El camino fácil

Opina - Sociedad

2017-10-02

El camino fácil

Con el paso del tiempo, la crítica de las actuaciones del ex presidente Álvaro Uribe Vélez se ha vuelto un lugar común entre los opinadores nacionales. A medida que se descubren más escándalos alrededor de su figura y se va consolidando la veracidad de las irregularidades que sucedieron durante su gobierno, una mayor cantidad de personas se pliegan lejos de su espectro político, procurando rechazar en público las actuaciones del ex mandatario, de forma que todos puedan apreciarlo, que todo el mundo se entere. La expresión pública de desacuerdo con Uribe se ha convertido en una especie de requisito para ser medianamente aceptado en ciertos espacios de la sociedad.

De acuerdo con las encuestas más recientes, Uribe está en el punto más bajo en lo relativo a la popularidad entre el electorado colombiano, lo que implicaría que el candidato que lo represente en las próximas elecciones presidenciales, entraría en desventaja frente a aspirantes con maquinarias más aceitadas o con mayor prevalencia entre aquellas personas que prefieren el voto de opinión.

Sin embargo, es necesario poner de relieve que la encuesta como ejercicio predictivo del comportamiento del ciudadano en el momento de votar es cada vez menos fiable, y ya hay precedentes lo suficientemente acuciantes que nos permiten preocuparnos sobre las posibilidades que tenga un presidenciable en el momento de hacer coalición con los uribistas o ser ungido por el ex presidente, basta recordar lo que pasó en el Plebiscito, la victoria de Zuluaga en la primera ronda de 2014 e incluso la de Peñalosa para la alcaldía de Bogotá.

En realidad, su figura sigue siendo poderosa a nivel electoral y a pesar de las repetidas y variadas expresiones de desacuerdo con sus ideas, éstas siguen interpretando a gran parte del pueblo colombiano.

De ser esta la situación, es probable que muchos de los que ahora manifiestan su distancia con el ex presidente hayan hecho parte del amplio porcentaje de personas que alguna vez le apoyaron así como también lo es que otra gran cantidad de los que estuvieron con él y ya no están, se decidan por otro proyecto autoritario y conservador en caso de aparecer.

En la proyección aquí propuesta, Uribe actúa como elemento disuasivo, como ya hemos visto las consecuencias de sus harteras acciones, el hecho de su propia presencia podría llegar a desbaratar algunos conatos de asociación política afín a sus ideas o para explicarlo en odiosos términos de mercadeo, su marca impediría la entrada de ese producto en ciertos mercados.

Como hemos dicho arriba, las empresas electorales que contienen su cara o su nombre siguen siendo exitosas pero aquellos que pertenecen a su partido brillan por su poca conexión con las masas y sus posibilidades de devenir contendientes opcionados en una eventual carrera presidencial es escasa. Entonces y tras aprender de lo sucedido con Zuluaga, es posible que sus acólitos se desperdiguen en busca de una alianza que les favorezca y permita al uribismo volver a gozar de las mieles del gobierno.

Reitero, a pesar de los vociferantes rechazos de los que sufre y las constantes críticas a su figura por parte de los opinadores, sus apuestas electorales han salido casi siempre bien libradas, aquellos que votan por él no suelen manifestarlo abiertamente en las encuestas y es precisamente esa la razón por la que no podemos afirmar que esté viviendo un declive o una caída en desgracia, sus posibilidades son latentes.

Sin embargo, la suya ya no es la única voz que se alza en representación de las ideas retardatarias y los terratenientes, tampoco es su colectividad la única que trata de canalizar el voto religioso ni tampoco la que recurre a métodos poco éticos para conseguir objetivos particulares a través de la cooptación de la opinión pública.

Como alternativas en este sentido se encuentran Alejandro Ordóñez, también él rechazado públicamente por muchísimos sectores con pretensiones de formadores de opinión y Germán Vargas Lleras, cuya salida de Cambio Radical para lanzar su candidatura por firmas no es sino otro engaño, una manera de disfrazar sus verdaderos intereses y orígenes pensando que la ciudadanía es tonta, no es más que un ardid, una artimaña.

A pesar de eso, muchos de los que acompañaran a Uribe en sus inicios han de estar frotándose las manos frente a la nueva posibilidad de hacerse con el poder, cierto es que una alianza entre Uribe y Vargas Lleras es complicada debido al choque de egos que suscitaría pero las posiciones de uno y otro no difieren en demasía, en realidad, se encuentran más próximos de lo que algunas personas esperan y así como las figuras de la derecha se acomodaran durante la década pasada a la sombra del caudillo, ahora podrían plegarse al proyecto político de Vargas Lleras, despojado este del prontuario escandaloso que llena de hedores la figura del ex presidente, colmado como está de acusaciones, procesos impunes y descubierto como ha sido en actividades delincuenciales.

Por eso no es suficiente criticar a Álvaro Uribe e indicar la naturaleza autoritaria y retrógrada de su partido, el Centro Democrático, así como tampoco alcanza con sacar a la luz las irregularidades que rodean la candidatura de Vargas Lleras y su vínculo con gamonales de pocos escrúpulos en las regiones más pobres del país, es necesario pugnar por un cambio en la cultura política colombiana, la apuesta tiene que ser en favor de la construcción de un país en donde las mayorías dejen de sentirse interpretadas por este tipo de personajes, vociferar en contra de uno u otro es quedarse en el camino fácil, es insuficiente aunque de todas maneras necesario, pero de no cambiar la forma en que los colombianos nos relacionamos con el liderazgo y la autoridad, este tipo de proyectos van a seguir gozando de popularidad entre la población, independientemente de la figura que los encabece.

 

Andrés Santiago Bonilla
Politólogo de la UN. Estudiante de Relaciones internacionales con énfasis en medio oriente. Amante de la escritura, devorador de podcast, lector constante.