Corrupción: el flagelo de siempre, la palabra de moda

Opina - Cultura

2017-02-16

Corrupción: el flagelo de siempre, la palabra de moda

Conceptualmente corrupción en su expresión más simple es la acción de corromper o corromperse. Esto ocurre a todo nivel, no es exclusividad del ámbito público. Tenemos sociedades que sustentan de tal manera esta práctica. Con tal de salir beneficiados. Y la complicidad está implícita, ya ni siquiera es “negociada”.

La compra de un teléfono celular post pago sin cumplir con los requisitos mínimos incurriendo en la usurpación de datos ajenos. El reporte no exacto del consumo de la luz eléctrica alterando el contador para pagar menos. No facturando lo que es o evadiendo impuestos del todo. Y así, un sinfín de ejemplos simples poco relevantes pero sumamente comunes.

El padre de familia que hace cualquier güizachada con tal de salir en caballo blanco y otorgándole de todo a sus hijos, está sin duda alguna, construyendo hijos que replicarán en cualquier momento y en sus pequeños mundos; exactamente lo mismo. El atajo, lo fácil, lo qué importa si todos los demás lo hacen. Pero será el mismo padre de familia que condenará sin consideración al político que roba. Porque los malos serán siempre ellos, menos él.

Y como bien escribió vía Twitter Álvaro Forero Tascón: “Para pregonar contra la corrupción se deben tener las manos limpias, no lavadas”.

¿Entonces? En este círculo vicioso, generacional, de siempre y planetario; la lucha contra la corrupción suena a pura utopía. A discurso de moda. Decir que tiene que cambiar para que no cambie nada. Porque se ha visto la forma en que estas acciones de corrupción gozan de habilidad bárbara para reinventarse. Solo para que les quede un poquito más difícil ser descubiertos.

Vemos en las noticias a toda hora el bombardeo de casos por corrupción, vemos el desfile de figuras públicas llegar a la torre de tribunales a enfrentar la justicia, esa misma que también vive cooptada por grupos paralelos. Vemos a nivel de gobierno central y local la desfachatez y el descaro para hacer negocios turbios, compras sobrevaloradas y sueldos insultantes; cuando niños se mueres de hambre, no gozan de una escuela digna para estudiar, cuando la violencia se la atribuyen a la teoría de la conspiración eludiendo así que han sido incapaces de cumplir con su mandato constitucional.

¿Cuánto más necesitamos para entender que la corrupción es un flagelo de siempre sustentada por un sistema socio político y económico que le funciona a la perfección? ¿Por qué seguimos haciendo lo mismo pretendiendo resultados diferentes?

Imagen cortesía de: Banco Mundial

En nuestros países casos como el de Odebrecht hará que la clase política vigente se recicle. Pero, digamos que así como lo informa la nota de El Espectador titulada: “Ex presidente de Odebrecht en Colombia revelará nombres de políticos y empresarios” y se llegue a demostrar que el presidente Santos recibió coimas, se pide su renuncia o por el desgaste él lo hace; sería un corre y va de nuevo a poner a alguien en la silla presidencial bajo el mismo esquema y sistema que lo dispone así. Y es solo entonces, cuando se comprende que nada cambio.

No muy lejos y mucho más cercano, en mi país Guatemala, y por el mismo caso Odebrecht diputados, actualmente representantes del pueblo que conforman el pleno en el Congreso de la República, quienes fueron parte de la legislatura 2012; también recibieron coimas sustanciales. Volvamos a decir entonces, que si las investigaciones llegan a buen término y se demuestra que en efecto recibieron sobornos, la crisis en el poder legislativo sería eminente. Pero en el fondo y según nuestro sistema electoral y de partidos políticos, serían las siguientes personas de los listados de cada partido político vigente quienes ocuparían las curules correspondientes, y de nuevo nada cambió.

Dicho esto, estamos en una encrucijada terrible. Porque al final del día, es precisamente la clase política vigente la que tiene las facultades reales de hacer los cambios que tan ávidamente la sociedad en general anhela y espera.

¿Qué hacer? ¿Nos conformamos y nos recostamos en el “así es, ni modo” o nos atrevemos, tan solo esta vez, y vemos hacia adentro para construir otro tipo de futuro, trabajando con y para la niñez?; he ahí el verdadero reto.

 

Gabriela Huertas de la Torre
Social liberal, feminista, pro diversidad sexual, Estado y religión no son vinculantes y sarcástica por naturaleza.