Autor: Muldder Criollo
El subpresidente Duque es un buen esclavo que solo hace caso a las órdenes de las instituciones a quienes les adeudamos la vida. Desde dichas organizaciones, se imponen una serie de reformas que, más allá de desarrollo económico, buscan es perjudicar a los ciudadanos con mayores impuestos y menos beneficios sociales, laborales, educativos, entre otros.
Recordemos que los presidentes, así sean elegidos «democráticamente», deben llegar a gobernar para los ricos, para quienes les financiaron su campaña. En el caso particular de Colombia, gobernar para el grupo económico del banquero más poderoso del país.
Es una triste realidad, pero es mejor dejarla clara para poder entender quiénes son los que realmente gobiernan en todos los países.
Sí, Duque, además de servir a esos poderes, también lleva dentro de sus venas sangre esclava, sangre que se aculilla frente a las élites, sangre servil que se doblega ante el dinero; por lo tanto, es entendible su manera de actuar.
Terrible saber que nos representa un esclavo más, que solo transmite y ejecuta lo que le mandan desde más arriba. Aunque, a diferencia de los ciudadanos de a pie, él recibe un salario suficiente que le da la seguridad para no sentir vergüenza, y la tranquilidad para no sentir ni lástima por los demás. Así es muy sabroso gobernar. ¿O subgobernar? En fin… le dará igual.
Duque, sin opción de refutar, debe hacer caso y nada más. De seguro es un trabajo muy fácil para él. Tener que hacerle caso a Uribe y, de paso, a su financiador de campaña, el señor Luis Carlos Sarmiento, lo deja en un callejón sin salida, pero soportable.
Duque debe devolver favores, y tenemos que ponernos en sus zapatos: tiene que pagar esas deudas que lo catapultaron a la subpresidencia. No cabe duda, a los problemas internos que ya venían desde que Iván Duque se posesionó, se le sumaron los recientes escándalos que ya desbordaron la paciencia de los colombianos.
Valientes e indignados, los de aquí tomaron de ejemplo las manifestaciones en países vecinos y hoy estamos sumidos en un paro nacional indefinido, completamente justificado, inusual en este país, que suele ser de bocas calladas y mentes sumisas. Tal como siempre quisieron que fuéramos.
Nos quisieron enterrar, pero olvidaron que éramos semillas. Es un verdadero gusto ver cómo los ciudadanos van despertando, perdiendo el miedo de protestar por lo injusto y exigiendo cambios sociales profundos por el bien de sus vidas.