Drogas: una guerra perdida

Opina - Sociedad

2016-06-17

Drogas: una guerra perdida

Desde hace mucho tiempo no había existido extraordinaria empresa que pretendiera alcanzar un absurdo tan desproporcionado como la actual insistencia estatal en la desaparición de los estupefacientes de la vida humana. El Estado hoy se empecina en desempeñar el papel de Hidalgo, que con un evidente trastorno mental, lucha contra molinos de viento teniéndolos por amenazadores gigantes.

La población, un poco parecida a Panza, más no por cuerda sino por ignorante, solo se limita a apoyar al caballero andante en su desbaratada aventura. Y de hecho sí es un amenazador gigante al que el Estado se enfrenta cuando hablamos de drogas puesto que, y exonerándome de ser un ortodoxo retrograda que ve el consumo como manifestación del maligno, se trata de un problema social que puede desencadenar una crisis en la salud pública (claro está, ignorando uno de los más grandes legados de los últimos ex mandatarios del país, el estado del sistema de salud.)

Pero como el punto en este escrito no es el triste estado del sistema de salud colombiano, enfoquémonos entonces en el asunto a tratar y del por qué considero la guerra contra las drogas una guerra tan desgastante como perdida.

Introductoriamente es necesario aclarar que como en cualquier guerra existe oposición de opiniones y que se gira, de manera central, sobre tres ejes: consumo, es la acción física de desgastar con el uso de las facultades corporales una sustancia, ilegalidad, que es la no aceptación jurídica del consumo y la producción de drogas, moralidad, que tiene un valor de historicidad y que la identificamos, por supuesto, con la concepción social de que la droga está mal.

Primeramente, a las drogas podemos enfocarlas desde una perspectiva económica, lo que resulta muy interesante. Entiéndase economía, por practicidad y simplicidad aquí, como la ciencia que estudia las leyes de la producción y la satisfacción de necesidades, obviando que es más que eso. Desde una perspectiva económica las drogas cumplen con las características principales que tiene una idea de negocio exitosa: primero, nuestro proyecto tiene un gran target al que va dirigida la oferta, segundo, se tiene un know-how para producir, tercero, existe una alta probabilidad de obtener grandes ganancias.

Por un lado se puede concebir la droga como una mercancía que multiplica hasta el cielo la plusvalía que genera su creación basándonos en bajos costos de producción y distribución junto a altos precios en ventas. Por otro lado tenemos al drogadicto como consumidor asiduo quién no necesita de campañas de publicidad y estrategias de fidelización dejándonos no más que una mina de oro lista para ser explotada.

En la era del capitalismo como sistema económico predominante, en donde reina la mercancía y el consumo superfluo de cosas, resultaría extremadamente contradictorio eliminar un proyecto productivo tan beneficioso, hablando en términos económicos, puesto que representa grandes ganancias, creación de puestos de empleo y satisfacción de necesidades.

Sin embargo existe el componente moral que juzga la naturaleza de las acciones y las clasifica en categorías, aunque no es la primera vez que el hombre ignora a la moralidad y hace lo que más le beneficie, ya pasó con el comercio y el interés en préstamos de dinero durante la edad media (?).

Segundamente, y hablando desde lo psicológico, no hay que hacer un estudio científico para saberlo, las drogas ayudan a que ciertas personas, sino muchas, puedan de manera más llevadera soportar su miserable existencia. La necesidad de obtener un estado alterado de conciencia que individualice un mundo tan pluralizado ha sido desde siempre muy humana, ya diría Maslow donde ubicarla. Sin dejar de mencionar las impresionantes manifestaciones artísticas producto de los trances.

No obstante todo esto, las drogas dentro del campo psicológico no dejan de complementarse con el ocio, mayoritariamente, se puede ver que el alcohol, la marihuana, y demás, están relacionados con espacios de ocio fácilmente identificables.

Ilustración: vice.com

Ilustración: vice.com

Mientras no se vean afectadas las libertades de los demás no me opongo al consumo de drogas por parte de un ciudadano, porque en esencia la democracia es un modo no impositivo de relacionarse, y quitarle a una persona su capacidad de hacer es violentar su humanidad, pero no se puede dejar de lado la reflexión sobre hacia donde nos llevaría una sociedad drogo-normativa, tomando como referencia el reciente desmantelado “Bronx” en la ciudad de Bogotá, Colombia, que es un ejemplo bastante real del tipo de relaciones que se manejan en un ambiente drogo-normativo.

La sociedad moderna, industrializada y con todos sus avances, nos ha sido dada al nacer, es un producto histórico resultado del trabajo de muchos siglos y no ha sido construida por nosotros. Si las nuevas generaciones pueden mantener el nivel de vida actual, y mejorarlo porque es necesario, desde una banca fumando yerba o desde una silla tomando alcohol, demuéstrenlo, porque bienvenido todo lo que nos beneficie como sociedad.

Publicada el: 17 Jun de 2016

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Rafael Medellín Pernett
Inquisidor.