En días pasados salió en los medios la noticia sobre la aprobación por parte del Concejo de Bogotá para que las sillas rojas del Sistema Transmilenio fueran de uso exclusivo para mujeres. Después de entender que dicha medida en efecto se iba a llevar a cabo me pregunté: ¿Hasta cuándo vamos a entender que los problemas de violencia y de desigualdad de trato en cuanto a género no se solucionan con acciones inmediatas sino con campañas educativas y pedagógicas?
Muchas mujeres han expresado, y con justa razón, que una medida como esa deja implícito el mensaje de la mujer como sexo débil y haría pensar que ser mujer es una discapacidad o que pertenecer al género femenino representa algún tipo de desventaja frente al género masculino. ¿Y es que los “ingeniosos” que crearon esta propuesta han pensado lo machista que es tomar esa decisión?
No más imaginarse esa imagen donde todas las mujeres van sentadas y todos los hombres van de pie hace pensar que pertenecemos a una sociedad que segrega según el género y que considera que la solución para evitar maltratos es aislando y no educando.
¿Cómo le hacemos entender a los “ingeniosos” que su medida lo único que causa es ver a la mujer, o al hombre, como un ser diferente y no como una persona igual?
Si bien el género nos diferencia en lo fisiológico y en lo psicológico, no podemos entonces pensar que porque esa persona no es de mi género es débil o fuerte. Inclusive no se trata de ver a unos con mayores capacidades para resistir el trajín de una jornada laboral o estudiantil, se trata de ver a las personas, sean hombres o mujeres, como iguales. No podemos permitir que el tema del género se vea a partir de la fuerza, pues no hay mayor falacia que esa.
Los hombres también van cargados de cosas y también se cansan. Las mujeres también pueden ceder la silla. Si ellas claman igualdad, lo peor que se puede hacer es permitir que esa medida se haga efectiva. Que hay que retener a los hombres que manosean y violan a mujeres, sí, claro. Hay que denunciarlos para que paguen varios años en la cárcel por infringir la ley y así también puedan recibir tratamiento psicológico. Que hay que ser rápidos y evitar nuevos casos de maltrato, por supuesto. Pero sí de verdad queremos erradicar esos vacíos y esos males de nuestra sociedad, hay que educar a los pequeños y recordarle ciertos valores a los más grandes.
Y no se trata de utopías. Se trata de entender que los malos hábitos se solucionan con buenos valores y buena educación. Las soluciones inmediatas no acaban con los grandes problemas. Esas pequeñas medidas no brindan garantías para la igualdad en el trato. No hay futuro promisorio para las mujeres si se sigue creyendo que la solución es que unas se sienten en un lado y otros se hagan de pie en el otro.
Aislarnos no sirve de nada. Aislarnos solo aumenta esa visión de lo diferente y de lo inferior. Aislarnos no contribuye al pensamiento y a la acción de tratarnos como a iguales. Una sociedad sana es la que logra que todos convivan en igualdad de condiciones. Una sociedad quebrantada es aquella que permite soluciones a medias y que, de fondo, sigue permitiendo casos de maltrato al interior de los hogares.
Aceptemos más propuestas como las del Externado sobre compartir los baños, realicemos ejercicios donde entendamos que la mujer no solamente es la ama de casa sino que también puede ser la gerente. Creemos una campaña que se llame “En los pies del otro” para que podamos comprender la problemática con mayor entendimiento.
Hagamos que en esa campaña los hombres entendamos que a las niñas no se les regala bebés de juguete o “cocinitas”. Hagamos que en esa campaña entendamos que las mujeres pueden y saben jugar y hablar de fútbol sin ser “marimachas”. Hagamos que en esa campaña las mujeres no confundan caballerosidad con machismo; donde ellas puedan entender que no es buen hombre el que siempre invita sino el que lo hace de vez en cuando solo para recordarle que puede ser detallista sin ser machista.
Hagamos que ambos géneros, aún con nuestras diferencias, nos veamos como iguales para poder convivir sin necesidad de recalcar la importancia de la igualdad en el trato para que haya comodidad y justicia en el transporte, en las empresas y en los hogares.