Cuando eligen mal, los mercados humanitarios pasan de $82 700 a $140 732

Columnista: 

Norvey Echeverry Orozco 

Un buen gobernante, ante todo, es el que piensa dos veces sus decisiones, el que escucha a la oposición y al pueblo, entendiendo que sus acciones afectarán a miles de personas o las beneficiará en igual medida. Al parecer, este no es el caso del municipio de Abejorral, donde el alcalde dejó sin un posible mercado, por una pésima contratación pública, a más de 527 familias.

La denuncia fue hecha, a través de sus redes sociales, por el concejal Jeferson Gonzáles Vargas, quien, personalmente, decidió poner sobre una balanza los precios de un contrato con los de la vida real, hallando abismales diferencias. Ni siquiera en Francia costaba tanto una sardina como fue cobrada en el contrato firmado por el alcalde de Abejorral.

Colombia, donde los amigos forman bandolas para ser elegidos en los municipios cada cuatro años, entregando los cargos públicos a los sobrinos y vecinos —como lo asegura el politólogo Gilberto Tobón Sanín—, ha sido víctima constante de unos ladronzuelos saqueadores que, entre amistades, se reparten los contratos públicos a dedo, como si ese dinero fuera de ellos.

¿Quién es el alcalde de Abejorral? Empezando por ahí. Julián Muñoz, estando en campaña con el aval del Partido Centro Democrático, manifestó, para el medio Al Poniente, que en caso de ser elegido como principal autoridad su función sería servir y transformar el municipio. En uno de los cuestionarios que le hicieron, calificó la corrupción como un tema de mucha importancia.

¡Menos mal lo dijo él!, para repetírselo ahora que se ve envuelto en un escándalo. Alcalde, usted que calificó la corrupción como un tema preocupante, cuénteles a sus electores, los que vendían dulces en las casetas de las esquinas y los que trabajan en las veredas más alejadas, por qué el contrato cien de prestación de servicios del año 2020, por un valor de 267 millones, lo firmó a un solo licitante, cuando un grupo de concejales le había recomendado hacerlo con varios (incluyendo a familias campesinas, uno de los sectores sociales más golpeados por la actual crisis).

Dígales, a esas personas que no tienen cómo conseguir sus alimentos, por qué el kilo de arroz fue cobrado a 4600 pesos, si en Abejorral se consigue a 4000. Por qué el aceite por quinientos centímetros cúbicos lo contrató a 8000, si en el municipio se consigue a 3000. Dígales a los que lo eligieron, esos que no tienen hoy la posibilidad de tener un salario estable para comprar mercado, por qué la sardina de su contrato vale más de 10 000 pesos, si en el mercado está a 3500. Por qué el atún lo contrató a más de 8000, si en las tiendas de abarrotes está a 5000. Por qué la canasta de huevos la contrató a más de 18 000, si en las calles está a 10 000.

¿No escucha usted el hambre que suena en los estómagos de los niños y los ancianos a esta hora? ¿No les ve sus caras pálidas y huesudas? ¿No siente, en un segundo del día, la culpa por esos otros 527 mercados que se hubieran podido comprar, de haber contrastado precios, y no firmar con el primer amigo comerciante que se le atravesó en su camino? Lástima que se le haya olvidado, en solo cuatro meses de Gobierno, que el pueblo que ahora aguanta mísera hambre, vio en usted a un gobernante que iba a saber administrar, casi con lupa, los recursos que ellos le entregan cada tres meses. A partir de ahora, será función de los concejales y la comunidad en general, desconfiar y verificar los precios que tengan cada uno de los contratos que lleven su firma. Se queda uno preguntando: ¿si esto hace con la comida, en un momento de crisis, qué va a hacer cuando sean obras de más millones, también el cemento lo va a contratar al doble?