezuela, Colombia tendría que llegar a los extremos a los que llegó la patria de Bolívar.
El castro-chavismo es una falacia a la que se ha llegado por el desespero de convencer a una sociedad del ‘dictador encarnado’ que representa Gustavo Petro para los políticos de derecha.
Una persona que habla sin argumentos válidos y verídicos es digna de ser apartada de la política de un Estado. Desinformación o más bien mal información, que es una verdad o información expresada a medias, que por ende ha sido manejada según los intereses o necesidades de quien la transmite a los espacios sociales, de debates u opinión pública. Algo muy parecido a la Posverdad que es aquella verdad contada a medias que solo le conviene al actor social que la emite. Es otro de los recursos al que el susodicho recurre para alimentar sus verdades.
Quien no le rinde pleitesía es tildado de guerrillero, ¡Ah eso sí! pero nunca de paraco, se supone que debe ser por el proceso de paz que durante su mandato como presidente de la República se adelantó con las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Por ejemplo: tenemos el caso del abogado y columnista de El Espectador, Yohir Akerman, quien fue víctima de las acusaciones infundadas del senador, el cual en 2016 a través de un trino lo acusó de ser un periodista del ELN.
JohirAkerman, desteñido militante del ELN que busca notoriedad con la honra de los míos y la personal
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) March 29, 2016
Retractarse públicamente se ha convertido en su pasatiempo favorito. Recordemos la tutela que el periodista y YouTuber Daniel Samper le impuso ante el Tribunal Superior de Bogotá el año anterior por atentar contra la honra y el buen nombre de su persona. Tutela que ganó y que le dio 48 horas al senador para que rectificara la acusación en la que le había señalado de ‘violador de niños’. O por haber dicho el 25 de Junio de 2015 a través de su cuenta de Twitter “en reunión con las Madres de Soacha varias me expresaron que sus hijos estaban infortunadamente involucrados en actividades ilegales, lo cual no excusa para asesinarlos, pero la hipótesis no fue examinada por la justicia” declaraciones basadas en suposiciones, de las que tuvo que retractarse el 19 de mayo de 2017.
El señor presidente, siendo expresidente, utiliza la retórica u oratoria para mantener sometida a las viejas costumbres políticas a una sociedad temerosa del cambio y las transformaciones que las nuevas formas de pensar en materia política puedan suponer para el desarrollo de un Estado. Se aprovecha de su excelente manejo del discurso para mal informar, desprestigiar y calumniar a quien critica su actuar en la sociedad.
La reelección de Uribe es muestra de la adicción que puede generar el poder —a tal punto que gobernar en cuerpo ajeno ha sido una de las estrategias que ha tratado de poner en marcha para seguir siendo el eterno presidente de Colombia— y de la poca conciencia con la que en el país se elige a un representante político. Y ahora, por qué creer en un fenómeno como el castrochavismo, sabiendo que es promovido por una persona que se basa en suposiciones al momento de hablar de quienes difieren de su pensamiento o ideología política.
Buena o mala hablar de este tipo es publicidad.