Columnista:
Mario José Bonilla
Hace unos días viajaba en el transporte público de Bogotá TransMilenio, agarré la ruta H15, desde el Portal de Suba, que me llevaría a la calle 19 (centro de la ciudad). La demora fue salir el autobús del portal y no sé de donde salieron dos niños, entre los 10 y 12 años aproximadamente, y quienes comenzaron a pasar golosinas entre los pasajeros y a la vez esperaban unas cuantas monedas por sus ventas, manifestaban que este era, para ellos y su familia, su único medio de sustento, y así poder ayudar a sus padres desempleados. Pocos pasajeros les prestaron atención, al mismo tiempo la colaboración fue escasa.
Unos pocos minutos, después de bajarse los niños, en otra parada del TransMilenio, se subieron un par de chicos, se ubicaron en unas sillas (delante de mí) y se pusieron a hablar. Tenían una conversación amena entre ellos, por un instante fueron interrumpidos por otros vendedores que también se subieron; sin embargo, seguían hablando. Uno de ellos dice: «aquí en Colombia tenemos muchas clases de problemas, principalmente la corrupción, la inseguridad, desempleo», el otro le decía: «Colombia es uno de los mejores vivideros del mundo; sí tenemos todos estos problemas; pero somos los más felices del mundo», y el otro le respondía: «aquí lo que falta es que Álvaro Uribe Vélez vuelva ser presidente para que acabe con todo esto, así como acabo con la guerrilla».
Quedé asombrado por ese comentario descabellado que me llevó a recordar todas las masacres cometidas por paramilitares y fuerzas del mismo Estado, asesinatos de líderes sociales, persecución e intimidación a estudiantes, profesores, periodistas e integrantes de la oposición, mejor dicho una cacería de brujas a todo aquello que oliera a terrorismo durante el Gobierno de Uribe Vélez. Pero el chico repetía: «Colombia es el país más feliz del mundo».
Si esto es así, entonces, ¿por qué hay tanto vendedor en el sistema de transporte, mendigando unas cuantas monedas para lograr comprar un pedazo de pan? ¡No son venezolanos, son colombianos! Es decir, en Colombia no se aguanta hambre, no hay vendedores ambulantes, no hay desempleados, no se asesinan a líderes sociales, no hay desaparecidos, tampoco desplazados ni víctimas del terrorismo de Estado, mucho menos campesinos asesinados por reclamar sus tierras. Estas son simples alucinaciones, porque Colombia sigue siendo el país más feliz del mundo, según estos chicos.
Según lo anterior, Colombia es la Suiza suramericana. La corrupción, la pobreza, el desempleo, las masacres, los asesinatos sistemáticos a jóvenes y los desaparecidos a manos de las fuerzas policiales y militares del Estado son mentiras. Un país en el que de frente nos roban setenta mil millones de pesos, en donde las avionetas cargadas de droga salen de las bases de la Policía antinarcóticos. Un territorio cuyos laboratorios de drogas pertenecen a funcionarios estatales. Un país en donde se trabaja más de doce horas para ganarse un salario de mierda, con un sistema de salud perverso. Un país cuyos jóvenes bachilleres, equivalente a más del 50 por ciento, no pueden acceder a la educación superior. Muchos de ellos son aprovechados por la delincuencia, el narcotráfico y el paramilitarismo. Este, un país en el que la corrupción juega ajedrez y sus gobernantes son unos malandros.
Aun así, hay pelafustanes ingenuos que creen vivir en el jardín del edén, como si la pobreza en Colombia y todas las penurias que sufre el pueblo colombiano se hubieran acabado. Pelele, ¿será que el bien común de la sociedad colombiana es la corrupción? ¡Eso no importa, vivimos de maravilla!
Que buen articulo, esta es la realidad del pueblo colombiano.