Columnista:
Angélica Carranza de Toscano
Durante la década de los 80 y los 90 el partido político UP (Unión Patriótica) fue víctima de exterminio por parte del Estado colombiano, tal y como lo reconoció el expresidente Juan Manuel Santos en un acto llevado a cabo en la Casa de Nariño durante su periodo de Gobierno. Durante dicho acto el entonces mandatario dijo textualmente: “Quiero hoy expresar en este acto público, como Presidente de la República y como Jefe de Estado, que el exterminio y desaparición de la Unión Patriótica jamás debió haber ocurrido; y reconocer que el Estado no tomó medidas suficientes para impedir y prevenir los asesinatos, los atentados y las demás violaciones, a pesar de la evidencia palmaria de que esa persecución estaba en marcha”. El día de hoy parece que se podrían replicar de forma textual las mismas palabras para referirse al flagelo genocida que azota a nuestros líderes sociales, cambiando únicamente, las palabras de “Unión Patriótica” por las de “Líderes Sociales”.
Los miembros de la UP fueron en su momento masacrados sistemáticamente, cobrando así, la vida de más de 1500 personas cuyos ideales políticos buscaban brindar equidad social y política al pueblo colombiano. De acuerdo con un fallo de la Sala de Justicia y Paz, que se basó en un conjunto de pruebas presentadas por la Fiscalía, el exterminio de la Unión Patriótica está catalogado como un genocidio político, el cual se puede denominar como la intención de destruir total o parcialmente a un grupo humano por razones políticas, y ocasionar la muerte a sus miembros por razón de su pertenencia al mismo. Basados en esta definición podría plantearse que el asesinato sistemático del que vienen siendo víctimas nuestros líderes sociales desde el año 2006, puede catalogarse también como un genocidio político, con la única diferencia de que estos no han sido miembros de un solo partido político en particular.
Estos líderes sociales que han sido perseguidos y masacrados, muchos de ellos en frente de sus familias, pertenecen al ‘partido político’ más patriótico de todos: el de la ayuda a la comunidad; su único delito ha sido trabajar, incansablemente, como despertadores de conciencia, por un pueblo en donde no existe la democracia, ya que pensar diferente es causal de muerte.
Cabe destacar que los asesinatos de miembros, simpatizantes y representantes políticos de la Unión Patriótica, durante los años 80 y 90, fueron sistemáticos y generalizados, y la Fiscalía confirmó la participación y colaboración activa de miembros de la Fuerza Pública en dichas masacres, junto a grupos paramilitares dirigidos por Éver Veloza, conocido con el alias de ‘HH’, exjefe paramilitar del Bloque Bananero de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. Pero ¿quiénes serán entonces los responsables directos de los asesinatos sistemáticos de los líderes sociales? Parece que nuestro sistema judicial actual solamente se ha limitado a tomar nota de los nombres de los más de 400 líderes sociales que, han sido asesinados desde el año 2006, para generar estadísticas.
El día jueves 9 de julio de 2020, un grupo de 94 congresistas de EE. UU. pidió al mandatario Donald Trump, por medio de una carta, que presione al presidente Iván Duque para que se proteja a los líderes sociales en Colombia. La pregunta es ¿por qué los congresistas de un país extranjero están tan preocupados por la desaparición de estas víctimas? Es claro que aun los legisladores extranjeros pueden ver lo que muchos colombianos todavía no son capaces de ver. No pueden ver que Colombia está bañada con la sangre de los mártires de la sociedad en este país. La ausencia de soberanía en Colombia pone de manifiesto la necesidad de la intervención de la comunidad internacional en nuestros asuntos nacionales. Esto, es una vergüenza más que tenemos que enfrentar.
Teniendo en cuenta el carácter cíclico de los eventos en el país, sería importante recalcar que, si queremos cambiar la historia y el rumbo de esta nación, debemos dejar de actuar de la misma manera en que se ha venido haciendo a lo largo de nuestra historia. La democracia en Colombia no es más que un cuento de hadas con el cual podemos soñar, pero jamás palpar. Mientras sigamos manteniendo nuestra conciencia política adormecida y, no demandemos que los responsables de los viles actos violentos de los que han sido víctimas nuestros líderes sociales sean castigados, seguiremos sumergidos en un eterno déjà vu.
Fotografía: cortesía de El Tiempo.
Es lamentable la situacion social que vice nuestro pais.la élite que dirije nuestra nation se perpetúa en el poder .implantando el pânico y no permite que Nadie se le oponga.Nuestro Pais desde varias décadas ha funcionado como un narcoestado.