Columnista:
Francisco Cavanzo García
Si algo se ha criticado de los gobiernos y los estamentos de poder tradicionales en el país es, precisamente, la carencia de meritocracia en su composición. Continuamente vemos cómo son los mismos con los mismos. Los puestos en nuestro país, tanto en el sector privado, como público, se reparten a dedo.
Aparentemente la nueva administración, al menos en campaña, prometió erradicar esas prácticas cuasi endogámicas en los árboles organizacionales de las corporaciones que entraron a controlar; sin embargo, esto no ha sido así.
Mientras en campaña —y durante el Gobierno de Duque— se criticaba fuertemente el nepotismo, hoy se pueden contar media docena de nombramientos cuestionables de personas cercanas a la nueva administración. Eva Ferrer, Carmen Caballero y Ligia Margarita Quessep, amigas íntimas de la primera dama, fueron nombradas como consejera para la Niñez, directora de ProColombia y como embajadora de Italia, respectivamente; Cielo Rusinque, amiga de Petro y Hollman Morris, y quien hizo parte de los abogados del acusado profesor Fabián Sanabria, fue nombrada como directora del Departamento de Prosperidad Social.
Sin embargo, el nombramiento del representante de Colombia ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el cual está próximo a realizarse, es el que más ha prendido las alarmas. Este cargo, relacionado con la reducción de la pobreza y el desarrollo de la región, podría, al parecer, ser ocupado por Alejandro Barreras, actual director de Planeación en Cali e hijo de Roy Barreras; esto es preocupante, no solo por su evidente favoritismo naciente de que Barreras es hijo del lobbysta de confianza del presidente, sino por todas las circunstancias que han rodeado el manejo presupuestal en Cali en el actual Gobierno Distrital.
El discurso enunciado acerca de que este sería el Gobierno de «los nadies», ha resultado, hasta ahora, no ser más que demagogia, como bien lo señaló la senadora Aida Quilcué, quien se quejó en diferentes medios afirmando que ni citas dan ni el teléfono siquiera contestan sus compañeros de bancada para tramitar sus proyectos. Según parece, las líneas están ocupadas repartiendo puestos a los amigos cercanos del partido.
De forma más que entendible estas prácticas han sido expuestas y criticadas en el pasado. El actual Gobierno —de encontrarse genuinamente comprometido con un cambio en la política nacional— debe mirarse al espejo y verificar las prácticas en las que está incurriendo desde su primer día en la administración. Particularmente, algunos de sus integrantes, como Roy Barreras, al cual le encanta ungirse así mismo como el baluarte de la moral.