Hay en una ambiciosa y reciente serie de la National Geographic argumentos que me han hecho reflexionar profundamente. “Mars” es el nombre de la producción cinematográfica del visionario canal que mezcla realidades presentes y futuras en una especie de película-documental sobre el posible (ya real) establecimiento de sociedades humanas en Marte, cuarto planeta de nuestro sistema solar.
El capricho humano de mirar hacia Marte como nuevo palacio vacacional para esta milenaria especie, cuenta con muchos años de existencia. Lo que yo no conocía, y esta serie me hizo ver, son los incansables esfuerzos internacionales de los países más poderosos para extender la lucha de clases más allá de los límites terrenales, maximizando los alcances de la teoría marxista.
No me imagino a los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, dentro de setenta años, en un evento de socialización de un proyecto estatal donde se les comunique el interés gubernamental por trasladarlos a una colina montañosa en Marte para así incrementar la identidad cultural Colombiana en el espacial extranjero. Por supuesto que la poca cosmogonía propia de los arhuacos que sobrevivió a la invasión española se quedará en la derretida cumbre del pico Cristóbal Colón (interesante nombre) al trasladar la sociedad indígena a la Madre Roja, como tal vez nombren a su nuevo hogar.
El objetivo para 2.050 es establecer un asentamiento humano autosostenible que permita la prolongación de la vida y una escasa dependencia de las provisiones enviadas desde la tierra. El chiste se cuenta solo. Ni siquiera Montería con las gestiones “verdes” de sus últimos dos gobiernos, la fertilidad de sus campos, el rio Sinú, la ganadería extensiva, la agricultura y todos los demás recursos naturales de la tierra cordobesa, ha logrado erigirse en ciudad autosustentable. Pero el capricho martiano rompe las fronteras universales de la coherencia y pretende que Marte se convierta en el lugar ideal para ir a vacacionar. A falta de playas los paquetes turísticos ofrecerán baños de arena y extensas caminatas por desiertos infinitos. Nada más encantador.
Además de la hostilidad natural que rodea al vecino planetario, en donde las temporadas de tormentas de arena alcanzan duraciones mensuales y en donde lo único que se puede cultivar es piedra, se nos presentan en la travesía interplanetaria objeciones de tipo exponencial.
El reto tecnológico no es la magna preocupación en este –ridículo- plan de colonización, es la conducta humana la que podría representar un mayor riesgo. Lo que hace pensar que la primera institución que se debe fundar en territorio martiano será el manicomio, con todo y los tratados y estudios del francés Foucault sobre la locura y tal vez varias ediciones del libro de Rotterdam que trata del mismo tema. Porque según simulaciones hechas en la tierra, que fingen condiciones de aislamiento y poco espacio personal, cuatro de cada seis tripulantes resultan con desequilibrios emocionales graves. O sea que es muy probable que una fresca mañana encontremos algún guasón por ahí en la agradable campiña martiana queriendo instaurar el caos.
A pesar del intento humano, Marte hace caso omiso a nuestros bríos y en su discurso anual en la Asamblea General de Planetas Miembros de este Sistema Solar, deja claro que bajo ninguna circunstancia piensa consentir una intervención humana en sus dominios aludiendo en que no se convertirá en la nueva, colonizada y saqueada, América del mundo.
Sin importar las declaraciones en las Organizaciones Planetarias, McDonalds ha definido la terquedad como valor institucional y empieza a concretar los puntos de ventas en Marte junto con una estrategia de marketing intensiva para penetrar en el increíblemente novedoso mercado.