De viejo zorro a cachorro de zorro. Fábula de la violencia en Bello

A Osquítar se le salió la selva bellanita de control. Apenas van 108 días de su nuevo periodo como administrador de la jungla y las ratas están robando, extorsionando y matando como nunca antes.

Opina - Política

2020-04-17

De viejo zorro a cachorro de zorro. Fábula de la violencia en Bello

Columnista:

Juan David Muñoz Quintero

 

En la jungla de hollín y hormigón llamada Bello, las cosas ya no son como en la época en la que mandaba don Óscar. Ese viejo zorro sí sabía controlar a casi todos los mamíferos, anfibios y reptiles de la selva, incluso a los camaleones que, mientras duró su hegemonía, se mantuvieron fieles a él. Fue tan poderoso ese viejo zorro que, además, logró tener contentos y distraídos por más de 20 años a los gatitos que vestían de verde oliva. Esos tiernos gatitos, con sus botas bien lustradas, se la pasaban correteando pequeñas conejitas menores de edad, molestando a los monitos titís que se juntaban a comer hongos al lado del río, y golpeando a abejas y hormigas ancianas que salían con carteles a protestar contra don Óscar y, otros viejos zorros de la jungla, que les estaban robando el fruto de su trabajo.

Mientras don Óscar mandaba en Bello, la tarea de los gatitos que vestían de verde oliva era muy sencilla: corretear conejitas, molestar monitos titís, golpear abejas y hormigas ancianas y, especialmente, dejar a las ratas grandes y sus ratoncitos, lo más tranquilos posible, pues estas eran quienes habían ayudado a que don Óscar llegara a ser el rey de la selva, y además conocían sus más oscuros secretos.

No obstante, las ratas y, sobretodo sus ratoncitos, empezaron a hacer mucho ruido en la selva, incluso en selvas y bosques vecinos robaban, extorsionaban y mataban a otros animales sin la prudencia y sutileza que don Óscar les había enseñado, además, habían iniciado una guerra entre ellas mismas para definir quién controlaría el tráfico de queso en la selva bellanita, y una guerra en aquella época no era buen negocio para don Óscar, pues ya se empezaba a codear con viejos zorros de selvas más grandes y era fundamental mantener las apariencias, especialmente, cuando había loros y búhos respirándole en la espalda.

Así, aunque para el viejo zorro estaba bien que los gatitos no capturaran ratas en Bello, lo que sí tenía claro era que debía hacer algo con ellas, debía calmarlas. Tanto ruido y desorden no es bueno para los negocios, menos cuando hay loros que todo lo quieren contar, hormigas y abejas que por todo quieren protestar y, otros animales que, aunque pasivos, en algún momento podrían despertar.

Pero a don Óscar, que era un genio de la estrategia, se le ocurrió que la mejor forma de tener a las ratas calladas y tranquilas, era tenerlas juntas, contentas y cerca de él, es así que creó la “Mesa de Paz y Convivencia de Bello”, allí, por medio de su hermana y, escudera, Olguita la marmota, logró juntar a las 14 ratas más despiadadas de la jungla. Las ratas, que fueron convocadas al palacio de Gobierno, donde por orden de don Óscar estaba gobernando Olguita, tomaron un mapa de toda la selva y se la repartieron en 14 zonas para distribuir el control del tráfico de queso y la extorsión a otros animales, pero con el compromiso de hacer el menor ruido posible y sin matarse entre ellas; también le pidieron a Olguita que recaudara un nuevo impuesto a todos los animales de la selva y se los diera a ellos como compensación por llevar la tranquilidad a la jungla y que les diera, además, contratos con la administración de la selva. Olguita accedió a todo sin objeción alguna, pues las órdenes de don Óscar eran Ley en la jungla.

Pasaron los años y los telediarios destacaban que Bello era una selva pacificada, la séptima selva más segura del país, según algunas guacharacas de la capital. En Bello las ratas se habían convertido en ratas emprendedoras, habían creado empresas de quesos legales, yogures, arepas y bolsas de basura, incluso se les veía a los ratoncitos andando por la selva con escarapelas que los certificaban como contratistas de la administración de la selva. Aparentemente, todo era armonía, tranquilidad y progreso; a tal punto, que comenzaron a llegar a Bello animales ricos y exóticos de otras selvas, se empezaron a ver pavos reales, gansos y jirafas dispuestas a pagar lo que fuera necesario por vivir en ese nuevo paraíso terrenal.

La riqueza empezó a circular y, en ese momento, a las ratas les empezó a parecer que los recursos que don Óscar les daba eran muy pocos, por eso le exigieron a Osquítar, el cachorro de zorro, quien reemplazó a Olguita como nuevo administrador del imperio de don Óscar, que aumentara los recursos que les daba o, de lo contrario, las ratas romperían el pacto. Osquítar, como buen cachorro, sin criterio propio, cedió a las peticiones sin protestar; lo mismo hizo Carlitos, la tortuga que reemplazó a Osquítar los cuatro años siguientes.

Así pasaron varios años, hasta que llegó el momento en el que lo recaudado por impuestos al resto de animales no le alcanzaba a don Óscar para cumplir con los deseos de las ratas y, al mismo tiempo, mantener su tasa de ganancia, además, había identificado que tanto la tortuga Carlitos, como el cachorro Osquítar, no eran tan tontos como parecían y le estaban robando parte del botín.

Ciego de desconfianza y, ante la imposibilidad de hacerse cargo directamente de su renovado imperio, don Óscar, quien en ese momento se encontraba prófugo de la justicia en alguna cueva clandestina de la selva, dado que los búhos de la Corte Suprema de Justicia Animal le habían dictado orden de captura, luego de que loros de Bello y otras selvas le denunciaran por sus delitos, decidió que, a pesar de lo tontito, el nuevo administrador de la selva sería el burrito César, su hermano.

Mucho le advirtieron que le salía más barato que le siguieran robando cachorros de zorro y tortugas, que poner a su burrito hermano a manejar el imperio que tanto le costó construir, pero para ese momento, don Óscar no confiaba en nadie más, así que dejó su imperio en manos del burrito.

Como era de esperarse, con el burrito al mando, el imperio empezó a tambalear. Nunca como en ese momento, las abejas y hormigas habían salido a protestar tan masiva y beligerantemente, además, ya no iban solas, con ellas salían castores, caballos, búfalos, e incluso gansos y pavos reales que dejaron, por un instante, sus lujosos lagos y valles para acompañar al proletariado animal que exigía después de 20 años un cambio de Gobierno. Hasta los monos titís, medio levitando y, con una incontrolable risa a causa de los hongos, acompañaban las marchas.

Por su parte, en las instancias de poder, con sus ojos grandes y globosos, mirando hacia la derecha y hacia la izquierda al mismo tiempo, los camaleones aguardaban cautelosamente al llamado del zorro viejo y sus ofrecimientos por mantener su lealtad, pero al mismo tiempo, haciendo honor a su rastrera estirpe, utilizaban su extensa lengua, que superaba la longitud de su propio cuerpo, para convencer a las hormigas y abejas de su compromiso en la lucha contra el prófugo zorro, el burrito y la marmota.

Pasaron meses y la situación se agudizó, la selva bellanita era una olla hirviendo, los animales estaban revotados en ríos y montañas, un revolcón en el Gobierno de la selva era inminente. Aparecieron jaguares, leones, pumas y panteras dispuestas a combatir contra el zorro y sus ratas, sin embargo, a pesar de tantos nuevos actores, nadie tenía tanta fuerza como la que tenían las hormigas, abejas y resto de manadas históricamente explotadas, que estaban decididas a cambiar al burrito y derrotar a don Óscar, así que exigieron que se realizaran elecciones.

 

Toda una sorpresa

Las manadas de animales explotados postularon un candidato, los lagartos y víboras vieron que era la opción de disputar el poder, así que también postularon un candidato que, rápidamente, trató de comprar los votos de gusanos y babosas a los que poco les importaba la política, porque según ellos, “igual todos roban”. Así, a pesar de que todo estaba dado para que los animales explotados ganaran las elecciones, apareció un candidato que nadie se esperaba: Osquítar el cachorro de zorro.

Así es, Osquítar que luego de romper relaciones con don Óscar se fue en busca de nuevos zorros viejos que le cuidaran la espalda, había vuelto a Bello con un súper viejo zorro, más viejo y más zorro que don Óscar, con más grupos de ratas de los que tenía don Óscar y con más riqueza de la que este poseía. Ese nuevo viejo zorro manejaba a Osquítar a su antojo y, como era tan o más estratega que don Óscar, le ordenó a Osquítar que reclutara a todos los camaleones, hienas, marmotas, gusanos y burros que habían trabajado con don Óscar, que ofreciera más riqueza y poder a las ratas, a cambio de que se tranquilizaran por un tiempo, mientras que él, con su espectacular oratoria, difundía mensajes a los animales más ancianos, en donde les decía que el candidato que postularon las manadas de animales explotados, se la pasaba comiendo hongos e iba a convertir la selva de Bello en una selva venezolana.

Los animales ancianos, aunque no comprendían bien qué quería decir el zorro con eso, con solo escuchar el tono potente y apocalíptico de su discurso, salieron en masa a votar por Osquítar, quien finalmente, ganó las elecciones. Sin embargo, pocos días pasaron para que aquel viejo zorro tuviera que dejar solo a Osquítar, los búhos de la Corte Suprema de Justicia Animal que, últimamente se habían vuelto bastante molestos para los zorros, habían iniciado una investigación en su contra, por lo que el viejo zorro necesitaba concentrarse en su defensa. Así las cosas, Osquítar que seguía siendo un cachorro, se quedaba solo ante las protestas de las manadas explotadas y las inagotables exigencias de las ratas.

Siguieron pasando los días y hoy, sin zorros viejos que lo orienten y, rodeado de camaleones, gusanos, hienas, burros y marmotas, a Osquítar se le salió la selva bellanita de control. Apenas van 108 días de su nuevo periodo como administrador de la jungla y las ratas están robando, extorsionando y matando como nunca antes, se están arrancando los ojos unas a otras, ratoncitos recién nacidos son enviados a la guerra contra otros ratoncitos para que ratas y zorros de otras selvas se queden con el queso.

Es tan dramático y patético el panorama para el cachorro de zorro que, nada más en estos días, a pesar de estar extinto, apareció el fantasma de un oso en Bello y puso a la selva de cabeza; enloqueció a las ratas que, al mejor estilo de Speedy González, se dedicaron a disparar a diestra y siniestra, sacó a multitudes de animales de sus cuevas, a pesar de que el cachorrito de zorro les había pedido que no salieran y aterrorizó a los gatitos verdes, que aunque ahora son muchos más, siguen sin capturar ratas.

En síntesis, el fantasma del oso demostró que en la selva bellanita las ratas siguen mandando y, que por más zorro que sea, quien tiene espíritu de cachorro, cachorro se queda.

 

( 4 ) Comentarios

  1. ReplyMiriam Hernández Giraldo

    Que verraquera!!!
    Más real no puede ser…
    Sólo me atrevo a objetar, que el cachorro de zorro Osquitar, no ganó las elecciones, no las robaron.

  2. ReplyAriana Velásquez

    Me encanto la historia, pero tristemente es una historia tan real que no hay una moraleja y que esta historia va seguir continuando que no se sabe cuando temdra un final feliz.

  3. Como Cantinflas, hablo y hablo, pero no dijo nada nuevo, las bacrim en toda Antioquia, son los q Mandan.

  4. ReplyLuis Alberto Rojas

    Es la realidad de bello.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Juan David Muñoz Quintero
Diputado de Antioquia. Investigador y docente universitario. Caminante de la utopía