Desde hace varias semanas el fantasma de una nueva reforma tributaria está asustando a la población colombiana, en especial a los estratos 1,2 y 3. El incremento del IVA a los productos de la canasta familiar afectaría el precio de la carne, los huevos, el pollo y hasta la panela. Todo esto, por una deuda que dejó el gobierno Santos y un nuevo gabinete al mando de un joven inexperto para tomar las riendas de un país, adicionalmente también la deuda es la consecuencia de una política poco estable y dependiente de los TLC.
Todo este desaforado debate sobre el incremento del IVA hay que analizarlo desde el año 2014, donde comenzó un fuerte flujo de caja saliente en el gobierno, a causa del proceso de paz pactado entre el gobierno y las Farc. En el 2014 y 2017 se gastaron alrededor de 117 mil millones de pesos, según las cifras reveladas por el Fondo de Programas Especiales Para la Paz apenas hace 6 meses, a pocos días de terminar el gobierno Santos. Cabe resaltar que ningún monto va a ser suficientemente alto para tan importante evento, pues para lograr que una guerra termine justifica cualquier factura.
Ahora bien, el país está atravesando un cambio de gobierno y es verdad que se debe dar un plazo para que la nueva maquinaria política logre encajar, y más aún, cuando se está cursando el postconflicto, que no solo dejó una sociedad polarizada sino unas finanzas con números rojos, así lo dijo el mismo expresidente Juan Manuel Santos en su última alocución presidencial.
Pues bien, ya que la mayoría de integrantes de la guerrilla lograron desmovilizarse y de alguna u otra forma están intentando integrarse a esta sociedad llena de doble moral y rencor, pues el balón ahora está en la cancha de las comunidades, que tienen la obligación de ser parte del cambio y aportar para subsanar un nuevo desbalance.
Una parte de la solución estaba en las urnas el pasado 26 de agosto cuando se convocó al Plebiscito Anticorrupción, teniendo en cuenta que uno de los puntos principales era la reducción a la mitad de los salarios para congresistas y altos funcionarios. Esto generaría una diferencia mensual de 6 mil millones de pesos, sabiendo que actualmente la cartera de pagos a congresistas y altos funcionarios superan los 12 mil millones de pesos mensuales.
Entonces, estas son las consecuencias de un país que piensa desde los sentimientos y no desde la racionalidad. Después de entender el porqué de la deuda tan grande o el hueco fiscal (como quieren llamarlo) que tiene el país, se puede vislumbrar que el IVA es una medida que ajusta un poco las finanzas del país.
Recuerde que Colombia no puede seguir con números rojos en sus cifras, ya que esto afecta sus préstamos con el banco mundial y todos sus tratados internacionales. No es solamente el ‘Castrochavismo’ el que vuelve a Colombia como Venezuela, la deuda externa también es una gran puerta para terminar emigrando como los 2 millones y un poco más de compatriotas del vecino país.
Es de esta forma que se debe pagar el IVA, de una manera equitativa y justa en cada estrato. Teniendo en cuenta que una de las promesas del gobierno con esta reforma tributaria es devolverles los puntos porcentuales a los estratos 1,2 y 3; hasta este momento todo es bueno porque las personas con más adquisición económica van a pagar un impuesto equitativo por sus patrimonios.
El verdadero asunto acá es que tenemos más de 100 años de corrupción política, no es en vano que Colombia este entre los 40 países más corruptos del mundo, y la población ya lo sabe y es consiente que existen billones de pesos perdidos por la corrupción y en muy pocos casos hay una verdadera justicia, incluso cuando tienen la oportunidad jurídica de hacerlo –como el pasado 26 de agosto- siguen haciéndose los que no ven nada.
Por eso la desaprobación a que se incremente el IVA: las personas siguen desconfiando del gobierno y su promesa de devolver los puntos porcentuales del impuesto y esto genera conflictos internos sin pronta solución.
Para finalizar es necesario precisar que esta nueva reforma tributaria es un punto viable y efectivo siempre y cuando los fondos recaudados tengan una canalización adecuada y no terminen en bolsillos ajenos. La corrupción hay que castigarla de forma severa, de tal forma que los contribuyentes no tengan desconfianza de sus mandatarios, este es el punto de partida para que haya menos evasión de impuestos. Pero si persiste los altos índices de impunidad en gobernantes y cargos públicos, ninguna medida y ningún impuesto será viable para sostener una realidad económica.
Foto cortesía de: Dinero