En días pasados en nuestra maravillosa República ocurrió un hecho trágico y doloroso que conmovió a «Colombia-pasión» y al mundo: el secuestro, la violación, tortura y muerte de Yuliana Samboní, una niña recién llegada del Cauca y de apenas siete años de edad; el victimario: Rafael Uribe, un reconocido arquitecto perteneciente a una distinguida familia de la capital del país.
Inmediatamente, en calles y barrios, se demostró el repudio y se organizaron marchas, cadenas de oración interminables y todo tipo de acciones en contra de este fatídico hecho, supuestamente indigno de una idiosincrasia que a veces huele “a mierda”. Algunos pretendieron tomarse la justicia por su cuenta y trataron de linchar al protagonista de la “nueva película nacional”. Al colombiano se le olvida que existe la Ley y al tomársela en sus manos está infringiéndola y, por lo tanto, actuando como cualquier criminal. Esa es una tendencia a hacer lo mismo que los infractores y demuestra que algunos sectores lo llevan en sus genes.
Yendo al titular de este escrito y al autor de un crimen que indudablemente es repudiable y que por ello generó las reacciones más enconadas, vemos que del lado de los asesinos siempre hay abogados del diablo. Personajes que encuentran la excusa perfecta para defender a Rafael Uribe Noguera, o a cualquier otro presunto autor de magnicidios execrables. En este caso lo defienden argumentando que tal vez fue violado, que tiene algún problema mental, que no fue su intención, etc.
Y es que en este país del Sagrado Corazón, del Divino Niño, de la Virgen del Carmen, es importante tener “estatus”, ser bonito, tener dinero, vestirse bien, haber sido narco y regalar casas, y tener el número 1 llamándose Pablo, o por el contrario, robarle a los campesinos y tener el número 82. En conclusión, lo más importante es tener desfachatez y mucha labia, como dicen en el argot popular.
El país se conmocionó, se rasgó las vestiduras, chilló hasta más no poder. Los oportunistas se aprovecharon para salir en los medios con la excusa de pedir una condena ejemplar. El mundo se conmovió y también pidió justicia pero no saben que aquí todo es fugaz y se va a la fosa del olvido. El escándalo se esfuma en un abrir y cerrar de ojos. Sabrá Dios si en el fondo muchos están esperando o saben que pronto pasará algo similar, y entonces algunos repetirán el episodio de histeria colectiva, mientras otros clamarán como loros que haya justicia porque ven el mal en el ojo ajeno pero no en el propio.
Cuántos de esos colombianos que se estremecieron y lloraron por la niña Samboní han leído sobre la historia de las atrocidades de otros Uribes, de otros Garavitos, de otros Matallanas, de otros Valencias, de otros Bermúdez y de tantos que han cometido crímenes de lesa humanidad, muertes tan horripilantes o más, de seres también inocentes y además ignorados porque nadie ha repudiado a los culpables; por el contrario, los han premiado, haciéndolos sentir Todopoderosos, dioses terrenales que gobiernan y manipulan a sus anchas.
Cuántos niños han sido violados, asesinados, desterrados, mutilados (1) y no pasa nada porque el poder de los asesinos es omnipotente, ya que cuentan con el aval o la negligencia de las autoridades, de los medios de comunicación, del gobierno de turno, entre otros. Es una cadena interminable no sólo de corrupción individual y de grupos sino a nivel social, incluido el pueblo, por no exigir sus derechos y no cumplir con sus deberes.
Para ayudar a reducir los índices de este flagelo, se debe prevenir y denunciar, pues hay una triste realidad que nadie quiere ver y que fue expuesta por el director de Medicina Legal, el Dr. Carlos Eduardo Valdés, quien confirmó que el promedio diario de violaciones a menores, entre niñas y niños, es de 60. Es decir, 1.800 al mes y 21.600 al año, sin contar los casos que no se denuncian y que son incalculables.
¿Cuántas velas, flores y lágrimas necesitará Colombia para honrar a todas estas víctimas? ¿Que dice usted? ¿Por qué no protesta? ¿Por qué no se une a una verdadera campaña que mande a la cárcel perpetuamente a todos los violadores y a los corruptos? Acabemos de una vez por todas con esta enfermedad generalizada que corroe al país en todos los campos.
No llore ni se lamente por algo que pudo haberse evitado y que podrá eludir si usted como ciudadano deja de votar por fanatismo, porque le pagan, porque se deja manipular o por odio. Para votar a conciencia debe informarse, investigar y leer objetivamente para que no haya más corrupción política, para que se acaben las mafias de los ricos que gobiernan bajo las sombras, para que los empresarios no apoyen al crimen organizado a cambio de beneficios para sus negocios. Esa será la única forma de alcanzar un día la verdadera justicia social a todo nivel.
Este es el camino a seguir para lograr una condena ejemplar no sólo para Rafael Uribe Noguera sino para todos los demás Uribes que hayan cometido crímenes de lesa humanidad. Piense que el delito cometido por el arquitecto, a pesar de lo horrible, no es el primero en la historia de los miles de asesinatos perpetuados contra los indígenas del Cauca, contra los campesinos de tantos y tantos municipios y pueblos olvidados (2) de esta Colombia que usted dice amar y de la que viste con orgullo y vanidad la camiseta tricolor cada vez que juega su selección de fútbol.
No llore en vano, no coma cuento, actúe como se lo ordenan la Constitución y su conciencia, y así evitará que en el futuro alguien de su familia sea víctima de un depravado, ya sea sexual o mental, un enfermo de la libido o por el Poder.
Finalmente, reflexione: aunque algunos Uribes son criminales, otros no los son. Este personaje como tantos otros de la vida nacional, odiado y amado a un mismo tiempo, es sólo un homónimo de Rafael Uribe Uribe, magnánimo político, periodista, abogado y militar. Lea sobre su vida y sus políticas de paz y desarrollo social, por las cuales fue vilmente asesinado y podrá entender que de un Uribe a otro Uribe hay mucho trecho (3).
(2)http://www.lahaine.org/mundo.php/ayer_fue_wounded_knee_hoy_es_la_madre_ti