Quiero asumir que ya todos aquí vieron el vídeo en el que un grupo de policías envalentonados, haciendo uso de su ilimitado poder, agrede al equipo periodístico del Noctámbulo de CityTv. En las imágenes se ve claramente cómo los uniformados atentan contra la integridad del periodista Víctor Ballestas, el camarógrafo David Romero y el asistente Jorge Mercado. Con puños, patadas, bolillazos, y hasta con la cacha de un arma, los policías intentan obstruir el trabajo de los comunicadores, en un procedimiento digno de cualquier rufián de esquina.
Y no me lo invento yo, no es lo que cuentan los periodistas, es lo que se ve claramente en el vídeo. No importa lo que sucedió minutos previos al ataque, esa no es la conducta que se espera de una institución que está creada para defender a la ciudadanía, no para atacarla de manera infame como ya ha ocurrido en el pasado.
La situación — y no es para menos— ha desatado un significativo repudio a través de las redes sociales, haciendo llegar la noticia a diversos medios de comunicación en el continente. Y preocupa porque no es la primera vez que sucede algo parecido, en lo que va del 2016 la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, ha registrado 10 agresiones contra los reporteros de parte de los uniformados, lo que en el fondo significa un grave ataque a la libertad de expresión proveniente de un órgano estatal.
A los policías les molesta sobremanera que los civiles graben los procedimientos a los que están siendo sometidos, apenas ven una cámara encendida se exaltan y obligan a apagarla, ¿a qué le temen? Un uniformado que esté haciendo su labor con transparencia y decoro, no tiene que sentirse intimidado por la cámara de un periodista o el celular de cualquier ciudadano, además porque el mismo código de la institución lo permite.
Por eso es que no es una exageración calificar de insuficiente que las autoridades se lamenten por lo sucedido, pues existen pruebas de sobra para que los uniformados que agredieron al equipo de CityTv reciban —sin tanta parsimonia— sanciones contundentes que impidan la repetición de hechos denigrantes como estos.
Adenda: Se le está yendo la mano a la Fiscalía con Juan Esteban Mejía. No es únicamente injusto, sino también peligroso castigar penalmente a un periodista que está haciendo su trabajo. Ojalá la Revista Semana no lo deje solo ante semejante arbitrariedad.