División contra la democracia

Opina - Política

2016-08-06

División contra la democracia

La política colombiana, como todas las formas políticas en el mundo, tiende a crear polarizaciones, distintos puntos de vista se enfrentan con las armas de los argumentos para hacer valer sus ideas por encima de su adversario, al final de cuentas a esto lo llamamos libertad de expresión política y es una parte importantísima de toda democracia así constituida.

Lastimosamente en Colombia, tales divisiones políticas nunca han resultado como se espera en una democracia – puntos de vista que complementados construyan soluciones a los problemas que aquejan a la nación – , y por el contrario se ha tornado en detonantes de la gran mayoría de los conflictos más sangrientos de la historia republicana.

Es difícil que todo el mundo se ponga de acuerdo en temas aislados y generales, pero es casi imposible que todo el mundo se ponga de acuerdo en temas centrales y particulares que afecten de forma tajante a toda la población y que sean tan importantes que delineen los destinos del país, tales son los casos de las discrepancias que han llevado a las importantes divisiones políticas en la historia y en todo momento se puede detallar un fraccionamiento tan grande como imposible de solucionar sino, o con la eliminación de una de las dos partes o con la ignorancia a los problemas a los que se busca solución, estas dos últimas son las favoritas de la élites que siempre han tenido en su manos los destinos del estado.

Se pueden enumerar varias divisiones nefastas en el ámbito nacional, nefastas porque no han tenido ese carácter democrático y porque han desembocado en conflictos en su mayoría armados y que han dado al conflicto actual su forma. La primera división que tenemos conocimiento nos remonta a los primeros años de la mal llamada independencia  del 20 de julio que fue no más que un episodio revolucionario inicial en el largo camino de emancipación del imperio español hecho por el pueblo pero utilizado por la élites santafereñas, los cuales en dos bandos se combatían el poder en la primera guerra civil entre federalistas y centralistas, lo que llevó a la reconquista en 1815 y a otros años más de atraso republicano.

Otra gran divergencia que marcó la historia de Colombia fue entre los que se hacían llamar santanderistas y bolivaristas que llevó a la disolución de la Gran Colombia y a la hecatombe política del siglo XIX cuando se sancionaron siete constituciones que dejaron al país entre el federalismo y el centralismo y a una desestabilidad social tal, que desembocó en ocho guerras civiles que desangraron el país y abrieron paso al siglo XX en medio de la división entre Conservadores y Liberales, otra gran división política que ha existido casi siempre y que en el especial en el siglo pasado, modelo con fuego y barbarie la actualidad de Colombia.

Esa división llevó a la guerra de los mil días, a la violencia partidista de los años treinta, a la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, a la Violencia de los cuarenta y cincuenta, al surgimiento de los grupos subversivos, al Frente Nacional y finalmente, al conflicto armado interno. Cabe resaltar que todas estas divisiones fueron manejadas por los poderosos de las elites que obtuvieron y aun obtienen el poder en favor de unos pocos y lo retiene para sus amigos, conocidos y familiares, y ¿Quiénes pagaron con sangre la división?, el pueblo que en busca de mejor vida fueron llamados con mentirosas promesas que nunca se cumplieron y con el fanatismo más peligro.

Como hemos entendido, mientras las elites y los ricos permanezcan en el poder para el beneficio de las elites y de los ricos, la historia se va a repetir y las mismas divisiones seguirán ocasionando el retraso, el conflicto, los problemas sociales, los odios y los rencores, ya no al servicio de una ideología fanática, sino al servicio de los intereses económicos a costa del pueblo necesitado.

Hoy, en el año de 2016 estamos en un escenario similar a los que he puesto como registro. Para nadie es un secreto que el país está en una división insondable, entre varios grupos, pero podrían tomarse como dos según los deseos de cada uno. Por un lado están los que apoyan el proceso de paz los cuales se componen de santitas y de aquellos que no apoyan ni a Santos ni a Uribe pero sí al proceso de paz, y por el otro lado están los uribistas y los que no siendo ni uribistas ni santitas, no apoyan el proceso de paz.

Imagen cortesía de: elnacional.com.do

Imagen cortesía de: elnacional.com.do

Muy grande es esta división, y los intentos por reconciliar ambas partes no han tenido frutos, es comprensible, pero la discusión en la que se debe basar la democracia para llegar a un acuerdo no existe ni se desarrolla y ambas partes, en gran número (sin decir que la mayoría), se han limitado a apoyar el Sí y el No ciegamente increpando a su contraparte con todas las injurias y daños, casi todos verbales, para hacer valer su “punto de vista” que no es más que una repetición de lo que dicen los demás sin antes conocer la verdad.

Muy cierta es la frase de Jorge Eliécer Gaitán la cual se puede aplicar para el entorno político actual “El que sentencia una causa sin oír la parte opuesta, aunque sentencie lo justo es injusta esa sentencia”, pero para poder oír la otra parte es necesario conocer e independizarse de los alegatos reaccionarios y producidos por las élites que sirven a sus propios deseos e intereses y desinforman con adoctrinamiento.

No se trata de dejar las divergencias y los desacuerdos, se trata de utilizar estos, objetivamente, para la construcción de una verdadera nación democrática, en la cual ser de oposición, ateo, homosexual, mujer, no sea ser ignorado y atacado sino que todos los puntos de vista  y todas las partes de la sociedad sin excepción sean escuchados y los problemas sean resueltos con unas verdaderas soluciones, y así, solo así la construcción de la paz, que será nuestra próxima tarea, llegara a feliz término y los conflictos que desaten división no pasarán nunca del debate y del diálogo político al servicio de poderosos egoístas.

Rescato los últimos deseos del libertador, que siempre habiendo llamado y velado por la unión colombiana, comprendió desde antes que las grandes divisiones sin diálogo en una democracia son fatales para su existencia.

“No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. 
Simón Bolívar.

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Felipe Alzate De los Rios
Abogado. Conciliador en Derecho. Manizales.