Autor:
Haider Guerra
Hace unos días mientras pasaba el tiempo mirando las publicaciones en Instagram de las personas que sigo, apareció una noticia en donde Vargas Llosa hablaba de su desaprobación al lenguaje inclusivo, y en este argumentaba su posición en contra de este. En uno de esos días de Instagram en los que sigo la política del país, a las figuras mayoritariamente masculinas que se ufanan por llegar al poder en la Casa de Nariño país, observó, la mayoría hombres blanco-mestizos mayores de 60 o 70 años, personas de la tercera edad, de otra época. Recuerdo ver las locuciones del señor Ordóñez en contra de los derechos reproductivos de las mujeres y alardeando de sus creencias religiosas. Me pregunto, ¿hasta qué punto estos hombres ya casi ancianos seguirán reproduciendo sus pensamientos caducados en una sociedad que ha cambiado y vive en constante cambio? Si bien dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, me pregunto, ¿estos señores saben lo que una sociedad en constante evolución quiere? ¿O más bien es la reproducción de sus posiciones privilegiadas sobre las gentes ansiosas de cambio?
No es un secreto que el éxito de muchos de estos hombres que ocupan posiciones de poder se debe a ese mismo sistema que les permitió escalar más fácil y que en definitiva no obstaculizó sus metas poniéndoles un techo de cristal. No se trata de demeritar la brillantez de estos y de restarles importancia a sus aportes, sin embargo, no hay que ignorar el hecho que el sistema en el que vivían les hizo un camino menos truculento.
Recuerdo las últimas manifestaciones llenas de jóvenes que arriesgaron sus vidas al salir a protestar en contra de un gobierno que ha estigmatizado la protesta interna, pero que sale a defender las protestas foráneas. Es este mismo pensamiento el que se observó en muchas personas adultas que hablaron en contra de las protestas juveniles, diciendo que los jóvenes estaban siendo manipulados por ciertas «manos oscuras que controlaban sus mentes».
Frente a l anterior, pienso, ¿no será más bien que esas mentes juveniles se cansaron de escuchar un sermón casi repetido por los medios de televisión nacionales que se encargan de perpetuar y legitimar las voces de estos adultos «sabios» e «iluminados» dueños de la verdad? Que más bien esa fuerza policial desmedida se trata de un mecanismo de control de las voces de los jóvenes, que los reduce, los estigmatiza y los infantiliza. Desde siempre he enfrentado la deslegitimación de mi posición por mi fenotipo puberto, como si por ser joven no tuviese una voz y no pudiese llevar un proceso de pensamiento que ha sido negado a mujeres y personas que se salen del sistema, se les ha negado esa habitación propia.
¿Será que los jóvenes por serlo no tienen capacidad de ejercer su propia agencia? ¿Es la edad lo único que valida las ideas o los argumentos? Hay que ver a las personas de la tercera edad que salieron a protestar, algunas con carteles de apoyo a las juventudes, quizás esas mismas personas vivieron con miedo a hablar y se animaron a salir apoyados por los jóvenes ansiosos de cambios que salieron a protestar a las calles. Puede ser que estas personas hayan sido los jóvenes que se callaron en su época y no pudieron enfrentar un sistema que los atemorizó hasta el punto de que sus voces solo pudieron ser escuchadas muchas décadas después.
Es normal ver las reacciones y opiniones de estos hombres arraigados al poder, usualmente, en contraposición a los cambios que pide la juventud por una sociedad más justa y equitativa. Cuántos de esos mismos políticos han repetido periodos legislativos una y otra vez hasta la saciedad, los vemos siempre atrincherados a una silla en el Senado o en el Congreso, lugares en los que preforman sin aportar nada a esta sociedad, en donde son más bien montículos que no nos dejan avanzar. Ellos son parte del problema, el mismo pensamiento que se refuerza y se rehúsa a dejar ese poder. Y en eso estoy de acuerdo con Margarita Rosa de Francisco, al tuitear que no quería escuchar más la opinión de ningún expresidente, yo agregaría que no solo no deseo escuchar las opiniones ninguno de estos, ni tampoco de estos hombres viejos y acomodados que no se cansan de replicar sus pensamientos arcaicos.
Finalmente, es ese comportamiento patriarcal que no sabe de empatía ni de reconocerse en el otro, porque ni siquiera se reconocen en las mujeres. Solo ven la otredad como el abastecimiento de todas y cada una de sus posiciones cómodas. Desde donde seguramente dirán: ¿Cómo se atreven esos pelaos sin oficio a protestar? Deberíamos prohibir esas protestas, argumentarán también desde sus fincas almidonadas, cual narco poderoso.