El fracaso del General Naranjo en Tumaco

Le está quedando grande una situación que necesita mucho más que soldados erradicando matas con un porcentaje de éxito del 15% y comandos centrales de seguridad.

Opina - Conflicto

2017-10-13

El fracaso del General Naranjo en Tumaco

Una de los principales objetivos de Naranjo desde que asumió la Vicepresidencia fue pacificar a Tumaco. En múltiples ocasiones ha viajado hasta allí para tomar el mando de las reuniones con los líderes comunitarios y el alcalde del municipio, Mauricio Ocampo. Sin embargo, no han sido suficientes las decenas de viajes y de reuniones a puerta cerrada para lograr contener a los disidentes de las Farc, que se hacen llamar “las gentes del orden”, y a los grupos de narcotraficantes que cada vez son más violentos y mejor organizados. De hecho, como lo explicó Semana Rural, se sospecha de un grupo de narcos mexicanos que operan en esa bella región de Nariño para sacar las toneladas de cocaína a través del pacífico con destino del país centroamericano.

Lo de Tumaco es un desastre. Causa mucha tristeza saber que esa bella playa que parece detenida en el tiempo junto al morro característico del lugar, está envuelta en un eterno ciclo de violencia a causa de la coca hecha polvo blanco. Pero, según fuentes de la Alcaldía, el problema en el puerto no es solo lo que tiene que ver con cultivos ilícitos. El empleo informal alcanzó una cifra de 22% para el año pasado, y ni hablar del desempleo que, según la información de un diario local, en 2014 era de cerca de un 60%, una cifra pavorosa. En esa línea, otro informe de la Cámara de Comercio del 2013 da cuenta de 25.000 personas desempleadas. Con esa realidad, es muy difícil que los campesinos y los oriundos de Tumaco no busquen alternativas reales para generar recursos en la coca.

Desolador.

Ahora bien, resulta inane que el Gobierno pretenda argumentar en defensa del craso error que cometió durante los últimos ocho años bajando la guardia en la estrategia contra el narcotráfico. El expresidente Uribe aseguró que en 2010, según datos de la ONU, en Tumaco había cerca de 5.100 hectáreas de Coca. Solo cinco años después la cantidad de cultivos se había cuadruplicado a 23.148 hectáreas. En ese contexto, Tumaco dejó de ser una ciudad turística acogedora, y se convirtió en la capital mundial de la Coca como la definió The Guardian, con unos problemas de conflicto absolutamente desbordados en el país que acaba de firmar el silencio de los fusiles con la guerrilla subversiva más grande del continente.

Irónico.

La guerra, allí, en el puerto del morro, pasó de generarse entre el Estado y las guerrillas, a declararse entre el Estado, los disidentes, la guerrilla del ELN, los narcotraficantes, y reductos de paramilitares que a veces son los mismos narcotraficantes. Y en el medio de todo ese fuego cruzado están los campesinos y los pobladores que se sienten más ecuatorianos que colombianos por un gobierno fantasma que solo responde a la tragedia. Es decir, a las masacres.

Tumaco es, en definición, un buen experimento de lo que significa el postacuerdo. Una zona sobre la cual las Farc antes ejercía un gran control, que queda inmersa en una batalla campal entre un sin fin de actores que se disputan los réditos del negocio ante la ineficiencia estatal.

En Bogotá abundan por docenas las camionetas blindadas y los esquemas de seguridad que protegen a personas cuyo riesgo de seguridad, en algunos casos, no es veraz. En Tumaco, en cambio, le entregan a los líderes comunitarios que tratan de solucionar la situación de violencia, cuyas vidas realmente están en riesgo, un chaleco anti balas y un celular.

Naranjo es un viejo zorro en lo que tiene que ver con la inteligencia y la persecución a los grandes capos del narcotráfico que nos han hecho emblema internacional.

Pero, en contra de las expectativas, le está quedando grande una situación que necesita mucho más que soldados erradicando matas con un porcentaje de éxito del 15% y comandos centrales de seguridad.

Es claro que toda la culpa no le puede quedar al vicepresidente Naranjo que no lleva mucho en el cargo. Pero lo que sí es cierto, es que la política que asumió el gobierno que él representa, mientras se negociaba con las Farc, ha sido nefasta y está cera de sumergir a Colombia en un pasado no muy lejano en el que los capos aglomeraron tanto poder y dinero, que podían colocar bombas en las capitales y tumbar edificios cada vez que se les venía en gana.

Este, el de Naranjo, ha sido un Gobierno que se dedicó a forjar el Nobel de un solo personaje y que dejó olvidado y estancado al país en una crisis política, económica, de corrupción y, a falta de problemas, en un mar de coca casi insondable. El fracaso de Naranjo es el fracaso del Gobierno.

De otro lado, recientemente se reveló un estudio de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito que indica que el consumo de drogas aumentó entre los jóvenes universitarios en el país. Revela la investigación que mientras  el consumo de alcohol y de tabaco disminuye progresivamente cada año, el consumo de drogas extrañas sobre las cuáles no hay pedagogía ni información y que, además, son ilegales, aumenta.

Al final, el desarme de las Farc solo es un pequeño enano en comparación con lo que significa para Colombia el narcotráfico en las regiones como Tumaco. La verdadera guerra en el país no es contra las guerrillas, sino contra las drogas. Y los gobiernos insisten en la estrategia menos inteligente. Prohibir, prohibir y prohibir.

Una más: Sin duda alguna, de comprobarse que los determinadores de la muerte de los campesinos en Tumaco son de la Policía, al general Jorge Nieto lo que queda más que renunciar por respeto al país.

 

 

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Santiago Ángel
Amante de la lectura y el café. Apasionado por Dios y por el periodismo que le sirve a la democracia. Libertario.