Colombia no es una democracia

Las clases más desfavorecidas generalmente suelen acogerse al político que les diga lo que quieren oír.

 

Opina - Política

2017-10-06

Colombia no es una democracia

Colombia no es una democracia. No lo es ni nunca lo ha sido. Durante nuestros doscientos años de vida republicana el término democracia ha sido un eufemismo bastante manoseado por las clases dirigentes que a su amaño y conveniencia han regido el destino del país.

Nos han repetido y repetido hasta el punto del convencimiento la historia idílica de que somos una democracia boyante y fortalecida, y que somos una sociedad equitativa y justa, pero la realidad dista mucho de estos preceptos.

Colombia es y ha sido siempre una plutocracia burda y grosera y cínica y descarada. Nuestros dirigentes siempre han sido y son en la actualidad los mismos parásitos desangradores de marras de apellidos históricos y de ostentosos linajes.

Agarrados convenientemente al poder, han sabido mantenerse en la cresta de la ola acrecentando sus ya nutridas fortunas aplicando una práctica innoble y despreciable: cimentar su poder político apoyado sobre la ignorancia y las ilusiones de las masas.

Las clases más desfavorecidas generalmente suelen acogerse al político que les diga lo que quieren oír.

Caracterizados por la baja calidad de su escolaridad, el grueso de las masas termina cayendo casi siempre en el muy nocivo pero recurrente caudillismo que ha instalado gobiernos y presidentes demagogos y oportunistas.

Aunque en el fondo sean conscientes de la inverosimilitud de las promesas que estos les ofrezcan a manos llenas, las masas les apoyan casi de una forma incondicional llegando en algunos casos a ejemplos de fanatismo desmedido y ciego.

La desesperanza y abandono de un Estado que debiera ser benefactor de su pueblo, ha llevado por décadas a los sectores más vulnerables de la sociedad a creer en casi todo y a la vez en casi nada.

Los plutócratas, astutos como pocos, les venden la idea a los pueblos de una supuesta igualdad y equidad en una sociedad incluyente en la que cabemos todos. Esperanzados en este concepto, pero abatidos por la evidencia de precisamente todo lo contrario, estas clases vulnerables y vulneradas se sienten con la imperiosa necesidad de pertenecer a esta fantástica y romántica historia de inclusión social.

Sienten la necesidad de pertenecer a algo. Ser parte de algo. Ser tenidos en cuenta para algo, aunque muchos ni siquiera sepan a ciencia cierta qué podría ser ese algo.

Es allí donde entran los plutócratas de siempre a decir lo que los pueblos desesperanzados necesitan oír. Promesas, promesas, muchas promesas. Todas las promesas que quepan en un discurso. Y los pueblos necesitados acogerán esas promesas como un elixir, como un bálsamo para su precaria situación.

Pero sus realidades nunca cambian y nunca lo harán. Porque los dirigentes siempre son los mismos mezquinos con sus mismas mezquinas intenciones. Los mismos con los mismos apellidos de la misma burguesía y aristocracia rancia y putrefacta.

Y los presidentes entregarán sus banderas a sus hijitos, igual de mezquinos a ellos, y estos a sus hijos, y así sucesivamente por siempre y para siempre.

¿O acaso alguien podrá afirmar sin sonrojarse que Andrés Pastrana fue Presidente de la República por sus indiscutibles capacidades intelectuales?

¿Habrá alguien que sostenga que Vargas Lleras ha escalado tantas posiciones como ha podido por su talante de estadista innato?

¿Creerá algún ciudadano bien informado que el presidente Santos alcanzó la más alta magistratura de la nación gracias a su esfuerzo, preparación constante y su conocimiento de las necesidades de la gente?

¿Existirá realmente un votante de a pie que esté convencido que Paloma Valencia es Senadora de la República por su sensibilidad y compromiso con las falencias que agobian a miles de personas?

La respuesta a todas las anteriores preguntas es NO. Un rotundo NO.

Todos estos personajes han alcanzado las más altas dignidades dentro de este Estado viciado, gracias a sus apellidos carentes de fecha de vencimiento.

Todos ellos y muchos otros que no incluyo por cuestiones de espacio, han heredado el poder desde el día en que nacieron.

Desde sus primeros días de colegio –ellos no lo sabían, pero sus papitos sí- fueron educados para manejar esta gran finca a su antojo y capricho.

Por si alguien no creía en el destino, estas joyitas nos demuestran que el destino sí existe, o por lo menos sí para ellos. Y para nosotros también: el destino de ser gobernados por los mismos perfumaditos con los mismos apellidos y las mismas descendencias de las hermanitas Ibáñez.

Así las cosas, veremos para nuestro infortunio en las próximas elecciones, filas de gentes votando por los Vargas Lleras de siempre y por las Valencias de siempre.

No faltará el incauto que crea que las casitas regaladas por el ex vicepresidente traidor y oportunista salieron de sus benefactores y misericordiosos bolsillos.

Muchos aun creerán en las mentiras y falacias que los plutócratas quieran vendernos, pero las elecciones que se avecinan serán cruciales para torcerle el camino a ese destino manifiesto que por siglos nos ha regido.

Ha llegado la hora. El momento es ahora de convertir por una buena vez a Colombia en una verdadera democracia. Un lugar en el que realmente quepamos todos. En el que las oportunidades sean tan democráticas como lo son los impuestos o las perdidas bancarias –las ganancias sí son privadas-.

Un país con verdadera inclusión social y servicios básicos de educación y salud de calidad para todos. Un país en el que los enfermos de cáncer merezcan las mismas atenciones, consideraciones y cuidados sin importar su estrato, color o ideales políticos.

No será una tarea fácil, pero ojala este proceso de posconflicto y desarme de violencias en el que estamos, nos lleve a convertirnos por fin en una verdadera democracia.

 

 

( 1 ) Comentario

  1. No menos importante que la ignorancia de las masas es que está misma no ejerce el voto porque no le importa en lo más mínimo, esto porque la mayoría de los Colombianos están en algo así como una zona de confort, de la cual no van a salir hasta que cosas de la política los afecte directamente, es triste pero es la verdad. En conclusión nos falta sentido de pertenecía.

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Mauricio Pérez Moreno
Defensor de la educación como único método confiable para la resolución de nuestros conflictos sociales. Amante de los libros de historia y adicto a los cubos Rubik. Treinta y cinco años tratando de entender a Colombia sin mucho éxito. Convencido de que La Verdad, aunque se halle escondida debajo de las piedras, nos hará verdaderamente libres.