Dejemos la maricada

Opina - Sexualidad

2016-09-13

Dejemos la maricada

Hace ya algunas semanas pudimos presenciar la controversia generada por la existencia de unas cartillas con supuesta pornografía homosexual que, al parecer, estaban circulando en algunos colegios. Dejando de lado el debate sobre si en realidad se trataba de pornografía o era un intento por eliminar la discriminación de género por razón de orientación sexual, vale la pena reflexionar un poco acerca del motivo central de dicha controversia: la homosexualidad.

Tenemos que partir de un punto: vivimos en el país del Sagrado Corazón en el que el sexo aún es un tema vetado y muchísima gente lo considera algo pecaminoso y sucio, un tema del que es mejor no hablar aún tratándose de sexo heterosexual, aquí la gente se escandaliza al escuchar  palabras como pene, vagina, semen, orgasmo o masturbación, pero ni se inmutan ante las palabras asesinato, corrupción, violación o pederastia.  Y es que el acto sexual es algo natural, como comer  o beber, pero la religión se ha encargado de satanizarlo, no me sorprendería que un día dijeran que fue el diablo el que puso órganos sexuales a hombre y mujer para que pecaran.  Hasta es una mujer virgen la encargada de parir al hijo de su creador, como si las virtudes y defectos de una persona estuvieran ligadas a su vida sexual.  Y no nos queda claro del todo como es que esta mujer quedó embarazada: si dios puso un espermatozoide suyo en su útero, o una mórula ya formada, o hizo un pequeño feto de barro y lo sopló para luego implantarlo mágicamente en su vientre, aunque cualquier historia fantástica resulta creíble para los religiosos en estos casos.

Hay que dejar a un lado la idea de que el sexo es malo, es sólo otra función del cuerpo humano, y cada quien realiza una construcción de su propia sexualidad.  El sexo no sólo es un ejercicio que produce placer, también trae múltiples beneficios: reduce el estrés, disminuye la presión arterial, activa la circulación y el sistema inmunitario, favorece el sueño, la segregación de oxitocina producida durante el orgasmo ayuda a proteger del cáncer de mama, la eyaculación frecuente ayuda a disminuir el riesgo de cáncer de próstata, etc.  El sexo sólo es malo si no hay consentimiento de alguna de las partes y por esta razón genera malestar o sufrimiento.

Ahora, muchos alegan que un hombre no debería tener sexo con otro hombre, o una mujer con otra mujer, aduciendo que eso no es natural.  Sin embargo, ya está muy bien documentada en la naturaleza la existencia de más de 1.500 especies animales que presentan un comportamiento homosexual. Entre estos animales están el bisonte, algunos simios, el delfín mular y el rosado del Amazonas, el elefante, la jirafa, el león, la oveja, el carnero, el perro, el pingüino, la gaviota, el buitre, la paloma, algunos insectos como la mosca y la libélula, algunos arácnidos, y hasta parásitos intestinales. Y les tengo una noticia: ninguna de estas especies está en vía de extinción por presentar comportamientos homosexuales, ni siquiera la de los pingüinos (los pingüinos gais se unen con su pareja de por vida rechazando copular con hembras aunque se les dé la oportunidad).  Muchos dicen: «Es que son sólo animales, no saben lo que hacen», precisamente por eso: la teoría del origen socio-cultural de la conducta homosexual se cae por su propio peso, ningún animal «decidió» o fue inducido a ser homosexual, simplemente responden a un impulso biológico natural.

Quienes se escudan en la religión para discriminar a los homosexuales, porque según la Biblia ese comportamiento no está bien visto, deberían tener en cuenta que toda creencia es personal, y no se le debe imponer a las demás personas.

Así, si su religión le prohíbe comer bagre, está muy bien que usted no lo coma, pero no tiene por qué impedir que otros lo consuman.  Además la Biblia dice que toda persona debe llegar virgen al matrimonio, y que éste es para toda la vida; según esto se debería perseguir, rechazar y discriminar a todos aquellos que no siguen al pie de la letra estos preceptos, o sea a todos esos que tienen sexo sin haberse casado, que son casados pero tienen sexo fuera del matrimonio, que tienen hijos de diferentes padres/madres, que se casan más de una vez o tienen más de un compañero sentimental en su vida, que se masturban, que tienen relaciones sexuales sólo por placer (el sexo es reproductivo no recreativo), que practican el sexo oral, etc.

Imagen cortesía de: tabohomo.blogspot.com

Imagen cortesía de: tabohomo.blogspot.com

Otra cosa que escuchamos frecuentemente es que los homosexuales son malos, esta afirmación es tan desproporcionada como decir que todos los heterosexuales son buenos. Limitarnos a juzgar a alguien por su orientación sexual es desconocer que somos más que vaginas o penes, que todos tenemos distintas maneras de sentir y de pensar, que tenemos defectos y virtudes, que cometemos errores y logramos aciertos, que tenemos gustos y formas diferentes de vivir, y que la maldad y la bondad no saben de géneros.

Tal es el revuelo que producen los asuntos relacionados con la homosexualidad que tal vez los gais deberían decir que van a adoptar a los niños wayúu para que toda la «gente de bien» se empiece a preocupar por esos niños.  O que los habitantes del Chocó, o los campesinos, se están volviendo homosexuales para que el resto de colombianos recuerde que ellos también existen.  Lo más triste de todo es que no estoy exagerando.

Por último, hay algo que he escuchado con alguna frecuencia, y es «la homosexualidad es una abominación ante los ojos de dios».  Creo que si existiese ese ser invisible y mirón a quien le atribuyen una piedad, misericordia, bondad y amor infinitos tendría que estar más preocupado y ofendido por abominaciones como: curas que violan a los niños, padres que abusan de sus hijos(as),  mujeres y hombres que abandonan a sus hijos recién nacidos, niños muriendo de física hambre o pidiendo limosna en la calle…pero ¿por dos hombres o dos mujeres teniendo sexo? ¡Por favor!  Dejemos la maricada.

( 1 ) Comentario

  1. Buen blog – Gracias! Me hizo reflexionar…

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Ana Sofía Leal