En democracias restringidas como la colombiana, los partidos políticos tradicionales suelen jugar a favor de aquellos sectores de poder que, como parte del Establecimiento, trabajan para mantener las co-relaciones de fuerza y las condiciones de operación del régimen de poder. A pesar de las crisis programática e ideológica que afrontan los Partidos Políticos, estos siguen jugando un papel clave para la democracia, de allí que la debilidad de estos se traduce en el empobrecimiento del régimen democrático; por el contrario, su fortalecimiento bien podría garantizar en algo la ampliación de la democracia.
Bajo esas circunstancias, aquellos grupos emergentes que desean conquistar el poder estatal, o aquellos otros tradicionalmente marginados del sistema político, como la izquierda, suelen presentar a sus líderes y candidatos a cargos de elección popular, en las contiendas electorales, bajo la modalidad de firmas, estrategia que claramente les permite no solo presentarse como “nuevas” opciones ciudadanas (cívicas), sino que les sirve para tomar distancia política, así sea momentánea, de los partidos políticos tradicionales.
En la actual coyuntura pre electoral y con la conversión de las Farc en partido político, en el marco del hasta ahora exitoso proceso de paz adelantado con el Gobierno de Santos, presentarse por firmas dejó de tener esa especial característica y pasó a convertirse o reducirse a una vulgar estratagema de políticos tradicionales que aparentemente desean tomar distancia, bien de los partidos tradicionales, o de las micro empresas electorales que años atrás les sirvieron para intercambiar, con sucesivos gobiernos, apoyo político a iniciativas de carácter jurídico, a cambio de contratos, ministerios o el manejo territorial de corporaciones y entidades descentralizadas.
El caso de Germán Vargas Lleras resulta paradigmático. El curtido político se presentará a la contienda electoral de 2018, para hacer trizas el Acuerdo Final, a través de un movimiento de firmas. Es decir, Vargas Lleras pretende cortar el largo y sucio cordón umbilical que lo unió por años a la micro empresa electoral Cambio Radical.
Dicha colectividad deviene asociada de tiempo atrás, así como su mentor, con prácticas clientelistas (corruptas), hecho que obliga a Vargas Lleras a tratar de limpiar su imagen y la de su micro empresa electoral, y por esa vía, presentarse como una opción política legítima y renovada.
Sin duda, estamos ante un intento por lavar una imagen manchada por sucesivos escándalos de corrupción política.
Entienden los asesores políticos de Vargas Lleras y el candidato mismo, que hoy en la agenda mediática y política la corrupción es el tema que preocupa a las audiencias y a los electores, en la medida en que estos grupos sociales comprendieron, un poco tarde, que el problema de Colombia ya no son las Farc, sino el saqueo y la depredación de las finanzas del Estado por cuenta de la corrupción que, para el caso de Colombia, deviene estructural, hasta el punto de que al tratar de desmontarla, se tocarían los propios cimientos del Establecimiento. Es claro que la fuerza de la corrupción está en el ethos mafioso que se entronizó en los partidos políticos y en la sociedad.
Así entonces, Vargas Lleras no solo ensombrece al mecanismo de recolección de firmas, sino que cree y confía, a pie juntillas, en que tiene el suficiente apoyo “popular” para recoger las firmas necesarias que avalen su afán de llegar a la Casa de Nariño (¿o a la Casa de Nari?)
Los electores deben comprender que estamos ante un vulgar engaño: Vargas Lleras no puede tomar distancia de su “partido”, por cuanto lo une a esa maltrecha colectividad, desde de la ética, un largo, tenebroso y sucio cordón umbilical que no solo es irrompible, sino que deviene históricamente marcado por su codicia y por el afán de cumplir con la “obligación” histórica que heredó de su abuelo y su familia: ser Presidente de Colombia, a como dé lugar.Se trata de una “obligación genética”.
Veremos qué sucede con esa innoble recolección de firmas y con la candidatura de quien, junto a Ordóñez y al que diga Uribe, buscarán hacer trizas el Acuerdo de Paz.