El doble rasero de la vicepresidenta

Columnista:

Edisson David Hernández

“Entre el cielo y la tierra no hay nada oculto”. Este, es un adagio popular que sintetiza lo acontecido con la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez hace unos días. Si bien, hay “secretos que no se pueden llevar a la tumba”, como pretendía Ramírez, hay otras personas que en búsqueda insaciable de la verdad y el interés público son capaces de adentrarse en las punzantes garras de un león o entrar al mismísimo infierno con tal de descubrir secretos ocultos.

Pero vamos por partes. La semana pasada conocimos, a través del portal La Nueva Prensa, que la vicepresidenta tuvo un hermano preso en Estados Unidos por narcotráfico hace 23 años. El escándalo no se hizo esperar. Cayeron rayos y centellas ante la noticia que permaneció oculta casi un cuarto de siglo. Aunque el hecho no la vincula directamente a ella, sí toca su círculo más cercano y golpea aún más su desacreditada imagen, a la que se suman denuncias hechas por InSight Crime en la que cuestionan la participación de Álvaro Rincón, su esposo, por ser accionista de una empresa de construcción en sociedad con el narcotraficante Guillermo León Acevedo, alias “Memo Fantasma”.

En principio, es necesario decir que nadie es responsable de los delitos que haya cometido otra persona. En eso no hay discusión. Las personas deben ser juzgadas por sus propias acciones y nadie debe cargar con la cruz de otro —así sea el hermano, hijo, papá, etcétera—. Lo lamentable, es querer ocultar un hecho tan importante y sensible teniendo en cuenta los diferentes cargos públicos que ha ocupado. Muchos miembros del partido salieron en su defensa y arguyen que ella no tenía por qué andar ventilando asuntos familiares. No obstante, si en lugar de ella estuviera un miembro de la izquierda u otro partido, los férreos seguidores del uribismo no se hubieran comportado con la misma benevolencia.

A Marta Lucía le quieren buscar el quiebre por donde sea y su debilidad radica en que se ha querido vender como el faro de la moralidad y, por ese simple hecho, ha creído que se le debe venerar por su inmaculada presencia. Las redes no perdonan una y, más tardó en conocerse la noticia, en que se empezara a desempolvar trinos publicados por ella donde decía “vamos a declarar la muerte comercial a los corruptos, vamos a hacerle extinción de dominio a los corruptos y sus familiares”. Claramente, es una experta cuando se trata de crucificar al otro, pero cuando son hechos cercanos a ella, los cataloga como una tragedia familiar, su doble rasero quedó en evidencia.

Por otro lado, pretender justificar el delito de su hermano mencionando que la “tragedia” ocurrió cuando él era muy joven, es desproporcionado. A los 36 años se cuenta con la plena facultad de diferenciar lo malo de lo bueno.

Hoy a la vicepresidenta le están cobrando su arrogancia. Y no es un ataque político pedirle, a una persona que aspiraba a la Presidencia, que cuente la verdad, pues es una responsabilidad pública. Como la política es tan dinámica, olvidó lo que dijo —hace ocho años— a través de Twitter: “@yocuidomivoto Y pensar que cuando propusimos en Reforma Política 08, prohibir familiares de condenados participar en listas me criticaron!”.

Hay un hecho que me causa especial preocupación: en el comunicado que compartió dijo que “de estos hechos he dado cabal información a las personas que en los diferentes momentos de mi vida laboral consideré que debían conocerlos”, sin embargo, en entrevista con El Tiempo mencionó que no se lo había dicho al presidente Iván Duque. ¿No consideraba importante al presidente para contárselo? Ahí queda en evidencia quién es el que manda: Uribe.

Adenda: El fiscal Francisco Barbosa, mejor amigo del presidente, ¿cuándo le contará al país la verdadera relación que tuvo el ‘Ñeñe’ Hernández en la campaña a la Presidencia de Iván Duque?