Los colombianos estamos cansados de los conflictos en los que nos ha insertado la clase política gobernante desde hace más de un siglo, casi que desde el grito de la independencia. Estamos cansados de la sangre derramada de inocentes, cansados de los desplazamientos, cansados de la impunidad y cansados de la ineptitud de los gobernantes de turno, los que en su mayoría nos han sumergido en el más terrible subdesarrollo.
En estos tiempos estamos siendo espectadores del más feroz ataque de toda la derecha latinoamericana contra el hermano país, contra el Gobierno de Venezuela. Una agresión ideológica y económica que la han venido disfrazando de “ayuda humanitaria” o con la antigua retórica connotación de buscar la “libertad del pueblo” como el mejor pretexto para invadir un país, adueñarse de sus recursos naturales e imponer un Gobierno de “transición” que se alinee con sus posturas ideológicas.
Un relato ya conocido y vivido de la misma forma por países que fueron bombardeados o tuvieron una guerra civil (provocada) como Libia, Irak, Egipto, Yemen, Afganistán, Pakistán, Somalia y, recientemente, Siria; en donde hago hincapié en la resistencia que ha tenido el Ejército Árabe Sirio haciendo respetar su soberanía y recuperando hasta la fecha el 90% de su territorio que había sido invadido por rebeldes apoyados por potencias extranjeras como Estados Unidos, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita y Qatar, en distintos grados.
Ahora bien, el joven Duque ha emprendido una feroz y crucial arremetida contra el Gobierno legítimo de Venezuela, aunque a veces es de dudar si son sus propias intensiones las que deciden en el tema, o son intensiones impuestas desde el exterior. (Sin tener certeza, además, de si el mismo expresidente Uribe tiene o no incidencia en las mismas).
El hecho es que Duque viene sembrando violencia en contra de un gobierno, que aunque no coincida con sus líneas económicas y sociales, se debe respetar, partiendo desde los principios de la democracia a la legítima acción de elegir y ser elegido.
Aunque allí no paran las travesuras del joven Duque: a finales del mes de febrero, Juan Guaidó, el diputado y autoproclamado “presidente de Venezuela”, llegó a Colombia para reunirse (y al parecer) crear más caos en el país vecino con la complacencia de los presidentes de Chile, Paraguay y Colombia.
Estos últimos sin querer entender, o haciéndose los de la vista gorda, sobre las problemáticas profundas que tienen sus propias naciones donde fueron elegidos por medio del voto, democráticamente. Caso contrario del diputado Guaidó, que lo quieren imponer a la fuerza, violando la constitución del hermano país venezolano.
Mientras tanto en Colombia, el país para el cual fue elegido el joven Duque, sigue caminando hacia la más amplia brecha de desigualdad: además de los altos índices de inseguridad, en enero el desempleo subió al 12,8%, se padece un Código de Policía que está totalmente desconectado con la realidad social del país, persiguiendo y golpeando a vendedores informarles en vez de buscar cohesión y fraternidad entre autoridad / ciudadano.
Presidente Duque, el país se está incendiando, trabaje por Colombia, el país por el que fue elegido, es importante entender que la soberanía y autodeterminación de los pueblos no puede ser agredida por un capricho gubernamental.
Deseo lo mejor para Venezuela en el marco de sus instituciones, no al intervencionismo, por la paz y el diálogo en Venezuela.
Presidente Duque, lo único que está logrando con su aventura de “derrocar la dictadura” es llenar de odio a toda América Latina.