Taladrando la moral y el derecho, una aguja percutora penetró no hace mucho su corteza; de la boca de un “mercader de la ley” brotó la siguiente sentencia: “la ética es incompatible con el derecho”.
De inmediato enhebré dos máximas del gran Honoré de Balzac: “Después de Dios está el derecho, porque siempre busca la justicia”; y, “Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales, pasan las moscas grandes y se quedan enredadas las pequeñas”. Más allá de determinar qué tipo de “mosca” fue quien soltó la “perla” meses atrás, me pregunto qué tan docto es para hilvanar con tan fina tela.
Y, todavía con más vigor, la pregunta nuclear es: ¿si quien busca la justicia atropella la ética, a dónde llega?
Hoy, el mismo autor y “reputado” columnista de tamaña afrenta salió a decir “asesinar a Nicolás Maduro es un imperativo social y moralmente sería viable” (¡)
Para R.Rosellini, la humildad como una de las virtudes más preciadas, se edifica a partir de la ética, solo para aquél que quiera conquistar la moral. Albert Schweitzter, médico, teólogo y músico alemán, afirmaba con vehemencia que: “La ética no es otra cosa que la reverencia por la vida”; y, finalmente, como perfecto anillo al dedo, cabe resaltar con energía las trascendentales palabras de Friedrich Hayek (jurista, filósofo y economista austriaco):“El principio de que el fin justifica los medios se considera en la ética individualista como la negación de toda moral social”.
En la ética colectivista sí tal fin beneficia al bien del conjunto, debería contemplarse. Para Hayek la moral individualista, aquella que garantizaba el funcionamiento y crecimiento exitoso de la sociedad, primaba sobre la colectivista, así tuvieran necesariamente que coexistir. “El protagonismo de las reglas morales coordinan las acciones humanas imprimiéndoles progreso”.
Voltaire, fue otro que nunca desenlazó la Ética del Derecho, pero ante todo, siempre, desligándola de la política. En fin, para muchos, la Moral, es el juez externo del hombre social; la Ética, el enjuiciador interno de cada uno; y, el Derecho, la incesante búsqueda de la justicia, traducida en equidad, honradez, razón, conciencia y rectitud;
¿Podría escindirse el Derecho de la una o de la otra? Categóricamente digo: no.
En todo caso, estoy convencido de que más de un célebre libre pensador de la historia del hombre, por no decir todos, debe estar “revolcándose en la tumba” con aquella salida del adornado jurista.
El mismo autor de tamaña afrenta salió a decir “asesinar a Nicolás Maduro es un imperativo social y moralmente sería viable”
El ejercicio de la abogacía obliga a blandir la espada tanto del conocimiento como de la virtud, empuñando con fervor el escudo de la ética y la adarga de la moral (fue lo que personalmente por lo menos, procuré hacer durante mi experiencia tanto de operador judicial como de litigante).
Quien litiga y ejerce el derecho con un título legítimo debería exigirse con altura y decoro, embestir con no otra armadura diferente al saber y, una persuasiva y eficaz estrategia nutrida de moral, ciencia jurídica y aquellos principios que gobiernan a un ser humano probo, erudito y ético.
Por encima del repudiable “hábito” de obtener conquistas jurídicas con endiablados réditos, la estratagema amañada, mordaz y rastrera y, el obrar “no ético”.
Como nada ético en efecto, me pareció la reciente instigación a delinquir hecha por el mismo deslenguado jurista colombiano que no vale la pena nombrarlo (entre otras porque según él es de los más afamados togados del país), amante del show y la extravagancia ante los medios, consagrado pizpireta de la ley y orgulloso fantoche.
Para Platón los conceptos de Justicia y Ética eran inescindibles; la virtud y el conocimiento, para él, siempre aliados. “La falta de virtud equivale a la ignorancia”. En “La República”, la Ética y la Moral emergen como pilares fundamentales para la organización y la vida práctica y cardinal del hombre. Aristóteles adujo en su genial Ética Nicomaquea que la virtud lleva a la felicidad y esa justamente es la base de la ética. “La ética es la finalidad del bondadoso acto humano”.
Pero, definitivamente, alguien «paladín y emisario de la ley» que escinde la moral y la ética del derecho y recientemente intriga al país, con una imprudencia manifiestamente feroz, haciendo apología al delito, azuzando desde Colombia a liquidar al presidente de Venezuela, como jurista y, seguramente, como persona, pocas pueden ser las virtudes que forren su conocimiento y adornen sus dispendiosos y estridentes trajes.
De tal manera pues que, excitar a un pueblo a destripar a su presidente, en fiel encomio al homicidio; a nadie le queda bien, menos a un jurista reitero, que tanto vocifera dominar la norma.
Al margen claro está, de la repudiable persona que pueda llegar a ser el mandatario que quiere mandar al infierno. Más complejo aún, en tratándose del presidente de Venezuela, odiado sí, por millones, pero amparado por otros tantos.
Terminó el innoble, insolente y pertinaz abogado (por querer «mojar prensa» o llegar a ser «hashtag»), degradándose tanto como aquél que mucho anhela ver extinto.
En definitiva, “uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”; y por supuesto, aquél togado que castre del Derecho la Ética, muy seguramente también sea ambidiestro… al persignarse.