“Algunas razones para tener en mente al momento de escoger entre la chica del bar o la de la biblioteca, la del maquillaje corrido o la del morral repleto de libros”, es el resumen de “Salir con chicas que no leen/ Salir con chicas que leen”, un artículo de Charles Warnke publicado en el Malpensante, en donde el autor poéticamente acude a estereotipos gastados para explicar su teoría.
Estereotipar es considerado un proceso común y natural de todas las culturas alrededor del mundo. Crecer en una sociedad en la que se tengan percepciones exageradas, simplificadas y con pocos detalles, de una persona o grupo de personas, parece ser un proceso cognitivo de lo más normal, y las alarmas solo suenan cuando surge el prejuicio. Éste, lleva ínsito un pensamiento categórico, el cual facilita la distorsión de las percepciones. Cuando pensamos en categorías, a saber, estereotipos, es fácil que se presente un prejuicio.
Por simple deducción encontramos que en este inocente proceso cultural hay una doble alteración de la idea que nos formamos del otro; desde el comienzo, ya estamos equivocados.
El estereotipo, como la gripa, no perdona género o raza. Usted lleva un rótulo tatuado en la frente desde que nace, y a partir de allí, debe vivir con que lo encasillen como tal o cual por como se viste, piensa, hace, camina, o hasta come.
No tiene sentido que un heterosexual exprese que lo es, pero parece ser regla que el gay tenga que aclararlo antes que decir su nombre. Solo las personas que leen son inteligentes, las mujeres rubias son estúpidas, al alemán es nazi y el árabe se va a inmolar en cualquier momento, el oficinista es mamerto, si lleva gafas es geek, si lleva minifalda quiere que todos se la coman, es un hombre vanidoso entonces “se lo traga”, si es gay es promiscuo(a);.
Y así podría enlistar millones de ideas y expresiones absurdas que se instalan en nuestro cerebro y en el colectivo imaginario, entorpeciendo el libre desarrollo personal y la evolución de una sociedad que se estanca porque no sabe qué hacer con el cambio más que aislarlo porque se trata de algo diferente y desconocido, perdiéndose la oportunidad de conocer y dar un paso adelante.
Nadie puede librarse de esta epidemia, pero sí puede hacer algo para combatirla, y se puede comenzar con algo muy simple: la empatía. Ponerse en el lugar del otro es imposible, básicamente, por cuestiones de ubicuidad, pero no creo que sea tan difícil, a merced de la bandera de “mentes abiertas” que con tanto orgullo llevamos, respetar y formarse un sentimiento de participación afectiva en la realidad que afecta a una persona.
Tatiana doy gracias al universo porque existen humanos como tu, que además escriben genialmente. Y por otro lado que es ser «periodista de género»?