Se supondría que las vidas de los menores de edad deberían ser aquellas que se cuidan con más delicadeza, esas que se atesoran en un baúl tratando de alejarlas de toda la maldad que día a día se va comiendo más a este país que ya no solo tiene que lidiar con el narcotráfico, la explotación laboral, el abuso de la ley, la corrupción; si no que además debemos sumarle un delito que se está llevando la niñez de nuestras manos: la pedofilia.
En algunos casos se puede ver que existen grandes redes dedicadas a este tipo de delitos, pero es mucho más común encontrar que el mismo abusador haga parte de la familia de la víctima.
Esto hace que para el menor sea mucho más complicado acercarse a sus padres o a los adultos que están a su cuidado para contarle los hechos, ya que dudan de que estos puedan creer más en su palabra que en la del otro adulto.
Es aquí donde deberían entrar a jugar las instituciones educativas y las familias: las primeras deberían formar a sus estudiantes no solo en conocimientos académicos, sino que su educación debería ser completamente integral.
Un niño no va a dar resultados cuánticos cuando su nivel emocional está completamente por el piso debido a abusos tanto psicológicos como físicos causados por un adulto.
Pero lo que más pesa en el infante es no saber en quién confiar, así que los colegios también deben darse a la tarea de dar charlas y fomentar la confianza del menor hacia ellos, hacer que ante cualquier abuso ellos se sientan en plena confianza de contárselo a un maestro, psicólogo, director, rector… Que ellos encuentren paz en algún hombro amigo que no juzgue, sino que actúe a favor de la niñez.
Las familias, por su parte, deben confiar plenamente en el niño, deben hacerlo sentir seguro en su hogar, pero sobre todo, deben denunciar ante cualquier queja de intento de abuso por parte de cualquier adulto hacia el menor.
Necesitamos recuperar la confianza de los niños hacia los adultos, debemos dejar de creer que todo esto que cuentan solo es producto de su hermosa e inocente imaginación y debemos comenzar a castigar a aquellos pedófilos que se creen dueños de cuerpos ajenos.
Pero no debemos dejar por fuera la responsabilidad del Estado; los índices no son alentadores. Se considera que en Colombia se abusan 64 niños por día y el 70 % de los abusadores continúan libres debido a la poca seriedad con la que la justicia de este país maneja este tipo de casos.
Las campañas que se hacen no van de acuerdo a la realidad que se vive, a pesar de que el Estado asegura que se debe cuidar y preservar a la primera infancia. El actual presidente también lo afirmó de esa manera cuando estaba en campaña, aseguró que se centraría en el cuidado de la niñez, puesto que es el futuro de nuestro país, pero hoy por hoy eso quedó en las palabras bonitas, porque la niñez es abusada muchas veces sin piedad, es tildada muchas veces de mentirosa y hasta castigada por levantar “falsos testimonios”.
Las familias muchas veces quieren tapar el sol con un dedo y no generar un problema peor, es por esto que deciden ocultar al abusador y señalar al menor. En otros casos, el abusador es quien responde por el menor, así que el resto del núcleo prefiere continuar apoyando esta práctica antes que quedarse sin su sustento diario.
Pero todos somos responsables de lo que les está ocurriendo, todos debemos tomarnos la tarea de vigilar los comportamientos de los adultos que nos rodean, intentar diferenciar cuándo un niño se está comportando de manera diferente, demostrarle que puede confiar en nosotros, hacerlo entender que no está solo, pero sobre todo, que nada justifica que un adulto abuse de su cuerpo y que eso nunca será culpa de la víctima, sino que es el victimario el que siempre deberá pagar por sus acciones.
Foto cortesía de: El Heraldo