Condenados al diésel quince años más

¿Es tan mala la capital y su gente, para condenarla a unos aires cancerígenos, sucios y a unos buses que en muchos países son vistos como chatarra?

Opina - Ambiente

2018-11-08

Condenados al diésel quince años más

No se dictó en un tribunal, ni tampoco en una estación de gasolina –como habría sido ideal–, pero sí en el Concejo de Bogotá.

–Como los árboles me hicieron perder en los cerros, vamos a talar todos los que encontremos –expresó Peñalosa a un grupo de motosierristas profesionales.

–¡Patrón! –alzó la voz uno de los presentes.

–Diga, joven.

–¿Qué vamos a hacer con los ambientalistas de la ciudad?

–No les prestaremos atención. A diferencia de los paramilitares, no utilizaremos las motosierras para descuartizarlos. Por otro lado, anoten ahí: los árboles son malos. ¡Malísimos!, hacen perder a la gente y por eso hay que talarlos.

Pasaron los días. En los periódicos y en las redes sociales, durante varias horas, el apellido del alcalde había sido tendencia por su desaparición en los cerros de Bogotá. El 6 de noviembre, desde las primeras horas, era tendencia por la licitación de los “nuevos” buses de TransMilenio.

–Vamos a modernizar Bogotá. ¡No necesitamos árboles, mucho menos unos buses que funcionan con luz! La gente ya está acostumbrada a sufrir en esta ciudad, sigámosles dando la dosis nociva de cáncer, para que sigan visitando los hospitales con frecuencia; porque sino el negocio de las EPS se daña. Echémosle la culpa de la contaminación a los camiones. ¿Los buses de TransMilenio? ¡No, señor! Son los mejores.

–¿Estás seguro, Enrique? –interrumpió su secretaria con una sonrisa en el rostro.

–Sí. Es que con ese IVA del presidente para el otro año no nos da para pagar cuentas de energía tan altas. Además, ¿no has visto pues que EPM está vendiendo sus activos? ¡Luz no hay! Acá lo que necesitamos es buses a diésel, pura gasolina; así como la nueva canción de Daddy Yankee: al TransMilenio le gusta la gasolina. Dale más gasolina. ¡Así se emputen!

–Enrique, ¿hoy no viniste trabado como esa vez que publicaste un tweet al revés?

–¡No! Hoy estoy es en sano juicio. Buses a diésel otros quince años. Si logro el objetivo, mi TransMilenio –la herencia que le he dejado a Bogotá– estará más de treinta años, y ese maldito metro, una idea estúpida de los marihuaneros, no se hará hasta que esté bajo tierra.

–¿Quién, Enrique?

–Yo y el metro. Es que por encima se ve feo, pero es que así gano más plata y puedo pelear con Petro.

La sentencia la decidieron los hombres que, supuestamente, buscan lo mejor para todos los ciudadanos. Pues bien, lo mejor en este caso, es matarlos de cáncer durante quince años más. Siempre me pregunto lo mismo: ¿por qué, siendo elegidos por el pueblo, le hacen tanto daño al mismo pueblo?

No sé quién era la señora, pero aseguró que la norma se regía al Euro V, algo que, desde hace quince años, como muchas cosas en este país, —según la opinión de varios ambientalistas consultados— está obsoleta. Mientras en Europa funciona el Euro VIII, acá seguimos en Euro V.

En otras palabras, nuestras autoridades son menos exigentes con los gases contaminantes que dejan tirados en las calles los buses y camiones y carros y motos que van y vienen.

Somos, al parecer, menos humanos que los europeos. Contamos con pulmones más resistentes, de otro planeta. ¡Tenemos los mismos derechos de exigirle al gobierno que nuestra salud está en riesgo y que es tan prioritaria como la de Europa!

En la sentencia primó más el dinero de sus negocios, sus asquerosos negocios, por economía, que la salud de los ocho millones y más de bogotanos, que a diario, o con cierta frecuencia, utilizan el TransMilenio y lo ven pasar por las principales avenidas.

Primó más la cantidad de dinero en sus cuentas bancarias, que la cantidad de aire limpio en los pulmones de los bogotanos. Primó más la opinión de cualquier idiota, que la de los expertos en temas ambientales. Otra vez vuelve a perder Bogotá por culpa de las malas decisiones de sus administraciones. Otra vez, Bogotá, te han asestado una puñalada en la yugular.

Quedó desigual la oferta, un sesenta de diésel contra un cuarenta de gas natural. A los de energía los botaron por la borda, porque —según un concejal—, no cumplieron los requisitos mínimos: ser más baratos. Dinero que se recuperaba, pues, al utilizar buses con cero emisiones, se disminuirían también, con total seguridad, muchas —además de varias muertes— consultas por enfermedades respiratorias.

¿Es tan mala la capital y su gente, para condenarla a unos aires cancerígenos, sucios y a unos buses que en muchos países son vistos como chatarra? La propaganda popular de la administración es que aman mucho a Bogotá, suena en emisoras y en las principales cadenas de televisión. Solo es propaganda, palabras bonitas que decoran la cruel realidad.

A Bogotá en realidad le han talado árboles, le han cambiado —por simple capricho de estética— el césped natural por sintético, le anhelan tumbar los cerros con motosierras y ahora la piensan asesinar con quince y más años en una prisión repleta de smog.   

Foto cortesía de: Pulzo.

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Norvey Echeverry Orozco
Estudiante de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad de Antioquia. Ama el periodismo tanto como a su vieja.