La historia del mundo no es más que mirar y entender lo que fue para imaginar lo que puede venir después. Hace cien años triunfaba en Rusia la Revolución Bolchevique, siendo ésta, respuesta a una larga lista de problemas que aquejaban con dureza a millones de personas. Si los solucionó o si fue buena o mala, no es el punto central aquí; sobre eso ya cada quien tendrá su criterio construido. Lo que sí es interesante es estudiar a la Colombia preelectoral de hoy en el centenario de un momento histórico para ver qué tan lejos estamos de nuestra propia revolución -no comunista, socialista, ni anarquista, pero sí revolución-.
Eran épocas de derroche y falta absoluta de legitimidad para un sistema de gobierno que llevaba algo más de trecientos años al mando: el zarismo. Mientras su gente pasaba hambre y veía la mayor desigualdad económica en su historia, el poder andaba de fiesta. Y qué fiesta; grandes bailes y lujos en el palacio para responder al abandono y sufrimiento del pueblo ruso. Corrupción, que llaman.
Y ese mismo poder tenía un problema gigante: la imposibilidad de leer al pueblo. Bien porque no vivía como la gente, porque no convivía con ella o simplemente porque no le interesaba. Así que las actuaciones que venían desde ese palacio derrochador ahondaban cada vez más en una crisis gestada durante años. Desde allí se ordenaron las más crueles y sangrientas represiones como el Domingo Sangriento de San Petersburgo en 1905 y la desacertada decisión de ir a la Primera Guerra Mundial en 1914 que tanto les costaría. El poder para el capricho de quien lo tiene y no para atender a quien lo merece.
Así podríamos continuar con la lista de las malas decisiones que como una bomba de tiempo fueron preparando la gran Revolución de Octubre hace cien años. Pero lo que se ha dicho hasta ahora es suficiente para entender el escenario de cambios que se puede construir tras malos tiempos.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional, Colombia está en la mitad de países más corruptos del mundo. Donde miles de millones entran a campañas presidenciales para conseguir con mentiras que la gente sin recursos les dé su voto o donde aparece una proporción inaudita de funcionarios públicos en paraísos fiscales y nadie se toma si quiera el trabajo de investigar. Y la lista también sigue.
Famosos por eso y por alimentar una guerra que azotó nuestro territorio por más de cincuenta años en Colombia se construyó un imaginario y una agenda política que a todas luces es distante de las necesidades del ciudadano. Por ejemplo: aquí la educación superior es costosa y por ende limitada, el sistema de salud responde a intereses económicos escapando así de cualquier humanidad y el salario de un congresista incrementa en proporción más que el de cualquier ciudadano. Entonces, ¿por qué son temas que apenas se discuten, pero nunca se reforman? Es que aquí el poder también está de fiesta.
Tal vez lo más interesante de la Revolución de Octubre fue gestado en lo cultural. Kropotkin, Tolstoi, Chéjov y Dostoievski pensaron la antigua y la nueva Rusia desde lo que pasaba día tras día. Lo mismo hizo Lenin, pero con una doctrina traída desde Alemania y esto, sumado a lo mal que la pasaba la gente y los mismos militares tuvo un enorme impacto para todo el mundo. Aprovechar los momentos históricos para proponer una nueva visión de país.
El mensaje no es la apuesta por las armas, por el comunismo o el anarquismo, pero sí por la revolución. Esa que en Colombia será ciudadana y que ya se está construyendo. Los acuerdos de paz fueron nuestro Tratado de Brest-Litovsk -que permitió que Rusia saliera de la Primera Guerra Mundial- y en el año electoral que está por venir la tarea es clara: el cambio de percepción sobre lo urgente. Que por décadas ha sido el conflicto armado y que nos ha apartado de pensarnos como patria; lo que a su vez les facilitó a las clases dirigentes formar un aquelarre permanente con los recursos de la gente de bien.
El escenario ya está dado: un infinito malestar contra el poder tradicional y su afán por invisibilizar las necesidades de la gente. Resta seguir construyendo el camino de aquí a 2018 para lograr de Colombia la revolución que viene.