Pasar la página de la violencia en el país, parece más complejo de lo que pensaba, no porque vaya a haber un grupo guerrillero que se va a desarmar o porque el domingo los colombianos tendremos la decisión en nuestras manos, peor aún: los colombianos nos estamos matando con el lenguaje.
Esto no es nada nuevo, cada que hay unas elecciones importantes en el país, unos y otros parecen estar a punto de matarse por defender una ideología, que al fin y al cabo, en algún momento se saldrá con la suya. Mientras tanto, quienes se insultaron y casi se volvieron más políticos que sus candidatos, quedaron como enemigos.
En Colombia nos hace más falta aprender a tolerarnos, que un gobernante en el poder. Parece que no hemos sido capaces de entender que somos diferentes, que el otro, como yo, también tiene su forma de pensar. Parece que nos quedó más grande reconciliarnos con el lenguaje que con un grupo al margen de la ley.
Precisamente eso es lo que quieren quienes nos gobiernan, que el pueblo se mate, y esto no es nuevo, si retrocedemos hace más de medio siglo, liberales y conservadores se mataban unos a otros por sus ideologías y gracias a ello, se destapó el bogotazo. Porque los colombianos NO NOS SOPORTAMOS. Porque pensamos que un color político, una creencia religiosa, un equipo de fútbol, una inclinación sexual; es motivo para desencadenar una batalla campal con quien no tiene la misma forma de pensar que yo.
Por motivo del fin de los diálogos en La Habana, incluso desde que comenzaron, a veces me provocaría que no existieran las redes sociales, tal parece que se convirtieron en el escenario preferido por los colombianos para tratar de aplastar al otro por pensar diferente, hasta han reaparecido términos, como “mamerto”, que a propósito nunca antes había visto esa palabra tantas veces en mi vida. La pregunta es ¿Cuántas personas que usan este término, saben su significado?
Me tomé la tarea de buscar en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) y tal palabra no existe. Quise entonces ahondar mi búsqueda y parece que es una de tantas palabras que existen en la jerga popular para desprestigiar al otro por ser de izquierda, leer libros de personajes de izquierda, o como diría en otro aparte son “nerds”. Aunque también se le ha tratado de dar una connotación para insultar al otro como “bobo” o “falto de inteligencia”. Sin embargo, lo que se desconoce, es que a tal palabra se le da como raíz la palabra “mamón” o también “persona que chupa dedo”. Bueno pues tal vez por esto la RAE no lo ha tomado como un término correcto para plasmar en sus diccionarios, tiene muchos significados y ninguno es exacto.
Dejando a un lado el mamertismo, manifiesto que me impresiona la habilidad que tienen unos y otros para inventar palabras que ataquen o simplemente crear términos compuestos como: la Farcsa (aludiendo a Farc y Santos para descalificar el proceso de paz) o decir Farcsantos (para aseverar que santos es un “falso vendido a las Farc”) además una que no puede faltar en 9 de cada 10 comentarios de quienes están en contra el proceso de paz es el Castro-chavismo (para aducir que Colombia “va hacia el socialismo del siglo XX”). Por su parte, los del Sí también utilizan términos como uribistas (para señalar que los del No, son amigos de Uribe) o también les dicen guerreristas (porque supuestamente prefieren la guerra que la paz). En fin… los términos son muchos pero especialmente hay unos que sobrepasan la raya de la vulgaridad. Recordemos que los debates se hacen con argumentos, no con insultos.
Pero, lo que sucede en el país va mucho más allá de un proceso de paz, propondría que lo primero que hiciéramos fuera un proceso de reconciliación entre los colombianos, porque nos insultamos hasta por ser de una u otra región, por un artista u otro, por todo parece que los colombianos tenemos que ofendernos.
No yendo muy lejos, cuando una persona comete un error, parece que el mundo se le viene encima: si chocó su carro, si manejaba ebrio, si lo cogieron con droga en algún lado de Colombia o el mundo, si es modelo, si es actriz porno, si le gusta un programa de televisión, si es homosexual, si se encontró algo y lo devolvió… infinidad de temas en los que los colombianos somos pioneros para despotricar del otro, peor aun, desearle la muerte; pero cuando le pasa a alguien cercano, incluso a propiamente a uno, le toca tragar entero y confrontarse a sí mismo.
La invitación es a no tomar las cosas desde los extremos, señores, nacimos en un país en el que tenemos que convivir, en el que la guerra nos ha marcado a TODOS, no sólo a los del Sí y los de No; a quienes se abstienen, a los que no les importa lo que pase con el país, a uribistas, santistas, polistas, verdes, liberales, conservadores. A todos nos ha tocado. Y seguramente mientras el pueblo se mata con el lenguaje, a veces hasta se golpean, quienes están en el poder, gozan al lograr sus objetivos.
Colombianos, eduquémonos, al Estado eso no le conviene. Estrechemos nuestras manos, abrecémonos. Eso construye más, une más, nos hace sentir amigos. O acaso ¿Es más importante una ideología que la persona? El otro también es humano y mientras no nos dejemos de matar con el lenguaje, nunca habrá paz en el país ni en el mundo.
Terminaría con tuit del maestro Luis Alirio Calle que nos llama a la reflexión: “Con ocasión del plebiscito, estamos hablando feo: en lugar de balas, disparamos palabras, y esas son tan mortales como las otras.” Y le complementaría que pase lo que pase con el plebiscito, seguiremos siendo colombianos.