Tras permanecer varias horas pegado al computador navegando por el ciberespacio y ante la ausencia de tentativas invitaciones que me sacaran del mundo virtual y me sumergieran en la realidad real, decidí como alternativa: ver televisión… Empecé a juguetear con el control del televisor insatisfecho con la programación que se ofrecía en los 52 canales disponibles, corría octubre de mil novecientos noventa y nueve… de repente el estribillo de una canción llamó mi atención
-¡Ah es la tan anunciada Betty!…
Poco a poco en los siguientes treinta minutos fácilmente me encarreté con aquella historia de una joven poco agraciada, de gruesos lentes, frenillos, capul y voz chillona, de nombre: Beatriz Pinzón Solano… era inevitable estar frente al televisor al siguiente día, al otro y al otro, hasta convertirse en una cita ineludible, casi una necesidad de seguir detalle a detalle la historia de una fea.
Titulares de prensa, portadas de revistas, especiales de televisión dedicados al tema de una telenovela que rompía los estereotipos y clásicos esquemas del melodrama, dándose el lujo de tener a todo un país expectante e inquieto: desde el niño, la abuela, la empleada, la secretaria, el desempleado, el gamín, el campesino, el ejecutivo, la primera dama, el senado, los grupos subversivos, la iglesia como principales testigos de un éxito que traspasó fronteras y puso como centro de atención a los protagonistas de este melodrama colombiano matizado de humor.
Gaitán su creador, su padre, orgulloso y descrestado con el abrumador éxito de su hija fea… Ana María, la actriz que tuvo la suerte o desatino de prestar su cuerpo y sus emociones para encarnar a la fea más fea de Colombia, mágicamente se ubicó como la actriz más popular y reconocida del nuevo milenio, enfrentada al asedio de los periodistas, fotógrafos, paparazzis, y admiradores que no diferenciaban entre la actriz y su personaje, entre la realidad y la fantasía, Ana María y Betty dos mujeres en una…
Los ecos del triunfo de la fea invadieron el continente para fortuna del canal y de su libretista que empezó a cargar también sobre sus hombros el peso de la fama, adquiriendo la responsabilidad de sobrellevar una exitosa historia por más de un año…
Aquella mañana me levanté con un extraño presentimiento, no sabía exactamente que era. Siguiendo la rutina diaria tomé una relajante ducha, me vestí con parsimonia, luego me preparé un abundante y sano desayuno, me disponía a leer el periódico y sus titulares de primera página cuando advertí que eran las 8:00 a.m., ¡Me cogió la tarde!, el dichoso despertador se había parado; la carrera fue maratónica , me arrojé a la calle en busca de un taxi, no había tiempo para viajar en bus. A pesar de varios intentos ninguno de los carritos amarillos se dignaba a parar, mi angustia se acrecentaba segundo a segundo, ¡Oh DIOS ayúdame!, apareció mi vecinita de quince en su motocicleta señoritera.
—¿A dónde vas Kelly Jhoana? La nena traía una cara de tristeza elevada a su máxima expresión. Casi de una me subí en aquella motocicleta y le supliqué que me acercara al trabajo. Mi angustia hizo que no me preocupara de la tristeza que llevaba Kelly Jhoana.
—¡Gracias te debo la vida! —le dije después de bajar y encaminarme hasta la puerta principal de mi sitio de trabajo con el único propósito de marcar tarjeta. Lo primero que noté fue que el guarda de seguridad tenía una cara tan lúgubre como la de Kelly Jhoana, me contestó parcamente el saludo y yo continué mi marcha hasta el interior.
A mi paso ya no era raro toparme con las mismas caras largas y lúgubres, como un síntoma general que empezaba a inquietarme, ¿qué está pasando aquí? pregunté. Carmen la recepcionista empezó a llorar desconsolada, mi inquietud rápidamente se tornó en un gran interrogante sin más respuestas que las caras largas y tétricas de mis compañeros de trabajo.
Usualmente y cada mañana el tema principal de conversación era lo ocurrido la noche anterior en el capítulo de «Yo soy Betty la fea», las miles de conjeturas y especulaciones en torno a sus personajes y la trama cada día más apasionante. Decidido y ofuscado pregunté:
— ¿Alguien se puede dignar a contarme qué pasó aquí?
Anita la relacionista pública replicó extrañada:
— ¿Tú no lo sabes?
— Saber…¿qué?
Carlota la señora de los tintos se acerca y con voz quebrada acota:
— Secuestraron a Betty la fea.
— ¡Queeee! , Ay no, lo que faltaba, que Gaitán le metiera truculencia a la telenovela, ahí si la embarró ese man—-apunté yo desprevenidamente.
Lino el mensajero hizo una aclaración que me dejó de una sola pieza, frío, ¡pasmado!
—Secuestraron a la Orozco viejo Camilo, a la protagonista de Betty la fea.
De inmediato las mujeres allí presentes se echaron a llorar, todas al unísono. Claudio el jefe de sistemas me pasó el periódico del día, al abrirlo me topé con un gran titular que decía:
¿Dónde está la fea?… Era la noticia del momento, los noticieros de radio, de televisión no cesaban de informar paso a paso, segundo a segundo las incidencias del plagio de Betty la fea, ¿o de Ana María?… La consternación también se apoderó de mí:
— Lo que nos faltaba, ¿qué pasará con nuestras noches de esparcimiento en familia frente al televisor?; en este país del sagrado corazón definitivamente todo puede pasar…
Las instalaciones del canal fueron invadidas por reporteros, corresponsales internacionales y miles de curiosos que se agolparon en los alrededores como muestra de solidaridad y rechazo ante semejante desfachatez. Aquel día fue declarado cívico y las fuerzas militares y policiales desplegaron operativos destinados a encontrar a la fea más querida de Colombia.
En su oficina, más apesadumbrado que todos, Gaitán dejó a un lado su computador con las decisivas escenas de los capítulos finales de su telenovela y se unió al clamor nacional que reclamaba el pronto regreso de Ana María y Betty, dos amadas mujeres en una… El presidente en su alocución pidió por la integridad de la actriz, y reclamó su inmediata liberación.
Algunos grupos subversivos a la par se atribuyeron el plagio, lo que creó mayor incertidumbre. Marchas de protesta fueron celebradas a lo largo y ancho del país, el apoyo no se hizo esperar y protestas similares se protagonizaron en Perú, Ecuador, Chile, Venezuela, todo centro América y Estados Unidos.
La Revista TIME, La CNN, y múltiples medios alrededor del mundo centraron su atención en el secuestro que paralizó y consternó a un continente entero. ¿Qué pasaría con la telenovela sin su actriz principal?, ¿qué se pretendía con este plagio?, ¡Acaso despertar la humanidad y solidaridad de los treinta millones de colombianos apáticos ante tanta violencia!
Las malas lenguas decían que era una estrategia publicitaria que lo único que buscaba era triplicar el rating y acaparar la atención mundial que incrementara las ventas de la telenovela. Otros rumoraban que la actriz estaba en manos de un líder guerrillero fanático de Beatriz Pinzón Solano y que la había escogido para que fuera la emisaria de un mensaje de tregua y paz, con algunas alusiones al tema del despeje, los canjes, y el tributo obligatorio a la guerrilla, quién mejor que Betty para desempeñar esta misión.
Otros cuantos aseguraban que la tenía el líder paramilitar decidido a sostener con la fea más famosa de Colombia un diálogo profundo y filosófico sobre la actual situación política y social de Colombia, además de también usarla como mensajera ante los estamentos gubernamentales.
También se decía que Ana María no soportó más el peso de la fama y agobiada desapareció de la noche a la mañana, sin importarle nada más que estar sola y tranquila como una simple mortal en cualquier rincón del Planeta Tierra, alejada de su amiga, ¿o enemiga? Beatriz…
Los días corrieron sin la menor noticia alentadora o pista que hiciera pensar en un pronto regreso de la fea. Gaitán sumido en una gran depresión se negaba a darle un inesperado giro a su historia obligado por las circunstancias, guardaba la esperanza de que su hija, de que la actriz, volvería sana y salva dispuesta a continuar con el final de su historia. Los directivos de canal angustiados se reunían a diario y en largos debates discutían sobre el futuro de la telenovela y las estrategias que emprenderían para salvarla.
Tal vez emplearían otra actriz, que caracterizada supliera las escenas finales y, aunque no fuera lo mismo, le darían un final digno. Otra alternativa contemplada era matar a Betty, víctima de la violencia de un país, el suicido por despecho, atropellada por auto o muerte súbita natural como cualquier mortal que lo único seguro que tiene es la muerte…
El atronador ruido de mi viejo despertador hizo que saltara de mi cama como un resorte, me desperecé, estaba confuso e intrigado, el reloj marcaba las siete de la mañana. Corrí en busca del periódico matutino expectante por sus titulares, tuve cierto temor de abrirlo, pero suspirando y sacando animo lo abrí de par en par…¡allí estaba ella! , mi querida Beatriz, mi bella Ana María, sus fotografías con un titular que anunciaba el estreno de «Yo soy Betty la fea» en territorio argentino. Experimenté un tremendo alivio, como si me hubieran quitado un peso de encima…
¿Un sueño? ¡O una pesadilla!, lo cierto era que ella estaba bien y que podríamos seguir disfrutando del esparcimiento y todo el humor de una buena telenovela consentida por todo un continente…
De camino al trabajo me topé con Kelly Jhoana en su motocicleta señoritera, muy contenta, se detuvo para comentarme que detestaba a Armando Mendoza, aunque era un repapi, no justificaba cómo se prestaba a jugar con los sentimientos de Betty y que Mario era un desgraciado ¡como todos!, apuntó la nena y se despidió rumbo a la U.
Yo abordé el bus y en el trayecto escuchaba cómo una señora le contaba a otra que se identificaba mucho con Sofía y su problema con Efraín, dos caballeros hablaban de lo «buena» que estaba Patricia Fernández. Cuando llegué a la empresa, el guarda me saludó efusivo y no podía faltar su pregunta.
— ¿Te viste Betty anoche?
En el trayecto el tema central era lo acontecido en el capítulo de la noche anterior y las especulaciones que se empezaban a tejer…todo seguía igual, menos mal había sido un sueño y esta noche y las que restaban podríamos desestresarnos con el humor de Fernando Gaitán y el especial candor de la fea más querida de Colombia…
F I N
Postdata: Este relato lo escribí hace 19 años, Fernando Gaitán lo conoció y le encantó, siempre supo que yo era el “Betty maniaco” número uno, viejo Fernando, gracias miles por tus historias que tantas noches de esparcimiento nos brindaron, por tantas carcajadas en familia, te vamos a extrañar, ¡Buen viaje a la eternidad!